La noche y la misericordia

Carlos Amigo, cardenal arzobispo emérito de SevillaCARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

“La fe no puede quedarse en una contemplación idealista de un tiempo nuevo, sino que ha de buscar por todos los medios posibles que el reinado de Dios, que lo es de justicia y de paz, llegue cuanto antes a la humanidad…”

Es decir, la Navidad. Pues, en esa noche de los tiempos, nació el Misericordioso. Con Él vino la luz. También el mandamiento de la misericordia, que es brillo y garantía de autenticidad para un comportamiento ajustado a la buena noticia que se anuncia para las gentes de buena voluntad y a las que tanto ama Dios.

Era un buen consejo el que no dejaban de repetir los sabios maestros espirituales: “En la noche, no te olvides de los quehaceres de la misericordia”. Ninguna tiniebla podía dejar en la penumbra esa luz tan grande del amor de Dios, deseoso siempre de hacerse presente en los más pobres y desasistidos.

Noches son muchas. Ahora estamos pasando por una de ellas. Dura, y que hace sufrir a tantas personas. Esa situación crítica de la falta de trabajo, de recursos para llevar adelante a la familia, de frustración personal, de miedo y desesperanza ante un futuro que no se ve precisamente feliz.

Si es tiempo de noche, para el cristiano lo tiene que ser de misericordia. De buscar lo mejor que puede haber en cada uno y ponerlo a disposición de los demás. De ejercer con responsabilidad el mandamiento del amor al hermano, de practicar la limosna con generosidad, de tender la mano y ofrecer razones de esperanza para el que se siente derrotado, de ofrecer sin imposición la fe que se tiene y dar a entender a nuestro prójimo que Dios existe y es bueno, aunque las circunstancias nos hicieran pensar que se había olvidado de este mundo.

De ninguna de las maneras se puede consentir, en esta lucha por el reconocimiento del derecho y del amor fraterno, que triunfe la injusticia, la exclusión, el miedo y la desesperanza. La fe no puede quedarse en una contemplación idealista de un tiempo nuevo, sino que ha de buscar por todos los medios posibles que el reinado de Dios, que lo es de justicia y de paz, llegue cuanto antes a la humanidad. Mientras esperamos, trabajamos.

Muchas son las tinieblas que pueden llegar. Pero habrán de encontrarnos con las lámparas bien encendidas para saber cómo defenderse y actuar ante la oscuridad. Como cristianos, no tenemos otras armas que la fe en Jesucristo y en los mandatos que de él hemos recibido, entre los que resplandece el de la caridad fraterna. No nos pidáis, por tanto, que os demos otro pan sino aquel del que nosotros nos alimentamos.

Noche llena de luz es esta de la Navidad, y el resplandor que de ella sale es el del Misericordioso y de la misericordia. Si llenamos de luces y adornos nuestra casa, no es para jugar a la evasión durante unos días, sino para resaltar la esperanza que se nos ha dado. Cristo ha llegado y Él es nuestra esperanza. Si no fuera así, las celebraciones de Navidad parecerían una frivolidad y hasta un pecado de sarcasmo, de una malvada ironía. Si encendemos luces y expresamos buenos deseos, con ello se quiere poner el signo de una esperanza activa y eficaz, que no olvida a los pobres, precisamente porque la estrella de Navidad lo hace recordar de una manera más evidente.

En el nº 2.876 de Vida Nueva. Sumario del número especial

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