Premios SM: mujeres que crean mujeres

Los valores de la literatura inundan los Premios SM, los imprescindibles El Barco de Vapor y Gran Angular que nacieron en 1978. Este año las novelas ganadoras de la 45ª edición de los galardones referentes de la literatura infantil y juvenil, tan diferentes entre sí, coinciden en señalar la diferencia como un tesoro y en cómo, aun siendo peculiar, es posible encajar en la sociedad. No es fácil, ni mucho menos. Esta solo es, sin embargo, una aproximación a dos novelas que reúnen otros muchos ecos y son ejemplares, poéticas, emocionantes.



Mónica Rodríguez (Oviedo, 1969) ha ganado por fin El Barco de Vapor con ‘Más valiente que Napoleón’, obra ilustrada por Anna Aparicio Catalá. “Habla sobre el circo del siglo XIX y toda la trama gira alrededor de María Spelterini, que fue una mujer, una funambulista que existió de verdad y que fue la única mujer que cruzó las cataratas del Niágara en la cuerda floja en el año 1876”, adelanta la autora, referente imprescindible en la literatura infantil y juvenil contemporánea, con más de sesenta títulos en su haber, y todos los premios, incluido el Cervantes Chico, con el que se alzó en 2018.

Aquel circo decimonónico es también un escenario de rarezas y, por tanto, de un asunto tan contemporáneo como el propio cuerpo. “La riqueza está en la diferencia, y en el circo del siglo XIX había esas rarezas, incluidas esas personas con anomalías genéticas que eran exhibidas –prosigue Rodríguez–. Ahí residía su valor, pero es que, más allá de eso, ellos formaban una auténtica familia y se complementaban gracias precisamente a esas diferencias”.

Patricia García-Rojo (Jaén, 1984) vuelve a obtener el Gran Angular con ‘El verano en que llegaron los lobos’. “Yo quería hacer un ‘cozy mystery’ de estos que se llevan ahora, pero me salió otra cosa un poquito más rara, pero, bueno, esta es una novela sobre encajar, sobre los veranos de la adolescencia, las primeras veces… Tenemos también un asesinato, pero es una novela sobre pájaros, básicamente”. Todo el pueblo, la isla, son pájaros –de diferentes especies mediterráneas, eso sí– que se van a bañar a la playa volando, excepto la protagonista, Ana, a punto de entrar en la universidad, que es un ciervo.

Una chica rara

“Yo que crecí en un pueblo pequeño, y he sido rara toda mi vida, quería un poco homenajear a esa chica rara que fui y que no encajaba, y la manera de hacerlo fue crear esta realidad alternativa en la que todos los seres humanos se convierten en algún animal; entonces, según tu naturaleza, puedes convertirte en una bandada de herrerillos, o en un ciervo, o en un lobo, o en una lubina, o en un perro”, explica. “Quería un poco hablar de esto –continúa–, de cómo cuesta encajar y cómo algunas veces tenemos que aceptar también que no encajamos, y buscar en otro sitio o aceptar que quizás encajamos, pero no con la misma pieza que los demás”.

Más que similitudes con el realismo mágico, García-Rojo asume los sentimientos que campan por dentro de ella y sus personajes: “El verano pasado, obligada al reposo por un embarazo difícil, me apetecía escribir para evadirme. Di con las pinturas de Bea Sánchez y Meghan Howland, los pájaros volaban tapando a los protagonistas; y recordé mis sueños en los que los hijos que no tenía se convertían en gatitos para investigar la casa. Ahí supe que mis humanos se convertirían en pájaros, y en diferentes animales según sus talantes”.

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