Sabático

Chema Caballero(Chema Caballero– Misionero javeriano en Sierra Leona)

“Pero lo que más me falta es la vitalidad de las misas de Sierra Leona. (…) La misa más parece un funeral que una celebración, aunque en África, hasta los funerales son una fiesta. A veces tengo la impresión de que por aquí la gente todavía no se ha enterado de que Jesús resucitó y que por eso debemos estar contentos”

Después de 17 años trabajando en Sierra Leona, mis superiores me han obligado a pararme seis meses para descansar y reciclarme un poco. Al principio me costó aceptar la idea, pero ahora comprendo que me hacía mucha falta.

Así que estoy en Madrid echando de menos el color, la luz, el sudor, el polvo, la multitud, las noches preñadas de estrellas, la luna, las puestas de sol, el bramido de las cabras, los tambores, los niños que lo invaden todo, el olor a fritanga y podrido del mercado, el sabor dulzón de la papaya, el humo de las cocinas, el barro de los caminos, las picaduras de los mosquitos, los cantos del muecín llamando a la oración. Acostumbrándome a caminar entre desconocidos y zanjas, a cruzar por los semáforos, a mirar el reloj, a la cerveza fresquita, a no quedarme como bobo mirando escaparates, a llevar zapatos…

Pero lo que más me falta es la vitalidad de las misas de Sierra Leona. Aquí “hago” misas, no celebro. Las iglesias están medio llenas, acuden muy pocos jóvenes y la liturgia es rígida y fría. La gente se sienta lo más separada posible de sus vecinos y lejos del altar, como si les diera miedo de acercarse al prójimo. Es difícil creer que somos una comunidad de hermanos y hermanas, más bien parecemos un grupo de desconocidos que no queremos saber nada del otro.

La misa más parece un funeral que una celebración, aunque en África, hasta los funerales son una fiesta. A veces tengo la impresión de que por aquí la gente todavía no se ha enterado de que Jesús resucitó y que por eso debemos estar contentos, en cambio, parece que seguimos llorando al Jesús muerto y sepultado. A lo mejor por eso tantos de sus ministros van siempre vestidos de luto riguroso.

En el nº 2.684 de Vida Nueva.

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