Arzobispo de Quito encabeza la ceremonia de los 150 años de consagración de Ecuador al Corazón de Jesús

Una celebración propicia sobre todo cuando este país pasa por una crisis de seguridad sin precedentes desde inicios de 2024 por cuenta de la violencia de las mafias

Alfredo José Espinoza Mateus, arzobispo de Quito

Ecuador celebró los 150 años de la consagración de este país al Sagrado Corazón de Jesús con una ceremonia presidida por Alfredo José Espinoza Mateus, arzobispo de Quito, en la basílica del Voto Nacional.



“Hoy renovemos nuestra confianza en el Señor. Sabemos que la victoria final no es de los que matan, ni nuestra vida estará segura aliándonos a los poderosos de este mundo”, expresó el prelado durante la homilía.

Sobre todo cuando este país pasa por una crisis de seguridad sin precedentes desde inicios de 2024 por cuenta de la violencia de las mafias, por eso – comentó Espinoza – ante lo que “vivimos hoy, no nos desesperemos, no caigamos en la tentación de ponernos del lado de los que matan”.

Autoridades civiles estuvieron presentes, entre estos, Pabel Muñoz, alcalde de Quito como también asistieron obispos, sacerdotes y comunidades religiosas de esta jurisdicción.

Entrar juntos

El arzobispo de Quito recordó que los 150 años de la Consagración de Ecuador al Corazón de Jesús implica “ir contra el pecado de la indiferencia que puede anidar en nuestro corazón”, ni “encerrar al Señor en nuestras vidas ni encerrarnos nosotros en el Corazón de Jesús”.

Frente a la violencia, terrorismo, narcotráfico, corrupción, muerte, secuestros, extorsiones y lágrimas de inocentes – al igual que el pueblo de Israel en el antiguo testamento – “Dios escuchó con su corazón el clamor de su pueblo. No fue una escucha pasiva. Dios emprendió una historia de liberación de su pueblo”.

Asimismo indicó que “nadie puede entrar solo al Corazón de Jesús”, por lo que es importante “hacerlo en comunión, caminando juntos” para crear fraternidad “comprometernos por el otro, a entrar juntos en el Corazón del Señor”.

La renovación “no es un privilegio”, sino que debe ser un don para “levantar nuestro corazón agradecido al Señor de la vida, y al mismo tiempo, nuestro corazón amado y renovado por el amor de Jesús que nos lleva a la tarea de inclinar no solo nuestras manos, sino el corazón mismo para servir al otro”.

Foto: Arquidiócesis de Quito

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