Gerardo Ernesto Salas Arjona: “Nos toca reconstruir Venezuela”

obispo de Acarigua-Araureha

Gerardo Ernesto Salas Arjona (Bailadores, Mérida, 1966) es desde el 5 de noviembre obispo de Acarigua-Araure, perteneciente a la provincia eclesiástica de Barquisimeto (Venezuela). El prelado, formado en la Arquidiócesis de Mérida, se curtió en la Subsecretaría de la Conferencia Episcopal Venezolana desde 2016 hasta que fue nombrado obispo.



Aprovechando su visita a España, ha participado en la Semana de Teología Pastoral del Instituto Superior de Pastoral y ha atendido a Vida Nueva para conversar sobre la actualidad eclesial y la emergencia humanitaria que sigue sufriendo Venezuela, que se acentúa aún más al interior del país, donde es pastor de una región con más de 800.000 habitantes y gran mayoría católica, aunque solo cuenta con 22 sacerdotes y 26 parroquias para atender a todos los fieles.

PREGUNTA.- Del 7 al 12 de enero han celebrado la Asamblea Plenaria del Episcopado, tras la que han publicado una exhortación en la que lamentan que la “crisis humanitaria” continúa, pese a los anuncios de crecimiento económico que llegan desde Miraflores…

RESPUESTA.- La situación no ha mejorado. La emergencia humanitaria sigue estando presente. Tenemos una población que huye del país, en este momento son ocho millones de venezolanos, y continúan saliendo. Hay emergencia humanitaria porque hay hambre, miseria y desnutrición en niños y en ancianos. Hay emergencia humanitaria porque hay problemas para el acceso a la educación: por un lado, la falta de maestros es una realidad y, por otro, muchos niños, adolescentes y jóvenes no pueden ir a la escuela porque no tienen transporte, no hay gasolina o no tienen ni siquiera un libro, un cuaderno o un lápiz. Sin embargo, todavía desde la Iglesia, con los colegios de tantas congregaciones religiosas, se sigue luchando para que los menores puedan estudiar y buscar un futuro mejor.

P.- De todos modos, no es lo mismo ser niño en Caracas que en Araure. ¿Son sus jóvenes los últimos de los últimos?

R.- Hay lugares de lugares en Venezuela. Caracas es el centro, que es una burbuja, exceptuando las periferias, donde sí se agudizan las problemáticas como en el centro del país. Nosotros tenemos menos apoyos, menos subsidios, menos manifestaciones de las bondades que debe tener el Estado para la formación. Al interno del país se sufre mucho más. En el llano central, donde me encuentro, las situaciones son difíciles, lo primero por el calor, luego por la pobreza que existe. Cunde la desesperanza, la desilusión y la frustración. El desgaste y el cansancio está presente en todas las personas, independientemente de la edad, porque no se le ve salida a esta realidad.

Elecciones

P.- En la exhortación de la Conferencia Episcopal Venezolana también se recordaba “la urgencia de las elecciones presidenciales como un ejercicio de democracia”. El 29 de enero se conoció que el Tribunal Supremo de Justicia inhabilitaba a la candidata opositora María Corina Machado. ¿Qué escenario se dibuja ahora?

R.- Esperamos que la situación mejore para bien de todos los venezolanos, los que estamos dentro y los que están fuera. Lo ideal sería que regresen los que se han ido y que apostemos por el país. El problema no es un cambio de personas, sino de sistema, que, de alguna manera, apueste por una Venezuela próspera, mejor, donde todos podamos opinar y disentir para apostar por el progreso. Somos un bello país. Ahora nos toca reconstruir Venezuela entre todos. La Iglesia acompaña y anima al Pueblo de Dios, a los hombres y mujeres de buena voluntad, para que pensemos, que reflexionemos y que no nos dejemos llevar por el sentimiento, sino por la inteligencia, discerniendo para colocar a una persona que verdaderamente quiera al país y le apueste al progreso.

P.- ¿Están siendo profética la Iglesia en su defensa del pueblo venezolano?

R.- La Iglesia ha sido una voz profética desde hace muchos años atrás –y sigue siéndolo–, porque el obispo, el sacerdote tiene el pulso de la realidad del Pueblo de Dios porque camina junto a él y está presente en medio de su gente. Somos venezolanos también y nos duele el país, nos duelen las circunstancias que están alterando el bien común y la imposibilidad de vivir en paz y felices

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