Esta reflexión quiere avisar de que unas prisas excesivas en la reforma de la Iglesia emprendida por Francisco pueden resultar más individualistas que verdaderamente eclesiales, y pueden crearle al Papa más dificultades de las que ya tiene. La palabra paciencia viene del verbo latino ‘patior’, que significa sufrir. Pero el autor cree que la paciencia cristiana siempre es activa y no pasiva