Brotes verdes en la Iglesia

(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)

Mucho se habla de brotes verdes que, referidos a la economía, dicen que se advierten. Con lenguaje bíblico, Zapatero nos invita a mirar las yemas de las higueras para saber que la primavera está cerca y el bochorno para detestar el chaparrón. España está como el olmo seco de Machado, que espera “un milagro de la primavera”. Brotes verdes en sequía pura y dura. También hoy hay que mirar los brotes verdes en la Iglesia, tan denostada injustamente por fuera y acusada de ser un erial con plantas obsoletas. Pero también tan encorsetada por dentro, atrincherada en un largo y duro invierno. Hay brotes verdes en la generalidad de la Iglesia. Los hay en la mano silenciosa que trabaja junto al dolor o en los proyectos de muchas personas que en estos días ayudan a las víctimas de cualquier injusticia. Los brotes verdes en las misiones y en los hospitales; los brotes verdes en las colas de las iglesias esperando pan. No hay que cerrar los ojos a los brotes verdes de la fidelidad sacerdotal y de la recia y madura postura de muchos laicos que han entendido su labor eclesial no a la contra de la jerarquía, sino trabajando como pueblo de Dios, con carismas distintos, codo a codo con los religiosos y haciendo Iglesia. Hay brotes verdes en la mano que limpia la lágrima y en la voz que serena el ánimo. Yo he visto muchos brotes verdes que no salen en la prensa y que cada día rompen con su propia fuerza las costras que va dejando el invierno de caras tristes que se ha apropiado de la Iglesia y la ha encerrado en la estrecha mazmorra que su miopía ha construido con tanta soberbia.

Publicado en el nº 2.690 de Vida Nueva (del 9 al 15 de enero de 2010).

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