¿La Iglesia no trata igual a sus hijos?

(Esteban Martínez Marcos– Madrid) En el n° 2.698 de Vida Nueva, el sacerdote y párroco Javier Sánchez, bajo el título “La Iglesia no trata igual a sus hijos” hace en una carta una acusación general, que, por ello, es injusta para la Iglesia. Injusta si se refiere a todos los que formamos nuestra Iglesia. Si se refiere a un sector o grupo determinado, debería especificarlo y justificarlo mejor.

Parece que quiere equiparar el caso de las víctimas del aborto con el de los sufrimientos de los presos y sus familias. Desearía que la Iglesia convocase manifestaciones públicas a favor de éstos. Los valores que están en juego no permiten, en recta moral, equiparar en todo a unos y a otros. No es lo mismo asesinar a unos inocentes e indefensos por el ‘crimen abominable’ del aborto (GS, 51), que no remediar (¿?) el sufrimiento moral de unos presos vivos, que tienen voz para denunciar su situación.

Pero hay algo más: los principios básicos de moral urgen a la Iglesia a atender con justa prioridad a las víctimas del aborto antes que a los presos que sufren. Dios ha establecido el mandamiento “No matarás”; y vemos que el Gobierno, dejando de lado el precepto divino, dicta una ley permisiva que exime de toda culpabilidad social y pública a los que cometen ese crimen horrible, en el que tantos miles y miles de seres humanos inocentes e indefensos son masacrados y triturados en el seno de la propia madre y echados al cubo de la basura; y esto, alegando unos hipotéticos y falsos derechos de la madre frente a los del feto asesinado. La Iglesia, por la misión recibida de Dios, no puede callar ante ese atropello de la Ley de Dios, que subvierte los principios más fundamentales de la verdadera moral. Tiene que denunciar y poner en acción todos medios legítimos para denunciar la mentira y la grave injusticia de esa la ley de las autoridades civiles, contraria al mandamiento de Dios.

El caso de los presos y sus familias, quizás el Estado no atienda sus derechos legítimos, como sería su deber. Pero no ha hecho una ley que permita dejarles morir o que se les mate impunemente. Y además: aparte de los que trabajan a sueldo en las cárceles, ¿hay algún colectivo o grupo social ajeno a la Iglesia que se preocupe tanto de llevarles consuelo y alivio, como ella lo hace por sus fieles e instituciones, en respuesta de caridad cristiana al dicho del Señor “Estuve en la cárcel y me visitasteis”?

No se niega que la Iglesia, como humana que es, tenga deficiencias. Pero tengamos caridad evangélica con ella, “nuestra madre”. Más que echárselas en cara de modo tan general, ¿no tendríamos que pedir también perdón algunos de sus hijos por la manera tan desigual como la tratamos a ella?

En el nº 2.701 de Vida Nueva.

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