Trinidad Ried
Presidenta de la Fundación Vínculo

Actitudes para navegar en “aguas revueltas”


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En tiempos “normales”, es decir cuando las circunstancias nos son conocidas, predecibles y estables (aun cuando no sean perfectas ni equitativas para todos), la mayoría de las personas se comportan de forma adecuada. Son buenos ciudadanos, trabajadores y tienen vínculos nutritivos con sus cercanos. Sin embargo, cuando el caos comienza a ser la tónica cotidiana y las personas se ven enfrentadas a serias dificultades para sobrevivir y tener el sustento diario para ellos y sus familias, los valores de siempre se desdibujan, se relativizan y se acomodan a la realidad de cada cual para obtener mayores beneficios, en el menor tiempo posible y ganarle el “quien vive” a los demás. La decencia y la indecencia pasan por cruzar o no una delgada línea ética donde se juega lo humano y lo animal; la conciencia versus el interés; la integridad versus el acomodo moral.



Durante y después de la pandemia en su punto más fuerte, no hay quien no tema por su estabilidad, porvenir o futuro económico y social. Las leyes de antes ya no sirven para pronosticar un futuro y la incertidumbre es lo único que no cambia en realidad. En ese contexto mundial y de cada uno de nuestros países podemos ver cómo emergen de las aguas revueltas tres tipos de seres marinos como los que vamos a desarrollar como una metáfora, a la que debemos estar atentos. Tiburones, lenguados y sardinas nos habitan a todos en realidad, pero la idea es reconocernos a tiempo en actitudes virtuosas o destructivas y ver la forma de revertir conductas que solo nos empobrecerán más.

Modo tiburón

El modo tiburón es aquel que, teniendo la misma necesidad y fragilidad de todos, se disfraza con una máscara de superioridad (consciente o inconscientemente) que le hace tratar a los demás como cosas o personas inferiores. Por lo mismo, solo busca su propio provecho y es incapaz de ver el bien común como prioridad. Para conseguir lo que quiere, no importan los medios y se autojustifica de mil modos, utilizando sobre todo expresiones como: es que todos lo hacen, es tonto el que no aprovecha y la vida es de los vivos.

Algunas de sus características más molestas y de las que nos debemos cuidar de no caer como son: la prepotencia al tratar a los demás de mal modo, exigiendo privilegios y beneficios diferentes a los demás; el apego y acaparamiento de lo material, la fama y el poder; los abusos (de todo tipo) y la autojustificación de su indecencia; el acomodo valórico de acuerdo a las circunstancias; el narcisismo y su falta de empatía social; la discapacidad para verse vulnerables o necesitados de los demás; la soberbia, la intolerancia y la codicia… Solo por nombrar algunas.

Algunas de las actitudes de tiburón que podemos encontrar en momentos de crisis económica son aquellas personas que crean negocios a costa del bienestar de los demás, que pasan por alto las normas de decencia para sacar atajos y provecho personal, los que utilizan las “aguas revueltas” para parasitar a los que están en necesidad; los que venden a precios excesivos lo que los demás necesitan, los que roban (en cualquiera de sus formas), los que engañan con noticias falsas, los que manipulan los medios para obtener más ganancias, los que agreden a los que piensan diferente, los violentos, los líderes de la maldad en todas las formas que se pueda imaginar.

Modo lenguado

En cuanto al modo lenguado, este pez propio de los mares fríos se caracteriza por vivir pegado a la arena, dejarse llevar por las mareas y alimentarse de los desperdicios de la ciudad. Así, también simboliza a aquellas personas que, sin hacer el mal intencionada o descaradamente, se suman a la corriente de los tiburones por su falta de principios y decencia personal. Son personas a las que les da flojera pensar por sí mismos, les mueven las modas, los medios o la opinología sin corroborar ni contrastar.

Es el circo romano que quiere pan y no les importa de dónde viene ni a qué costo se produjo. Cierran los ojos y se mueven conforme a donde les convenga más. En tiempos “normales”, se camuflan muy bien, pero, en tiempos de recesión económica, se cambian de posición acorde a donde el sol caliente más. Algunas de sus características más evidentes son: la indecisión en el juicio y la falta de discernimiento; la sinvergüenzura al actuar; la ignorancia en su argumentación; su saber infantil y manipulable; su impulsividad y falta de reflexión; el ser parte de una masa informe a la que no le gusta pensar; la queja constante y la responsabilidad de los demás frente a sus problemas, por nombrar las más destacadas.

Algunas de las actitudes lenguado que solemos ver en tiempos de crisis económica son el pesimismo, el chaqueteo, el uso de contactos a su favor, la opinología, al aprovechamiento de los vacíos legales, la corrupción menor, la apatía, el aprovechamiento de beneficios que son para otros más necesitados, la no participación ciudadana, el reclamar por todo sin hacerse cargo, la inconsistencia, la relatividad moral, la morbosidad frente a la caída de otros, la negligencia del cuidado de otros y su infantilismo relacional, ya que son dados a los reclamos sin haberse informado ni medir las consecuencias de sus actos.

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Modo sardina

El modo sardina representan a aquellas personas que, sabiéndose pequeñas y en constante búsqueda de la verdad, la felicidad y el bien de los demás, intentan navegar contra corriente viviendo actitudes como la sencillez material, relacional, intelectual y espiritual al servicio del cardumen. Son los que reconocen la necesidad de colaborar con otros y vivir en comunidad. Cuidan los vínculos como primera prioridad y son mucho más compasivos que competitivos a la hora de discernir cómo actuar.

Conociendo su fragilidad, el modo sardina es profundamente ingenioso y creativo para buscar nuevas soluciones y caminos para sí mismo y los demás. Abre alternativas, aunque sabe que se puede equivocar, ya que lo que lo mueve es el bien y la necesidad de todos, pero sin pasar a llevar sus principios y la dignidad. Son personas de gran calidad humana, confiables, transparentes, heroicas, capaces de mantener su posición, aunque no sea popular, porque traicionarse a sí mismas no lo pueden sobrellevar.

Son rigurosas en su argumentación y destinan tiempo a investigar, a leer, a tener un espíritu crítico y a ponderar cada pedazo de verdad con su contexto, sin creerse jamás poseedor de su totalidad. Por lo mismo, son tolerantes para entender que somos seres relacionales y que cada persona es un misterio por abordar y, por lo mismo, aceptan sus propias incongruencias. Son amorosas y abiertas en su trato sin utilizar jamás la violencia para actuar.

La sardina es una persona profundamente espiritual, que se conoce y cultiva su ser “interior” con disciplina y ascética personal y vida en comunidad, ya que sabe que sola no sobrevivirá. La sardina se sabe creada por amor y enviada al mundo por alguien más a amar. Por lo mismo, reconoce su pequeñez y a la vez su dignidad esencial. Por lo mismo, la reconoce en cada ser como un igual. Jamás haría diferencias ni obraría intencionadamente mal.

Algunos modos de ser sardina en la recesión actual son los que crean nuevos negocios a partir de su creatividad, los que cuidan a sus trabajadores, los que comparten lo que hay, los proactivos, los inquietos intelectualmente, los que crean nexos en la comunidad, los que inspiran con esperanza y fuerza a los que los pasan mal, etc.

Sin embargo, deben cuidarse de algunos riesgos soterrados en los que pueden caer. Solo por nombrar algunos, podemos ver que algunas de sus mayores fragilidades vienen dadas por la sensación de soledad, la perdida de sentido de vida cuando la corriente se hace muy fuerte, el cansancio si es que no “nada” con otros, la ingenuidad de pensar que todos son sardinas dejando de lado la astucia y la cautela frente a la maldad, la ridiculización y desprecio de los demás, el creerse Mesías que viene a salvar la humanidad, la tristeza, el agobio, la omnipotencia y una falsa humildad disfrazada de bondad.

Para revertir lo anterior es clave que las sardinas armen cardúmenes. Solo así pueden descansar, crear juntos a partir de la diversidad, sentirse en tribu y combatir la soledad, saber que son muchas más las sardinas en el mundo y que la esperanza puede transformar la humanidad, defenderse del resto, luchar unidas y denunciar lo que está mal, para anunciar una nueva realidad. Ojalá que esta recesión nos invite a ser sardinas y a armar cardúmenes bellísimos de seres humanos decentes que construyan una humanidad diferente para todos y con todos.

Trinidad Ried es presidenta de la Fundación Vínculo