Fernando Vidal
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

Burgos se hace puerta


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Las Puertas de la Trinidad creadas por Antonio López para la catedral de Burgos serán, muy probablemente, la obra de arte sacro más importante del primer tercio del siglo XXI en España e identificarán a Burgos como icono mundial del realismo. En diálogo con el magnífico Museo de la Evolución Humana, estas puertas hacen un singular viaje que, por un lado, va de la materia al hombre y, por otro, viene de Dios al hombre encarnado. Dos rostros que se miran hermanados desde cada orilla del río Arlanzón.




Las figuras tan humanas con que Antonio López apela a las personas de la Trinidad –especialmente, ese gran rostro de Dios Padre en la puerta central– no es un retorno obsoleto al antropomorfismo, sino una afirmación de la más honda espiritualidad: el cristianismo es un encuentro personal con Cristo. El asombro –y hasta el escándalo– de tanta humanidad de Dios es signo de la más grande historia de la existencia: la Encarnación. Que la gente se pare a discutir y extrañarse ante las Puertas de la Trinidad es una de las mejores noticias. Burgos va a ser una gran puerta nueva.

La catedral de Burgos lleva a la plaza del pueblo el mayor mensaje de la espiritualidad hoy: la relación personal con Dios. Es una llamada abrahámica que reverbera desde el fondo del primer ser humano que en Atapuerca se irguió y extasió al contemplar en el firmamento el amor de un Alguien.

Suma de capas

Las catedrales vivas no dejan de integrar la contribución artística y espiritual de cada generación, no son museos ni panteones de muertos. Cada capa actualiza y ensalza la anterior. Así fue siempre y sigue sucediendo en toda Europa. Cuando pongan las Puertas de la Trinidad, hasta el Cid Campeador se va a dar la vuelta para mirar.

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