Un mes de santidad

Amadeo Rodríguez(+ Amadeo Rodríguez Magro– Obispo de Plasencia)

“Desde los orígenes de la Iglesia, la eterna novedad de lo cristiano la han puesto los santos. Como recordaba el Siervo de Dios Juan Pablo II en su carta Al comienzo del Nuevo Milenio, para los católicos, la santidad es el gran proyecto de vida individual y comunitario”

Entre los problemas que hoy tiene la Iglesia en España, destaca el de evangelizar en circunstancias tan complejas como la de tener que abrir rendijas para la fe y la vida cristiana en aquellos que han llegado a la indiferencia religiosa desde el humus mismo del cristianismo. Pues bien, para la difícil tarea de mostrar la novedad permanente de lo que quizás se abandonó por considerarlo viejo,
los católicos españoles se encuentran de vez en cuando con refuerzos especiales que apuntan al corazón de lo que en la Iglesia es siempre nuevo. Desde los orígenes de la Iglesia, la eterna novedad de lo cristiano la han puesto los santos. Como recordaba el Siervo de Dios Juan Pablo II en su carta Al comienzo del Nuevo Milenio, para los católicos, la santidad es el gran proyecto de vida individual y comunitario.

La Iglesia española se ha encontrado de nuevo en el mes de octubre –días 11 y 18– con esa brújula que le marca la orientación en el sentido de su marcha. Varios santos de casa, que nacieron y vivieron entre nosotros y en la vida de nuestra Iglesia, se unieron al Señor hasta la perfección de la caridad, han subido a los altares y, desde allí, han bajado hasta nuestra arena cotidiana como testigos e intercesores en nuestro caminar en la novedad de Cristo. Me refiero al Padre Francisco Coll y al Hermano Rafael, un apóstol de la misión y otro de la contemplación, síntesis los dos de la santidad cristiana. A ambos se ha sumado la beatificación del cardenal Sancha en Toledo. Y como la santidad transciende los límites locales y deja huellas universales, también estamos muy contentos por la canonización del Padre Damián y de Juana Jugan, que, en la labor de sus respectivas congregaciones religiosas, gozan en numerosas diócesis españolas de un afecto entrañable.

arodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.680 de Vida Nueva.

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