Teología y universidad civil: ¿incompatibles?

(Vida Nueva) ¿En qué medida los estudios de Teología pueden tener cabida hoy en día en la universidad civil? El inicio de curso vuelve a reabrir un viejo debate que suscita diferentes opiniones. La revista Vida Nueva ofrece dos de esas visiones, la de Vicente Vide Rodríguez y Armand Puig i Tàrrech.

Una presencia difícil pero necesaria

(Vicente Vide Rodríguez– Director del Instituto Superior de Ciencias Religiosas de la Universidad de Deusto y de la Diócesis de Bilbao) El Espacio Europeo de Educación Superior constituye un verdadero desafío y, a la vez, una oportunidad para replantear la presencia de la Teología en el ámbito universitario. La adhesión de la Santa Sede a las Declaraciones de Bolonia y Berlín en septiembre de 2003 comporta una vinculación cada vez mayor de los estudios de Teología al carácter y rango universitario de los mismos, que se concreta en elementos tales como el suplemento al diploma, el sistema de créditos europeos (ECTS) y el certificado de calidad académica. Si queremos que la teología sea una reflexión seria, rigurosa y significativa en el momento cultural actual, entonces no puede permanecer al margen de un entorno universitario. Decía Benedicto XVI en Ratisbona, durante su viaje a Alemania en septiembre de 2006, que las facultades de Teología, interrogándose sobre la racionalidad de la fe, realizan un trabajo que necesariamente forma parte del todo de la universidad de las ciencias.

Es verdad que en el contexto español resulta difícil la presencia de la teología en las universidades civiles, sobre todo por el peso histórico de tantos años de alejamiento de la teología del ámbito civil. En cambio, contamos con universidades de la Iglesia en las que el estudio de la teología se pone fácilmente en relación con los demás saberes universitarios, y los medios y posibilidades de una calidad académica son mayores respecto a los ámbitos de estudio de la teología fuera de centros universitarios. Por ello, convendría favorecer y potenciar la vinculación estrecha y efectiva de los estudios de Teología con las universidades de la Iglesia.

También resulta difícil hoy en día la presencia de la teología en las universidades civiles por ciertas actitudes que se dan en nuestro entorno. Por una parte, actitudes de recelo por parte de ciertas instituciones eclesiales y, por otra, actitudes laicistas y cientificistas por parte de ciertas instituciones universitarias que excluyen la reflexión teológica del ámbito racional y civil. Con todo, durante estos últimos años se han introducido en algunas universidades civiles estudios sobre el hecho religioso, cátedras de las religiones y diversas titulaciones en el área de las Ciencias de las Religiones. Es un paso importante de cara al reconocimiento del estudio científico del hecho religioso en el área de las Humanidades y las Ciencias Sociales. Ciertamente, la teología no puede reducirse a las Ciencias de las Religiones ni a las ciencias humanas y sociales, ya que ello supondría la pérdida de su especificidad, pero tampoco puede permanecer al margen, ya que entonces sería prácticamente imposible el diálogo entre la fe y la razón en nuestra cultura actual.

Actualmente, los grados académicos de Teología tienen efectos civiles. Pero sería deseable que también pudieran ofertarse los estudios de Teología como estudios oficiales en paridad con los demás títulos universitarios, como sucede en varias universidades civiles europeas. Esto no es nada fácil hoy en día y tiene sus inconvenientes y problemas de diversa índole, precisamente por la especificidad de la teología en cuanto reflexión elaborada desde la fe cristiana, además de otras razones ya señaladas. Por ello, convendría aumentar los acuerdos con universidades civiles, tal y como ya se viene haciendo, para intensificar el número de asignaturas y cursos que pueden seguir los universitarios, y que les sean reconocidos en sus respectivos estudios como créditos europeos (ECTS). En este sentido, el Espacio Europeo de Educación Superior, al pivotar sobre las competencias y sobre una metodología activa y práctica por parte del estudiante, favorece la posibilidad de incorporar en el marco actual de la formación universitaria competencias tradicionalmente presentes en los estudios de Teología, como la metodología en forma de seminarios, la investigación o la formación en los valores del humanismo cristiano. Asimismo, el Espacio Europeo podría facilitar la relación de las universidades civiles españolas con universidades civiles de otros países europeos, en las que están presentes los estudios de Teología.

Esperemos que la inserción de la teología en el espacio universitario europeo vaya abriendo caminos para que sea una realidad la convicción que ya existía en las universidades alemanas cuando era profesor de Teología Joseph Ratzinger, el ahora papa Benedicto XVI: “En el conjunto de la universidad existía la convicción, que nadie ponía en discusión, de que incluso frente a un escepticismo tan radical seguía siendo necesario y razonable interrogarse sobre Dios por medio de la razón y que se debía hacer en el contexto de la tradición de la fe cristiana” (Discurso de Ratisbona, 2006).

No hay razones para marginarla de la universidad

(Armand Puig i Tàrrech– Decano de la Facultat de Teologia de Catalunya) La universidad moderna es hija de la Ilustración y, en los siglos XIX y XX, se configura a menudo al margen y hasta en contra de la Iglesia. En los países latinos, uno de los frutos de esta posición es la ausencia de la teología de los estudios universitarios. La teología queda relegada a un estatus no universitario en la medida en que su función pasa a ser intraeclesial, es decir, se ordena exclusivamente a la formación intelectual de los futuros sacerdotes, pertenezcan éstos al clero secular o al clero regular. Es lógico, pues, que en el siglo XXI la teología reivindique su identidad universitaria, que la historia le dio desde la fundación de la Universidad de París en el siglo XIII.

Hasta el momento, tres eran las fórmulas para garantizar que la teología estuviera presente en la universidad: las cátedras de Teología Cristiana o de Cristianismo Primitivo, las cátedras de Historia de las Religiones y la plena integración de las facultades de Teología en las universidades siguiendo el modelo alemán. Según este modelo, surgido del concordato de Napoleón a principios del siglo XIX, el Estado considera que las facultades de Teología poseen el mismo nivel de derechos y deberes de cualquier otra facultad de la universidad pública, y reconoce a las autoridades eclesiásticas (católicas y protestantes) la concesión de la venia docendi o “permiso para enseñar” a los profesores.

Este modelo de la plena integración de la teología como conjunto de estudios impartidos por una facultad se realiza sin mayores problemas en el caso de las universidades católicas y pontificias, donde el Gran Canciller -un obispo o un superior de una congregación religiosa- asegura que la Facultad de Teología se beneficie de un apoyo pleno y eficaz. Pongo el ejemplo de la Universidad Católica de Santiago de Chile, una institución de gran prestigio en América Latina, donde la Facultad de Teología acaba de inaugurar unas instalaciones extraordinarias y donde el cuerpo docente (en el que hay bastantes profesores laicos) está respaldado por el Gran Canciller (el cardenal de Santiago), con resultados harto satisfactorios. Este modelo se aplica, con características propias, en diversas facultades ibéricas: Comillas, Deusto, Lisboa, Salamanca…

El problema se formula con mayor agudeza en relación a la universidad pública o privada no confesional. Y es aquí donde, a mi entender, se va a abrir una puerta muy interesante como resultado de la progresiva aplicación del llamado Proceso de Bolonia o Espacio Europeo de Educación Superior. Me refiero a la posibilidad, alentada y promovida por este Proceso, de organizar másters conjuntos entre las facultades de Teología y las universidades. En el segundo ciclo va a situarse la posibilidad del “reingreso” de la teología en la universidad, a través de la fórmula de los másters, que configuran este segundo ciclo de los estudios universitarios. Las facultades de Teología católica pueden ofrecer propuestas en campos tan variados como la historia, la Biblia, las religiones, el mundo antiguo, las lenguas, el derecho, la ética. Estas propuestas van a conllevar el trabajo conjunto de profesores de diversas instituciones universitarias, enrolados en un determinado máster, y, a la vez, pueden abrir la puerta de la teología católica a los alumnos de las universidades civiles. Naturalmente, todo dependerá de: a) el interés y el rigor de las propuestas formuladas por las facultades de Teología; b) la capacidad de tender puentes de investigación por parte de estas facultades y por parte de una universidad que debería abandonar de una vez el “síndrome anticlerical”, más bien propio del siglo XIX.

Queda una última cuestión: el reconocimiento pleno de las facultades de Teología -no sólo de los títulos que confieren- por parte del Estado. A mi entender, la confesionalidad no debería ser ningún impedimento. Un Estado laico debe calibrar si los estudios de una determinada área del saber se imparten con el nivel universitario requerido y con la “libertad suficiente de cátedra”, en nuestro caso con una libertad real y a la vez supervisada por la autoridad eclesiástica, es decir, ejercida por profesores en comunión con la fe de la Iglesia. Ésta es la razón por la que en muchos países europeos, empezando por Alemania, las facultades de Teología llevan un epíteto (católica, protestante, ortodoxa), como también lo llevan en otras latitudes (islámica, por ejemplo). La teología es necesariamente un discurso “científico” sobre la fe, y esta fe postula y exige una confesión determinada. No hay, pues, razones para marginar a la teología católica de la universidad, si las facultades de Teología aseguran un nivel plenamente universitario.

En el nº 2.630 de Vida Nueva.

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