Amor y desahucios

EDUARDO CIERCO. POZUELO DE ALARCÓN (MADRID) | Recibo una inmensa alegría cristiana ante la detallada noticia que Vida Nueva nos brinda en la página 16 del número 2.803: un grupo de sacerdotes y religiosos emprende una cruzada contra esos desahucios sin corazón que llenan cada día las páginas de los diarios, las imágenes de telediarios, las redes sociales… y contra las que hasta ahora solo se había levantado el meritorio 15-M.

En los Estados Unidos y otros países sí existe por lo menos la dación en pago. Pierdes el piso, pero saldas la deuda. No te ves obligado a seguir pagando la hipoteca de una casa que ya no habitas. El futuro queda más despejado para rehacerse.

Aquí, gobiernos y cámaras no lo legislan para que no quiebren los balances de los bancos que se lucraron sin previsión con la borrachera del ladrillo. Ellos tienen la culpa por su codicia, pero quien se queda en la calle es el ciudadano y sus hijos. Marx dijo que “la religión es el corazón de un mundo sin corazón”. El mundo “sin corazón”, sin amor, es el capitalismo desenfrenado que padecemos.

Como se dice atinadamente en El manifiesto de Cartagena: “El derecho a una vivienda digna es un derecho humano recogido por la Doctrina Social de la Iglesia”. Y por la Constitución Española de 1978. Art. 47: “Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada”. Amén de sumarse a la “iniciativa legislativa popular” contra los desahucios y utilizar púlpitos y parroquias para esta iniciativa, a la vez de amor y justicia.

Los cartageneros y afines deberían conseguir que 50 diputados o senadores de izquierdas o católicos –por ejemplo, de Unió– firmasen un recurso de inconstitucionalidad para abolir los desahucios. Modo jurídico habrá de encauzarlo. Y si los banqueros de suyo no rectifican, que no insulten a la Iglesia asistiendo a misa, organizando bautizos, comuniones, confirmaciones, bodas y funerales.

En el nº 2.807 de Vida Nueva.

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