¿Un ‘clergyman’ o una cruz?

(Enrique Poittevin, sacerdote- Correo electrónico) He leído con mucho interés el artículo Signos de los sagrado en una sociedad secularizada (Vida Nueva, nº 2.659). Estoy de acuerdo con que el sacerdote debe tener un signo distintivo que permita reconocerlo fácilmente. No comparto los argumentos de Fernando Bravo, que defiende la tesis opuesta. Pero me parece que el problema no está bien planteado. Hace falta un signo distintivo, cierto, pero ¿cree que el cuello romano significa realmente la consagración a Jesucristo en el estado sacerdotal?

Tengo 72 años y llevo 47 de sacerdote. Me ordené en 1962, meses antes de que empezara el Concilio. Llevaba sotana, como todos los sacerdotes de entonces. Cuando se autorizó el clergyman, lo utilicé… pero pronto cambié el cuello romano por una cruz y, desde aquel tiempo, la llevo todos los días de mi vida. Todo el mundo me reconoce así como sacerdote. La cruz del Señor, ¿no es más representativa de la consagración a Dios que un rectangulito blanco?

Hay sacerdotes que no quieren manifestar su estado sacerdotal en la calle. Los respeto, pero no comparto su posición. Hay muchos otros, y formo parte de ellos, que quieren que se les reconozca, pero que no pueden soportar este “cuello romano”, que no significa nada y parece salir de los salones del siglo XVII (igual que la sotana que yo he llevado en el seminario). Creo que está aquí la razón principal del desafecto del clero por el clergyman.

Me dirán que la gente está acostumbrada al cuello romano. Cada vez menos; algunos, sí, saben su significado, pero hay cada vez más para quienes eso no significa nada, sino un disfraz raro y de otro tiempo.

Y la cruz se puede llevar con todo tipo de ropa, tanto “chaqueta y corbata, como vaqueros”, y efectivamente el sacerdote debe estar tan cerca de unos como de otros.

Si voy con un cuello romano en un barrio marginal y pobre, parezco venir de otro planeta; si voy vestido como ellos, pero con una cruz, todos me reconocen como discípulo de Jesucristo y soy uno de ellos.

Repito que la dificultad para la mayoría de los sacerdotes no es el signo distintivo, sino “este” signo, que no significa nada y muchas veces es un obstáculo.

Si en cada diócesis o conferencia episcopal se propusiera una cruz, bastante grande, invitando a los sacerdotes a que la llevaran, creo que el problema avanzaría mucho. Sin impedir, por supuesto, que los que prefieran el cuello romano lo utilicen.

En el nº 2.680 de Vida Nueva.

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