Raúl Molina
Profesor, padre de familia y miembro de CEMI

¿En qué creemos los educadores?


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Caritas in veritate 1

‘La caridad en la verdad es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad’. Educar no es una actividad neutra. Los que hemos optado por ser referente directo de niños y adolescentes no podemos pensar que nuestra presencia es aséptica y somos meros transmisores de conocimientos. Nuestra mochila está cargada de juicios, creencias, experiencias, ideales e ilusiones. Aquello que somos no se puede esconder y, es más, aquello que somos conforma la esencia de lo que ofrecemos a nuestros chicos. Nuestra tarea debería ser un esfuerzo por aportar lo posible al crecimiento de nuestros alumnos, debería ser una tarea amorosa, de entrega al otro, de poner lo que somos al servicio del otro.



Por eso, para un educador, es fundamental la pregunta sobre nuestras creencias, nuestros porqués, nuestros convencimientos. ¿Cuál es la verdad desde la que educamos? ¿Cuál es nuestra manera de entender a la persona? ¿Cuál es nuestra manera de entender la sociedad? ¿En qué creemos que tenemos que fundamentar nuestras relaciones interpersonales?

El fruto de nuestra tarea educativa germina de las respuestas que cada uno damos a estas preguntas. Al final, como en casi todo, nuestra actitud en la escuela es una cuestión ontológica, una cuestión de esencia, una cuestión de verdad.

Caritas in veritate 2

‘Todas las responsabilidades y compromisos trazados en la escuela provienen de la caridad que, según la enseñanza de Jesús, es la síntesis de toda la Ley’ (cf. Mt 22,36-40). Vuelvo, así, a la concepción amorosa de nuestra tarea. Ver a nuestros alumnos como sujetos de derecho es una comprensión que se queda corta. La fraternidad y la dignidad que nos otorga el sabernos hijos amados por un mismo Padre, transforma el sentido de nuestras relaciones y nos conmina a establecer, más allá de lo exigible laboralmente, vínculos afectivos que nos comprometen con el crecimiento de cada niño. No podemos justificar nuestra tarea con el cumplimiento de un horario y de un currículo escolar. Son los rostros y las necesidades de cada alumno lo que nos reclama una forma de estar en el aula, en los pasillos y en los patios.

Caritas in veritate 3

Por lo tanto, parece que sí hay verdades a las que asirse cuando desempeñamos nuestro trabajo: la dignidad que nos otorga ser hijos de un mismo Dios y las necesidades, las carencias y las heridas de nuestros alumnos. ‘Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente. Este es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad’. Y así, también nos encontramos a compañeros que no quieren entender su trabajo como una tarea de formación global de la persona; a otros que no se dejan interpelar por las llamadas de angustia de muchos chicos; a otros que prefieren entender a los alumnos, únicamente, como sujetos de obligaciones; o a otros que se ciñen a la exigencia puramente legal para llevar a cabo su tarea. Y, de esta manera, cada uno aportamos en la medida de lo que creemos que ha de ser nuestro papel, sin buscar acuerdos de fondo en los que el centro sea la realidad de cada niño.

Conviene sacudirse el polvo.