Si la sal pierde el sabor, ¿quién la salará?

LEANDRO SEQUEIROS. CÓRDOBA | Este texto evangélico me ha brotado del corazón a partir del movimiento 15-M. Escribo esta carta el 15-J, un mes más tarde del 15-M. En estos 30 días han pasado muchas cosas en España. Vida Nueva se ha hecho eco de este renacer, sobre todo de la juventud, y del deseo de una socieda más justa y una vida política más sana.

Miles de hombres y mujeres, sobre todo jóvenes, se han lanzado a la calle y han manifestado su indignación (palabra que viene de dignidad). No solo han protestado. También ha habido propuestas (aunque estas son muy difíciles de canalizar en un proceso asambleario).

La reivindicación más repetida es la de la dignificación de la política. Alguien ha dicho por ahí que los indignados no aceptan las leyes democráticas y las instituciones elegidas por el pueblo. Nada más lejo s de la realidad. La protesta no es contra las leyes y las instituciones, sino contra las corruptelas que se han ido introduciendo en la interpretación de las leyes y el vaciamiento del sentido auténtico de las instituciones. Si los que han tomado la política como una profesión lucrativa están empezando a sentirse molestos, es buena señal.

De alguna manera, la sal de la democracia ha ido perdiendo sabor y hay que luchar para que sa posible que la sal de la esperanza vuelva a tener sabor.

En el nº 2.760 de Vida Nueva.

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