Las 12 campanadas de Dios

(Antonio Gil– Sacerdote y periodista) El año 2010 está a punto de decirnos adiós. Acaso la despedida de un año forma también parte de la Navidad, pertenece a su núcleo central, porque el Verbo se hace carne, comienza a caminar con nosotros, se sumerge en las entrañas de la humanidad y se coloca como salvador en el escenario de la historia. Contamos la vida por años, los saludamos con alborozo, los despedimos entre fiestas y nostalgias. Hay dos noches en el año que configuran la misteriosa moneda de nuestras vidas: la Nochebuena, la noche de la luz, de la paz y del amor, la noche de la llegada de Emmanuel, “Dios con nosotros”; y la Nochevieja, la noche en la que el tiempo nos saluda para recordarnos que pasa y que llega y que, a la par, nosotros vamos  también pasando y llegando a nuevas metas, hasta el instante final.

La Nochevieja se divide en dos mitades: la despedida del año que termina, unos instantes para la gratitud y para el perdón, y el Año Nuevo que se nos ofrece, flamante, cargado de sueños y de ilusiones. Uniendo esas dos mitades, las 12 campanadas de todos los relojes de la tierra.

Permítasenos, como último adiós al año viejo y saludo al nuevo año, ponerle letra a la sinfonía de las campanadas. Permítasenos imaginar que Dios nos hace llegar también, en el ancho e infinito reloj de la historia, sus doce campanadas: las “campanadas de Dios”.

1. El secreto del mundo está en la frase de san Juan: “Dios es amor”. Sin duda, la primera y más importante campanada de la historia, recogida en el encuentro de Jesús con Nicodemo: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él”. El hombre se alejaba de Dios por los siglos, y continúa alejándose. Y Dios por los siglos, desde Adán, andaba buscando al hombre. En el Niño que nace de María, Dios y el hombre definitivamente se encuentran. Un Dios humanado, Emmanuel.

2. El secreto del cristianismo está en un encuentro, como hermosamente ha proclamado Benedicto XVI: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o por una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. En los últimos minutos del año que termina, encuéntrate con Él, corre. Te está esperando.

3. El secreto del futuro está en una invitación: “Mirad a Dios”, porque Él espera nuestra mirada, nuestros latidos, nuestros pasos, nuestro abrazo. Esta hermosa invitación brotaba hace unos días de labios del cardenal Antonio Cañizares mientras nos ofrecía este mensaje-campanada: “La ausencia de Dios es el drama de nuestra época. Por ello, el deber prioritario de la Iglesia y de los cristianos es testimoniar a Dios”. Lo entendieron perfectamente los obispos españoles cuando en la década de los 80 publicaron aquel inolvidable documento Testigos del Dios vivo: “Hemos de hacer presente en nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad, la realidad del Dios vivo”.

4. El secreto de la tranquilidad está en la confianza: “Nada te turbe, nada te espante, / todo se pasa. Dios no se muda; / la paciencia todo lo alcanza: quien a Dios tiene nada le falta. / Sólo Dios basta”.

5. El secreto de la reconstrucción del hombre está en la conciencia personal: “La conciencia es la voz de Dios en el corazón del hombre, un espacio sagrado”, aseguraba el ya beato cardenal Newman. “El hombre actual está desorientado, desgarrado, como si sus capacidades y aptitudes se hubieran desconectado entre sí; hay que reconstruir las fracturas del hombre”, manifestaba hace unos días el obispo de Bilbao, Mario Iceta.

6. El secreto de la eficacia está en el testimonio: La voz de Pablo VI sigue resonando como campanada esencial: “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los que enseñan es porque dan testimonio”.

7. El secreto de la Biblia está en las palabras del Apocalipsis: “¿No ves que estoy llamando a la puerta? Si alguien oye mi voz y la abre, entraré en su casa y cenaré en su compañía”.
El Abbé Pierre colocó estas palabras en la entrada de las residencias de los Traperos de Emaús: “Entra. Te esperábamos”.

8. El secreto de la espiritualidad está en las palabras de la Madre Teresa de Calcuta: “En cada ser humano, veo el rostro de Cristo. ¡No importa lo que hagas, sino cuánto amor pones en hacerlo!”.

9. El secreto de la santidad nos lo revela san Agustín: “No temas la llegada de tu Dios, no temas su amistad. No te constreñirá cuando llegue. Por el contrario, te ensanchará”.

10. El secreto de la esperanza brotaba de unos labios agonizantes, los del protagonista del Diario de un cura rural, cuando susurraba: “Ya todo es gracia”. Lo leemos en el Eclesiastés: “Todo es don de Dios”. La última campana de nuestras vidas está en las manos del Señor Jesús, que estos días se nos presente como Niño en el portal de Belén.

En el nº 2.735 de Vida Nueva.

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