La II República: 90 años de una proclamación que aventuraba un tiempo de martirio

El 14 de abril de 1931, tras una elecciones municipales, el rey Alfonso XIII se exilia, se produce un cambio de régimen en España y se forja un tiempo de persecución

Aunque en las poblaciones de Sahagún, Éibar y Jaca la cosa empezó un día antes, el 14 de abril de 1931 se proclama la II República Española dos días después de unas elecciones municipales que dan buena cuenta del agotamiento político de la época monárquica a favor de un cambio de régimen cuyas secuelas para la Iglesia serán permanentes. De hecho poco después de esa fecha se produce un primer momento de quema de iglesias y conventos blandiendo la bandera tricolor.



Secularización moderada

A pesar de que las primeras medidas del Gobierno Provisional sobre la secularización eran moderadas, grupos anarquistas y sectores sociales fueron más allá. De hecho, ya antes, iglesias como la del Sagrado Corazón de Jesús en Gijón (Asturias) había sido asaltada e incendiada el 15 de diciembre de 1930, en el ambiente de tensión provocado por la represión del sublevación republicana de la guarnición de Jaca (Huesca).

Aunque no hubo por sistema un rechazo del nuevo régimen. El nuncio del Vaticano en España y algunos obispos destacados recomendaron a sacerdotes y fieles que respetasen los poderes establecidos. Muchos católicos coincidían en la alegría y esperanza que mucha gente mostraba ante la nueva forma de gobierno. Muchos de los católicos intentaron colaborar sinceramente con el nuevo régimen, según los historiadores.

Pero, otro grupo de obispos publicaron una carta en defensa de Alfonso XIII, el rey exiliado que siempre había “conservado la antigua tradición de fe y piedad de los mayores”. Esto reforzó la imagen, en el gobierno y en muchos sectores de la población, de que la Iglesia debía ser identificada con el régimen monárquico a abolir. Esta carta fue el motivo para que muchos simpatizantes de la república comenzaran la quema de conventos en Madrid. El 11 de mayo de 1931 ardieron más de una decena.

Desde entonces entre el gobierno y la iglesia habría continuos reproches y enfrentamientos: expulsión de obispos, retirada de crucifijos de las aulas y desmantelamiento de la labor educativa de tradición católica, expropiación de bienes eclesiásticos… Uno de los ejemplos de tensión en la negativa de las cofradías sevillanas a salir en procesión en 1932 –a excepción de la Hermandad de la Estrella de Triana– en protesta por el último congreso de los comunistas celebrado en la ciudad hispalense.

Nuevas medidas

Este recelo mutuo y el consiguiente ambiente social se mantuvo durante todo el tiempo de la república. Así tras la aprobación de la constitución republicana de diciembre de 1931, al mes siguiente se aprobó una orden de disolución de la Compañía de Jesús, lo que provocaba que los jesuitas se quedaban en España sin casa donde vivir, sin templos ni colegios y sin las facilidades de actuación que supone el tener personalidad jurídica reconocida por el Estado.

Por otra parte, este clima hará crecer el catolicismo tradicionalista –asociado a la comunión tradicionalista y por tanto al “carlismo”– como reacción frente a la república y la aparente pasividad frente a estos desmanes. Durante la llamada Revolución de Asturias, en 1934 uno de los objetivos de los sublevados fueron los religiosos, siendo asesinados, entre otros, ocho Hermanos de las Escuelas Cristianas de Turón y su capellán.

La cosa se agravó en 1936. Entre febrero y julio los desórdenes eran cada vez mayores, y en ese intervalo de tiempo se destruyeron o profanaron 411 iglesias y hubo más de tres mil atentados graves de carácter político y social por todo el país. Mientras que, por otro lado, durante la guerra en el País Vasco, no solo no se produjo persecución sino que el culto se mantuvo y se favoreció dado el catolicismo militante del Partido Nacionalista Vasco. Luego comenzaría una guerra.

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