Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

¿Es suficiente con los bienes de justicia?


Compartir

Si ahondamos un poco más en la cuestión que tratamos la semana pasada, podemos preguntarnos si es suficiente que una sociedad garantice los bienes de justicia (tanto económicos como políticos y civiles) para que sus habitantes logren una vida plena o si hay que tomar alguna otra medida diferente. Porque como vimos hace dos semanas existen otra clase de bienes, los que Adela Cortina denomina bienes de gratuidad (cariño, sentido de la vida, esperanza, consuelo, apoyo, etc.) que también son necesarios para la vida plena. ¿Y qué sucede con ellos? ¿Podemos alcanzar la vida plena sin gozar de ellos? ¿Entonces son exigibles al Estado?



Parece evidente que es difícil que estos bienes sean considerados como derechos por parte de las personas y que el Estado se vea en la obligación de ofrecerlos. No solo por su propia naturaleza, sino porque podríamos pensar que el hecho de que tengan que ofrecerse de manera obligatoria podría hacer que perdiesen su propia esencia. Los bienes gratuitos no parecen ser algo que entre dentro del campo de la función del Estado y de los derechos de las personas.

Bienes de gratuidad

Ahora bien, sí que podemos analizar si nuestro sistema potencia o no el ofrecimiento de esta clase de bienes. Y el resultado es negativo. Nuestro sistema economicista no solo garantiza de una manera imperfecta y limitada lo que podríamos denominar los bienes de justicia (digo esto porque una cantidad importante de personas quedan fuera y además se hace de una manera poco sostenible) sino que al mismo tiempo impide y dificulta mucho el acceso a los bienes de gratuidad: la solidaridad, la posibilidad de encontrar un sentido a la vida plenificante, de tener esperanza, de recibir y dar cariño, de establecer relaciones personales sanas en las que regalemos y recibamos regalos de los otros.

Debemos pensar cómo construir sistemas económicos que garanticen de una manera más adecuada que todas las personas alcancen esos mínimos que son los bienes de justicia de los que hemos hablado en este artículo (incluidos los de la libertad) y que esto se logre potenciando los bienes de gratuidad. Y esto último no solo se tiene que hacer potenciando o permitiendo que las religiones (que habitualmente se han especializado en estos temas) puedan realizar su labor en un clima de libertad, pluralismo y tolerancia, sino también a través de sus propias dinámicas de funcionamiento.

Cuando en un sistema como el nuestro se logra alcanzar los bienes económicos de una manera sobrada pero esto se hace a costa de la vida personal, de la consecución del cariño, de las relaciones sanas, de mantener la capacidad del dar, de ofrecer lo que se es y lo que se tiene, no nos lleva bien a la vida plena. La gran cantidad de personas que, a pesar de tener unos ingresos sobrados, se sienten vacíos y con una vida incompleta, es solo la representación externa de esta realidad. Tenemos que buscar otros sistemas que garanticen los bienes de justicia y potencien los de gratuidad.