Manuel Arroba: “El magisterio sobre la familia es permanente en sus contenidos sustanciales, pero no en los acentos”

El decano del Instituto Juan Pablo II ofrece una conferencia titulada ‘Familia y vida consagrada: una mirada social y eclesial’ en la quinta jornada de la 50ª Semana de Vida Consagrada del ITVR

Manuel Jesús Arroba, juez de la Rota en España

“Aunque el magisterio de la Iglesia sobre la familia debe considerarse permanente en sus contenidos sustanciales, la forma y los acentos a la hora de proponerlo son objeto de una evolución, al paso de los signos de cada tiempo”. Así lo ha expresado el claretiano Manuel Jesús Arroba Conde, decano del Instituto Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia, durante su conferencia titulada ‘Familia y vida consagrada: una mirada social y eclesial’ en la quinta jornada de la 50ª Semana de Vida Consagrada del ITVR.



El religioso ha comenzado su alocución aludiendo a una contradicción sobre el aprecio a la familia hoy: “La conciencia cada vez mayor sobre la necesidad de proteger las realidades familiares frente a la erosión de la estabilidad familiar, favorecida por modelos y estilos de vida individualistas”. Eso sí, ha advertido que “no son las personas la principal causa del poco aprecio hacia los valores que representa la familia; son más bien los poderes fuertes los que pueden considerar como posibles rivales de sus intereses los valores familiares”.

La renovación del magisterio sobre la familia

Tras esta aclaración, el religioso se ha adentrado en la renovación en la propuesta del magisterio reciente sobre la familia. Pues, como el propio miembro de la Asamblea del Sínodo de los Obispos sobre la Familia ha señalado, “las dos asambleas de 2014 y 2015, para favorecer la participación de toda la Iglesia en la reflexión, concluyeron con la voluntad de repensar toda la acción pastoral empezando de nuevo desde la familia”. Así, Arroba se ha detenido en las tres claves más significativas que indican ese “cambio de perspectiva pastoral” a la luz de ‘Amoris laetitia’.

Manuel Arroba, CMF

En primer lugar, “se percibe un cambio de perspectiva percatándose de la insistencia en un sentimiento innato de toda persona, expresado como ‘deseo de familia’, y cómo este pudiera servir de punto de partida para la evangelización. Con este deseo debiéramos expresar la voluntad de superar los límites que entraña observar la realidad familiar actual solamente con los ojos, más bien fríos y calculadores, de los datos estadísticos y de sus correspondientes baremos sociológicos. Es necesario sumar a ellos los ojos de la fe, desde la confianza en que el Señor sigue actuando hoy”.

En segundo lugar, el cambio de perspectiva proviene de la conjunción adecuada entre la proclamación imprescindible del “ideal de familia” y la “cultura del encuentro”. “Recordemos cómo en ‘Amoris laetitia’ se insiste en la variedad de situaciones familiares y en la necesidad de realizar el seguimiento debido de cada una de ellas, ofreciendo espacios para escuchar sus interrogantes sobre el crecimiento en el amor, sobre la superación de conflictos o sobre la educación de los hijos”.

En tercer lugar, hizo referencia “a un planteamiento sectorial de la pastoral familiar a lo que cabría denominar planteamiento transversal, orientación de la pastoral familiar que se puede considerar promovida sobre la interacción de la pastoral judicial con la pastoral ordinaria, la pastoral familiar y los tribunales eclesiásticos. Como ejemplo de esta compleja experiencia puedo citar la labor que se viene desarrollando desde Cáritas, que en lo que se refiere a análisis, discernimientos y estrategias de acción, deja patente la centralidad de la realidad familiar”.

La vida consagrada que necesitan las familias

En la última parte, Arroba hizo hincapié en la relación entre la vida consagrada y las familias. En su opinión, lo que cabe esperar de esta unión es un mayor esfuerzo y creatividad misionera, sin perder de vista la importancia de dos dimensiones muy enraizadas en la condición de vida de los consagrados: “La comunidad y su testimonio del propio estilo de vida, que es la primera misión de los consagrados, y el estudio, por lo que respecta a la necesidad de implementar la formación y de adquirir la debida competencia sobre los temas que afectan a la situación de la familia”.

En este sentido, ha subrayado: “El servicio que hoy reclama la institución familiar no puede prescindir de la entrega generosa, pero solo con la entrega y la buena voluntad no es posible afrontar con provecho la complejidad de las situaciones actuales. A diferencia de otras épocas, en las que podría considerarse suficiente recurrir a lo que solemos llamar ‘sabiduría del Evangelio’, fruto más bien de la experiencia y de una visión espiritual de la realidad, en la actualidad esa sabiduría tiene como condición de posibilidad también el conocimiento y la competencia”.

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