Libros

¿Ser todavía cristianos?


Un libro de Jesús Espeja (San Pablo, 2009). La recensión es de Alfonso Novo.

libro-c2bfser-cristianos

 

¿Ser todavía cristianos? En una sociedad laica y plural

Autor: Jesús Espeja 

Editorial: San Pablo 

Ciudad: Madrid

Páginas: 208 

 

(Alfonso Novo) Es posible ser cristiano en la España actual? La pregunta plantea la situación presente de la Iglesia española y de los cristianos dentro de una sociedad en la que el cristianismo ya no es un dato obvio. No se trata de una persecución contra el cristianismo -por más que así se expresen algunos nostálgicos de una situación en la que las decisiones eclesiásticas repercutían en el orden social-, sino de un nuevo panorama cultural en el que no sólo la religión católica, sino el propio Dios, parecen estar de más. 

Como en todo proceso histórico, las raíces del cambio del perfil socio-religioso en España son múltiples, y no siempre fáciles de individuar, pero ha habido al menos dos grandes acontecimientos que han ejercido una influencia imposible de exagerar: la celebración del Concilio Vaticano II, hace ya más de cuarenta años, y el proceso de transición política desde un régimen de unidad nacional hacia un sistema democrático, y que tiene como evento emblemático, aunque no único, la aprobación de la Constitución en 1978. Es sumamente interesante seguir las actuaciones y declaraciones de los obispos españoles, tanto en el plano individual como en los documentos de la Conferencia Episcopal, durante esos años para advertir un cambio desde lo que se ha llamado el nacionalcatolicismo hacia una nueva mentalidad sobre el papel del cristiano y de la Iglesia en una sociedad plural.

El libro de Jesús Espeja no es ni un estudio histórico ni un análisis sociológico, aunque algo de ello hay, sino más bien la reflexión de un cristiano y teólogo que, desde la experiencia de aquellos años, se pregunta por la posibilidad no sólo de subsistencia, sino de significatividad, del mensaje cristiano en un mundo donde no parece tener ya cabida. Pero es imposible proyectar un futuro sin una valoración del pasado, y de esto también hay mucho en el libro. Aun reconociendo errores y exageraciones, la mirada retrospectiva sobre la actuación de la Iglesia en ese cambio de configuración social arroja un balance positivo, y no se oculta la admiración hacia los presidentes de la Conferencia Episcopal de aquel período de transición política y eclesial, Tarancón y Díaz Merchán.

Purificar el mensaje

Cuando se oyen voces que acusan al Episcopado de aquellos años de haber provocado una desmembración en la Iglesia y una descristianización de la sociedad, Espeja valora ponderadamente los aspectos positivos de la laicidad, que ha de aceptarse no como un mal necesario, sino como una exigencia de la convivencia en una sociedad donde ya no existe una religión que se identifique con la nación. La laicidad está exigida por la pluralidad. Renunciando a juegos de poder, que algunos parecen añorar, la función del cristiano debe adoptar una dimensión profética, que ha de empezar desde dentro, para purificar un mensaje cristiano mezclado tantas veces con un modelo imperialista de Dios o con una visión dualista y maniquea de la realidad, y para recuperar el sentido fraternal de la Iglesia.

Posiblemente, el punto más conflictivo respecto a la presencia pública de la Iglesia en una sociedad laica afecta a la cuestión ética. Dada la pluralidad ideológica, hay que partir de unos principios comúnmente admitidos que puedan fundamentar una moral secular. No se trata de un relativismo carente de valores y normas, pero tampoco de un orden fijo cerrado a toda revisión. “En efecto, la ética secular -escribe el dominico Espeja- no parte de un orden previamente formulado que se debe mantener, sino de un desorden establecido que se debe cambiar, porque atenta contra la dignidad humana” (p. 100).

Aunque a veces se agradecería mayor rigor en los análisis históricos (piénsese en el uso un tanto indiscriminado del término “nacionalcatolicismo”) y en el empleo de las etiquetas (como sucede con el abuso de la fórmula “dualismo maniqueo”), la obra de Espeja constituye una visión esperanzada del papel del cristiano en un mundo felizmente plural, y que complementa de forma refrescante a los panoramas sombríos que pintan analistas más pesimistas, tal vez nostálgicos de un pasado que, al fin y al cabo, ni fue tan bueno ni, en definitiva, podrá nunca volver.

En el nº 2.665 de Vida Nueva.

Actualizado
19/06/2009 | 10:50
Compartir