Jesús Manuel Ramos
Coordinador de la Dimensión Familia de la Conferencia Episcopal Mexicana

A la voz del amo


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Cuando se habla de “el mejor amigo del hombre”, curiosamente se habla de un animal, que, pese a sus orígenes salvajes, ahora resulta ser compañía necesaria es multitud de hogares, en donde su fidelidad y expresiones de afecto le han granjeado un lugar en el hogar, al nivel de miembro de la familia. Quizá esto último se exagera en contados casos, pero resulta muy común que toda la familia aprecia a sus mascotas mucho más que como a un simple animalito que vive en casa.



Pero hoy quiero enfocarme en el papel del perro que ayuda al hombre en sus labores cotidianas, el que vive su tradicional rol de perro ovejero. Y es que recientemente, en las redes sociales, pude ver un video de un perro pastor que rescata con mucho valor, a una oveja que corría el riesgo de ser arrastrada por una poderosa creciente de agua. La grabación muestra al perro como si estuviera atrapando a una presa que se defiende en el agua, y al final se observa que, después de un gran esfuerzo, con el hocico logra cargar a la oveja y ponerla a salvo junto con el resto del rebaño. De inmediato relacioné esta escena con una parte de lo que expuse aquí la semana pasada: el Señor Jesús nos indica que Él es el Buen Pastor, el que conoce a todas sus ovejas y que da la vida por ellas.

Si bien Jesús es El Pastor, también es cierto que ha delegado las tareas cotidianas de acompañamiento y vigilancia en aquellas personas que le conocen y deciden aceptar la misión de llevar su mensaje y cuidar de una parte de Su rebaño. Se trata de una respuesta directa al amor que le tenemos a Jesús. Así se manifiesta en el capítulo 21 del evangelio de Juan, cuando Jesús le pregunta a Pedro si lo ama, y cuando Pedro responde positivamente: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”, Jesús le indica: “pastorea mis ovejas” Jn 21,15-17.  Se trata de un reto a nuestra voluntad, pues el amor se manifiesta no precisamente en la emoción de amar, sino en la voluntad de hacer lo necesario para el bien del ser amado.

La tarea asignada a Pedro, es compartida por todos los discípulos de Jesús cuando Él nos indica “Vayan, pues, y hagan discípulos a todos los pueblos… y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he mandado”. Es entonces cuando se dimensiona el tamaño del rebaño, se trata solamente de… ¡Todos los pueblos! Esto incluye, por supuesto, todos los ambientes en que nos desenvolvemos. Esa parte del rebaño te mencioné en el párrafo anterior, para algunos de nosotros será nuestra propia familia, pero también se encuentran muchas otras ovejas en el resto de nuestros ambientes: en nuestras actividades laborales, en nuestras actividades educativas, en nuestras amistades y en nuestro apostolado. En todos esos sitios estaremos siempre llamados a cumplir la misión de acompañar y cuidar el rebaño de Dios, así como de ir a buscar a aquellas ovejas que aún no pertenecen al rebaño.

Y ahora regreso a la figura del perro que cuida parte del rebaño atendiendo los deseos de su Pastor. Quiero imaginarme la actitud del perro mientras realiza sus labores de pastoreo: la mirada vigilante, el oído atento, con una actitud dispuesta a la acción inmediata, valiente y feliz de hacer lo que hace, feliz de ser lo que es. Pienso en mi perro pastor ideal: siempre atento a la voz de su amo, esperando su llamada a la acción, pero además intuyendo los deseos de su amo y lanzándose a la acción cuando observa que el rebaño le necesita. Si el pastor lo llama, este perrito responde con alegría y se dispone a realizar su tarea con el corazón lleno de gozo, empeñando toda su energía en ello. Casi lo veo correr sintiendo el viento por sus orejas y meneando la cola de gusto, disfrutando ser un ayudante del dueño del rebaño; es imposible compararse con Él, pero se alegra de ser requerido para cumplir las tareas encomendadas.

Hoy te confieso que yo no aspiro a ser Pastor de ninguna comunidad, ni siquiera de mi familia, pues Pastor solo hay uno. Yo solo aspiro a ser un buen perro ovejero que cumpla con alegría la misión que el buen Pastor le asigne, entregando todas mis capacidades sin reserva, con responsabilidad, pero también con gratitud de saberme parte de un plan muy superior a mi entendimiento. Y tú, ¿Te animas a ser parte de esta aventura? Desde tu bautizo, ya tienes la invitación, y el Señor ha prometido acompañarnos, escúchalo, ¡Vamos!