Otra vez el celibato

HERMANO CORENTÍN LE BOT LOCTUDY. FRANCIA | Otra vez (en pocos meses), me siento instigado (no digo inspirado ni llamado) a darle una nueva muestra de mi ‘fidelidad’ a la revista que dirige, expresándole algunas reacciones mías después de leer la entrevista, tan densa, tan rica, pero también, en mi modesta opinión, remitente a sorpresas e interrogantes, a Celso Morga, secretario de la Congregación para el Clero.

Con todo el respeto que reservo a nuestra Iglesia, quisiera comentar estas afirmaciones: “El sacerdote tiene que ser un hombre muy sobrenatural y muy humano”; o “el celibato es una exigencia muy grande que la Iglesia latina pide a sus sacerdotes”. Le reconozco totalmente a mi Iglesia el derecho a pedir o exigir el celibato a sus sacerdotes. Sin embargo, una vez más, viene sostenido con un tesón sin lugar a excepción, o casi.

No dudo que “hay una relación muy profunda entre el celibato y el ministerio sacerdotal”. Una relación reconocida como no absoluta por la Iglesia. Es difícil ver en la exigencia del celibato otra cosa que una imposición. “El celibato no debe ser visto como una norma canónica”. Tengo la impresión de haber oído decir siempre que debía ser así. “El celibato es una gracia que Dios te concede al llamarte al sacerdocio”. “Mi” Iglesia tiene derecho a llamar, más bien a admitir, al sacerdocio solo a célibes. Pero, ¿por qué no acepta que se abra un auténtico debate sobre el celibato obligatorio?

“El celibato es una exigencia muy grande”. ¡Sí, lo creo! Pero solo es una exigencia absoluta del estado de vida que es el mío y el de tantos religiosos, muchos de estos también sacerdotes. Y de esto, me gusta repetirlo, me alegro.

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En el nº 2.748 de Vida Nueva

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