Cuestión de prioridades…

(José María Rodríguez Olaizola, SJ- sociólogo jesuita)

“Quieren cambiar el mundo, pero también un margen de beneficios con el que rendir cuentas ante los suyos. Quieren acabar con las armas, pero sin arruinar a la industria armamentística. Quieren que consumamos menos energía, pero en su casa eso no rige”

Lo veo y no lo creo. Una multinacional eléctrica se publicita con el eslogan de que hay que cambiar el mundo. Los fundadores de Google dicen que su objetivo con las nuevas tecnologías es humanizar la sociedad. El ejército se publicita con imágenes de ONG. Los poderosos firman documentos y planes ambiciosos para erradicar el hambre, las minas, el cambio climático…

Y digo yo, si todos estamos de acuerdo, ¿por qué las cosas siguen como están? ¿por qué el mundo no se hace más humano para los que sufren en condiciones inhumanas?

Se me ocurren varias posibilidades.

La primera, un poco escéptica. En la mayoría de los casos, esas declaraciones son puro marketing destinado a captar la benevolencia de los clientes o de los votantes. A veces me inclino por esta opción.

Pero otras veces quiero imaginar que no es pura manipulación, que de verdad hay buena voluntad detrás de todo esto. ¿Qué ocurre entonces? Que esas empresas, personas, líderes, políticos o instituciones desean eso, sí. Pero también luchan por otros objetivos, a menudo contradictorios con lo anterior. Quieren cambiar el mundo, pero también un margen de beneficios con el que rendir cuentas ante los suyos. Quieren acabar con las armas, pero sin arruinar a la industria armamentística. Quieren que consumamos menos energía, pero en su casa eso no rige.

La cuestión es que no se puede querer todo. Que las buenas palabras son fáciles de decir. Y si van acompañadas de una guitarra, pueden sonar hasta pegadizas. Lo difícil es volver esos objetivos tu meta número uno. Lo difícil no son las causas que abrazas y con las que te muestras solidario, sino deshacerte, en el camino, del lastre y las barreras que impiden luchar de verdad por ello. Al final es sólo cuestión de prioridades…

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