Pablo VI y España

(Juan María Laboa– Profesor emérito de la Universidad Pontificia Comillas)

“España le tendría que estar agradecida porque se convirtió en un factor determinante de la evolución eclesial y de la transición política, sin traumas ni dificultades innecesarias. Se esforzó por conseguir un Episcopado no condicionado por la política, atento a la realidad social, evangelizador y dialogante”

El 6 de agosto de 1978 murió Pablo VI. Un pontificado importante, en circunstancias eclesiales difíciles, ha recibido las reticencias de conservadores y progresistas, dispuestos a hacer de él un chivo expiatorio de culpas, deseos y fracasos de unos y otros. Los primeros recibieron su doctrina, pero rechazaron visceralmente cuanto consideraron como una intromisión en la vida de España. Los segundos recibieron con gozo cuanto rechazaban los otros, pero no dudaron en descalificar algunas decisiones morales y doctrinales.

España le tendría que estar agradecida porque se convirtió en un factor determinante de la evolución eclesial y de la transición política, sin traumas ni dificultades innecesarias. Se esforzó por conseguir un Episcopado no condicionado por la política, atento a la realidad social, evangelizador y dialogante. Fue el Papa del Vaticano II, de la Populorum Progressio, de Medellín y de la reconciliación.

No cedió en lo que consideró importante, pero fue respetuoso con todos, incluso los creyentes, sacerdotes y laicos. Defendió con pasión cuanto creyó oportuno, pero no condenó ni marginó a quienes buscaban la verdad con igual honradez y sentido eclesial.

Ni por carácter ni actuación fue un Papa popular, y no lo buscó. En sus mensajes a España defendió los derechos humanos, la libertad y la justicia social, y recordó la importancia de seguir con atención las inquietudes de los jóvenes. Hemos de reconocer su valentía y clarividencia en sus decisiones y apoyos y, al tiempo, la entereza de cuantos aquí comprendieron la necesidad de un cambio valiente y pusieron en acción sus dotes para conseguirlo. Fue un cristiano contemporáneo y, tal vez, por esto no sea comprendido en nuestros días, días en los que mirando hacia adelante nos encaminamos con tanto entusiasmo hacia atrás.

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