¿Cómo podemos hablar de Dios hoy?

estanteria-libros(José Ramón Amor Pan) No resulta nada fácil hablar de Dios hoy: existe un conservadurismo ateo que cultiva sus prejuicios y apenas reacciona a los argumentos. Manfred Lütz (Bonn, 1954), médico, teólogo, director de un hospital, casado y con hijos, miembro del Pontificio Consejo para los Laicos y de la Pontificia Academia para la Vida, y Consultor de la Congregación para el Clero, reconoce en su libro Dios. Una breve historia del Eterno (que acaba de ser publicado por Sal Terrae) que, “aunque no nos guste oírlo, en nosotros influye considerablemente lo que ‘se’ piensa y lo que ‘se’ cree (…) En las sociedades en las que Dios apenas está presente ya, salvo en un ámbito temporal y espacial delimitado, la fe requiere ahora coraje y está necesitada de fundamentación, mientras que el ateísmo práctico o teórico de una vida que transcurre placentera sin Dios no precisa ya fundamentación alguna. La necesidad de pertenecer a la mayoría, a los vencedores, es, para muchos, irresistible”.

También existen creyentes que reniegan de la razón y olvidan 1 Pe 3, 15: “Dad culto al Señor, Cristo, en vuestros corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza. Pero hacedlo con dulzura y respeto”. Esto complica un diálogo saludable. Como escribió Ladaria, “la fe busca entender no por un ejercicio especulativo superfluo, sino porque quiere creer más a fondo y quiere dar mejor razón de nuestra esperanza”. Además, las incoherencias y los escándalos de algunos creyentes echan más leña al fuego. Recordemos el n. 19 de la GS: “El ateísmo, considerado en su total integridad, no es un fenómeno originario, sino un fenómeno derivado de varias cau- sas, entre las que se debe contar también la reacción crítica contra las religiones, y, ciertamente en algunas zonas del mundo, sobre todo contra la religión cristiana. Por lo cual, en esta génesis del ateísmo pueden tener parte no pequeña los propios creyentes, en cuanto que, con el descuido de la educación religiosa, o con la exposición inadecuada de la doctrina, o incluso con los defectos de su vida religiosa, moral y social, han velado más bien que revelado el genuino rostro de Dios y de la religión”.

Manfred Lütz nos ofrece un texto plagado de ideas y experiencias vitales, como las de Edith Stein, Teresa de Calcuta, André Frossard (un ateo cuyo padre había sido uno de los fundadores del Partido Comunista francés: “Nada podía conmover el sereno ateísmo de Frossard. Entonces, con veinte años, el 8 de julio de 1935 pasó a una pequeña capilla en la Rue D’Ulm en el Barrio Latino de París, para buscar allí a un amigo. Como luego contaría él mismo, entró en la capilla a las cinco y diez de la tarde… y a las cinco y cuarto la abandonó como cristiano católico. André Frossard no estaba loco. Se convirtió en uno de los escritores y periodistas más famosos de Francia”), Robert Spaemann y otros. 

libro-dios-historiaDos de las experiencias que relata tienen que ver con la Jornada Mundial de la Juventud de Colonia, en 2005: “Fue necesario explicar el desarrollo de la santa misa al realizador de televisión responsable de la retransmisión de la misa del papa en el Marienfeld, que ignoraba todo lo referente al cris- tianismo, para que pudiera dirigir profesionalmente el trabajo de las cámaras. Cuando concluyó la Jornada, este realizador telefoneó al sacerdote que le había explicado el desa- rrollo de la eucaristía y le pidió que lo bautizara. Una seria explicación del sentido de la liturgia había bastado para propiciar un giro existencial (…)”. 

Cuestión de formas

Con ocasión de este mismo encuentro masivo, algunas cristianas indonesias fueron alojadas en el barrio chino de Colonia. Todas las mañanas y todas las noches se acercaban a ver a una prostituta y, entusiasmadas, le contaban cosas de los actos a los que habían asistido durante la jornada y le hablaban de su fe. El último día, al despedirse de la prostituta, de repente comenzaron a llorar a lágrima viva. Cuando la mujer les preguntó qué les pasaba, no pudieron contenerse: estaban tan tristes porque ella, la prostituta, no podía experimentar esta gran alegría de la fe. La historia no la contaron las indonesias, quienes regresaron a su lejano país. Fue la propia prostituta la que, poco después, llamó a un sacerdote. Le contó que era la primera vez que alguien había llorado por ella. Y le preguntó cuáles eran los pasos a dar para hacerse cristiana”.

Manfred Lütz ha escrito el libro que todo teólogo quisiera poder escribir algún día: ameno y riguroso a un tiempo, oportuno y necesario. No presenta novedad en cuanto a ideas, sino en cuanto a las formas; pero ¡qué importantes son éstas! Pues, como dice Lütz, “para muchos, la religión no es más que aburridos discursos solemnes, ora una plomiza misa de niños, ora una bonhomía excesivamente solícita (…) En las tertulias televisivas, los representantes de las religiones se conducen, por lo general, como gente escrupulosa; hablan de forma incomprensible y, en todo caso, consideran que nada es tan sencillo como parece. Usan un lenguaje que ya sólo entienden ellos mismos (…) Sin embargo, la pregunta por la existencia de Dios, que es de lo que en realidad se trata, o nos concierne a todos sin excepción (…) o no concierne a nadie. De ahí que en este libro me haya propuesto utilizar un lenguaje normal (…) Cuanto más importante sea algo para todo el mundo, tanto más comprensible y sencillo habrá de ser lo que se diga al respecto (…) Así pues, de lo que aquí se trata es de hablar de Dios de forma comprensible, mas no por ello banal”. 

marLa música y el arte nos abren la mirada más allá del rudimentario materialismo, primer paso para comenzar a hablar de Dios: hay que recuperar la estética como camino hacia lo trascendente. También debemos reconocer que la psicología es un instrumento inútil tanto para la refutación como para la demostración de la fe en Dios: “Afirmar que la psicología puede decir algo sobre Dios equivaldría a afirmar que es posible decir algo sobre La flauta mágica una vez que se ha examinado la tramoya e inspeccionado los decorados y quizá se dispone además de los informes psiquiátricos de todos los cantantes. ¿Qué sabe uno con ello sobre La flauta mágica, sobre Mozart, sobre la magia de la música? Probablemente apenas se exagera si se resume la respuesta en una única y breve palabra: ¡nada!”.

Con la teoría cuántica se evidenció que la Naturaleza no está gobernada por leyes deterministas que rigen de forma necesaria y sin excepción; sólo existen probabilidades estadísticas: en todo momento son posibles acontecimientos inesperados, que no representan sino desviaciones estadísticas de la media y no con- tradicen las leyes de la Naturaleza. Así, dice  Manfred Lütz, los científicos pueden volver a escuchar a su interior, mirar al mundo con otros ojos y plantearse con toda seriedad la pregunta por Dios. Pues ni el caso Galileo, ni la teoría de la evolución de Darwin, ni la moderna investigación neurológica brindan argumentos contra Dios.

jramor@vidanueva.es

En el nº 2.663 de Vida Nueva.

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