Unos ejercicios espirituales para sacerdotes al ritmo de san Carlos de Foucauld

Aquilino Martínez, responsable nacional de la fraternidad sacerdotal ‘Iesus Caritas’, comparte con ‘Vida Nueva’ esta veraniega propuesta

El sacerdote de la diócesis de Valencia Aquilino Martínez como responsable nacional de la fraternidad sacerdotal ‘Iesus Caritas’, vinculada al espíritu de san Carlos de Foucauld, convoca, un año más, una tanda de Ejercicios Espirituales destinados a sacerdotes y diáconos para la última semana de agosto. Una propuesta que estará animada por José Vilaplana, obispo emérito de Huelva y que se desarrollará del 20 al 26 en la casa de espiritualidad de las religiosas javerianas de Galapagar. Martínez comparte con ‘Vida Nueva’ el trasfondo de esta consolidada propuesta.



Una vida en búsqueda

PREGUNTA- ¿Qué puede aportar la experiencia de san Carlos de Foucauld a los Ejercicios Espirituales?

R.- Unos ejercicios espirituales siempre son una ocasión magnífica para distanciarnos eventualmente de lo habitual (en la espiritualidad de Foucauld diríamos, “de nuestro Nazaret”), silenciar de algún modo nuestra vida, entrar en nosotros mismos, y volver a poner lo importante en el lugar que le corresponde. La vida de San Carlos de Foucauld, después de su conversión, fue una permanente búsqueda de Jesús de/en Nazaret. Unos ejercicios espirituales, teniendo presente la experiencia de vida del hermano Carlos, son una llamada radical a volver a poner la mirada en Jesús, y a imitarlo: “Quien ama quiere imitar. Ese el secreto de mi vida: Perdí mi corazón por aquel Jesús de Nazaret y paso mi vida buscando cómo imitarlo, tanto como lo puede mi debilidad” (‘Carta del hermano Carlos a Henri Duveyrier’, 1890). En el estilo del hermano Carlos, ese deseo de imitación madura y se acrecienta en la meditación permanente de los evangelios. En nuestros Ejercicios Espirituales siempre hay una llamada a volver a poner los evangelios, las palabras de Jesús, en un lugar muy importante de nuestro sacerdocio.

P.- ¿Cuál es la propuesta concreta que se hace desde la Fraternidad sacerdotal Iesus Caritas cada año al final del verano?

R.- Hace décadas, desde el inicio de la fraternidad sacerdotal Iesus Caritas en España, que se están ofreciendo los Ejercicios Espirituales, no sólo a los sacerdotes de la fraternidad, sino a cualquier diácono y sacerdote que los pueda necesitar (yo me estrené siendo diácono). La dinámica no ha variado mucho desde los inicios. Los Ejercicios empiezan el domingo con la cena, seguida de una presentación del director de ejercicios, y una introducción del tema general a tratar (este año contamos con la dirección de don José Vilaplana, obispo emérito de Huelva). A partir de ahí, se anima a crear un clima de silencio respetuoso, así como de fraternidad sacerdotal. Intentamos compaginar el silencio y la reflexión, con algunos momentos de compartir fraterno. Cuidamos bastante los momentos litúrgicos, tanto la liturgia de las horas, como la eucaristía, que se suele celebrar al final de la tarde. La mañana es íntegramente para el silencio y la reflexión, contando con las pautas que nos ha dado el director de ejercicios. Además, después de esas pautas, se expone el Santísimo, y queda expuesto a lo largo de toda la mañana, hasta la reserva, antes de comer. La comida es en silencio. Después, descanso. Dos tardes proponemos una dinámica muy enriquecedora, que forma parte de nuestra espiritualidad: la revisión de vida, por grupos. Como se ha dicho, al final de la tarde celebramos la eucaristía, con las vísperas. Después de cenar no suele haber nada (salvo que algún hermano nos quiera comunicar alguna experiencia misionera, o similar). Un momento importante de nuestros Ejercicios es el día de desierto, en el que se cambia la dinámica. También es introducido espiritualmente por el director.

Habitar el silencio

P.- ¿Cómo está siendo la experiencia de esta propuesta? ¿Qué dicen los sacerdotes y diáconos que han pasado por esta tanda?

R.- La experiencia es muy enriquecedora. Hay sacerdotes que no son de la fraternidad, pero sí afines a la figura de Carlos de Foucauld, que vienen y repiten. Se valora mucho, no sólo las meditaciones sino, también, el silencio respetuoso que se crea, los momentos de compartir fraterno en la revisión de vida, y la participación activa en la liturgia. La posibilidad de poder escucharnos en la revisión de vida, dejando incluso que el otro nos aporte una palabra en torno a lo que el Espíritu va obrando en nosotros, es muy valorada. Estrictamente, rompe el silencio, pero nos enriquece mucho.

P.- Tras la canonización de san Carlos de Foucauld, ¿hay un movimiento para redescubrir su espiritualidad?

R.- La Canonización del Hermano Carlos, precisamente cuando disminuyen los miembros de las congregaciones religiosas y los de las distintas familias femeninas y masculinas de Carlos de Foucauld, fue como un recordatorio de un carisma que hace mucha falta reavivar en la Iglesia del papa Francisco. Y eso, en tres aspectos:

  • 1º La dimensión de abajamiento de todo cristiano y de toda la Iglesia. Se trata de desprenderse para descender hacia los últimos, buscando “el último lugar” como Jesús.
  • 2º Aunque en distintos países hay cristianos aún perseguidos por el extremismo islámico, no desistir de buscar la fraternidad con nuestros hermanos musulmanes. A pesar de las dificultades para predicar el cristianismo en sus culturas, siempre quedará el Evangelio de la bondad y la fraternidad, tan practicado por el hermano Carlos. Este esfuerzo hoy lo ampliamos a los judíos y a otras religiones (Fratelli tutti).
  • 3º Carlos de Foucauld centra a sacerdotes, laicos y religiosos en la fuente de nuestro compromiso con los hermanos: la eucaristía y los tiempos largos de adoración eucarística, contemplando el misterio de la redención de lo humano, que sigue realizándose mediante la presencia de Jesús resucitado y la acción de su Espíritu.

Las familias de Carlos de Foucauld (religiosos, laicos y sacerdotes) estamos en ello, en pasar el testigo a las nuevas generaciones para que el carisma siga fecundando a la Iglesia, en bien de la humanidad. Que el papa Francisco haya concluido la encíclica Fratelli Tutti, citando y evocando la figura de Carlos de Foucauld, ha hecho que muchos en la Iglesia hayan deseado conocer más y mejor a este testigo del Evangelio.

P.- ¿Y en concreto su espiritualidad sacerdotal qué puede ofrecer para el momento que estamos viviendo?

R.- Hay que recordar, en primer lugar, que cuando Carlos de Foucauld se convierte, no aspira a ser sacerdote. Esta vocación no formaba parte, en un inicio, de su fidelidad a Jesucristo. Fue la Eucaristía y la adoración eucarística lo que le llevó a la posibilidad de ordenarse sacerdote, como así fue. Entendió que ese Jesús-Eucaristía tenía que llegar a todos, de una forma o de otra. Su sacerdocio, muy lejos del poder y del aplauso, lo entendió siempre en clave “nazarena”, es decir, al estilo de ese Jesús en Nazaret que, en su humildad, en su anonadamiento, en su desprendimiento, supo poner su vida al servicio de la redención. En cierto sentido, aquel contexto difícil en el que vivió y se desenvolvió Carlos de Foucauld, como cristiano y sacerdote, se parece bastante al ambiente en el que muchos sacerdotes tenemos que vivir nuestro ministerio. Carlos de Foucauld supo abrirse paso en ese ambiente, desde el servicio, la amistad, la bondad, la fraternidad… Quería ser el “hermano universal”, prefiriendo siempre las periferias. Ya sería mucho que la gente, de nuestras parroquias o de fuera de ellas, nos identificara a los sacerdotes con los seguidores de Jesús que buscan, por encima de todo, la fraternidad, y que intentan vivir el evangelio de la bondad y la amistad.

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