¿Cepillo o sobre?

cepillo de la Iglesia, dinero en un cesto

JOSÉ LUIS PALACIOS | En Guadalajara, José Benito Sánchez, junto con otros cuatro compañeros, atiende una cincuentena de parroquias de la zona de Molina de Aragón, la mayoría con menos de 100 habitantes cada una.

En su opinión, “no hay demasiada conciencia en los pueblos” de la necesidad de contribuir al mantenimiento de la Iglesia. Lo explica por “la historia pasada de los pueblos, donde la gente no tenía mucho dinero y veía que la Iglesia no necesitaba demasiada ayuda. Es cierto que, actualmente, la mentalidad ha cambiado, pues se sabe que la Iglesia tiene menor poder adquisitivo que la sociedad civil”.

Tiene claro este joven sacerdote que “lo fundamental debe ser la acción pastoral, y con esta, la caridad a los más pobres, y después, el mantenimiento de estructuras, no demasiadas”.

Las comunidades del mundo rural no nadan precisamente en la abundancia. “Hay muy poco movimiento de capital: los gastos de mantenimiento, gestión y acción caritativa”, explica José Benito Sánchez, quien comenta que “los fieles se implican puntualmente en la gestión de la parroquia, existiendo consejos económicos en solo algunas”. Aunque reconoce que “la dificultad mayor es la escasez de fieles, que en su mayoría, de edad avanzada”.

Por el momento, estos sacerdotes del mundo rural no se plantean acabar con los cepillos y las colectas, al considerarlo, un modo en que “los fieles reconocen el trabajo del sacerdote y la necesidad de ayudar a las necesidades básicas de la Iglesia. En muchas personas, existe la idea de ayudar a “su parroquia” y cuesta más concienciar sobre ayudar a la Iglesia universal”.

Una casa entre todos

Florentino Escribano, párroco de Guadalupe, en Cáceres, lo fía todo a la comunidad. Desde el principio, allá por el año 1982, “se pusieron las bases para crear una comunidad significativa, también en lo económico. Las personas siempre por delante del edificio”.

Se creó una bolsa común con un equipo de administración, se decidió no cobrar nunca por nada, no pasar las bandejas en las celebraciones y se empezó una campaña a largo plazo, para concienciar a la gente, con encargados de los bloques de viviendas, reuniones, hojas informativas, folletos…

iglesia vacía, parroquia de Guadalupe en Cáceres

Parroquia de Guadalupe (Cáceres), donde toda la comunidad se implica en su sostenimiento

“Los primeros tres años no había ni siquiera un barracón. A los tres años se compró un prefabricado, se acondicionó con muebles de segunda mano que alguien desechaba y, cuando se pudo, se comenzó a construir el templo, pagando solo lo imprescindible, las licencias, la hipoteca, el proyecto, con mano de obra voluntaria”, recuerda Florentino.

“A medida que la gente veía lo que se hacía, iba creciendo esa mentalidad de compartir, de construir una casa entre todos y para todos”, explica este sacerdote, quien no puede evitar rescatar de la memoria el hecho de que la hipoteca se llegó a pagar antes de tiempo –sin dejar de enviar dinero a unas comunidades de Brasil y dedicar otra parte a la atención social– y decir con orgullo que, una vez levantado el templo, “los fieles no se borraron, sino que mantuvieron sus domiciliaciones y sus donativos”.

No se le escapa a Florentino que aquello fue posible primero porque “había un cura que había estado en Brasil, Juan Carlos Castro, que venía empapado del espíritu de las comunidades, que confiaba en los procesos de futuro y porque era la época del inicio de la democracia y también de la apertura de la Iglesia con la puesta en marcha del Concilio Vaticano II”.

Todavía hoy se sigue sin cobrar los servicios religiosos, sin pasar el cepillo. “Hasta se devuelve a las familias de los difuntos el dinero que a veces las aseguradoras dan a la parroquia para celebrar los funerales”.

“A muchos les llama la atención que podamos vivir así, si no pedimos nada. Esto se debe a la formación teológica de la gente, al ambiente de colaboración, al ir todos a una”. Por eso insiste que, cuando de verdad se confía en la comunidad, no hace falta esa gestión del dinero “por si acaso”.

“Como yo lo he vivido y lo he visto, soy de los que piensan que lo económico, dentro de la dificultad que tenemos todos hoy en día, es lo más fácil de entre lo más complicado”, sostiene.

En el nº 2.799 de Vida Nueva.

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