Julián Barrio en la apertura de la Puerta Santa: El “Año Santo no es una huida espiritualista sino un compromiso para discernir cristianamente la realidad”

Ni la lluvia de Santiago el 31 de diciembre –ni las últimas consecuencias de la pandemia– detuvieron la celebración de la apertura de la Puerta Santa de la catedral de Santiago de Compostela, rito con el que se abre el Año Jubilar 2021. El arzobispo Julián Barrio presidió la procesión que arrancó, bajo paraguas, de la vecina Plaza de las Platerías y abrió la puerta –tras dar las cinco de la tarde las campanas de la seo– sin que, como ha sido tradición hasta ahora, se derrumbara el muro que la tapiaba esperando que no dañar la estructura de una catedral recién restaurada.



Antes de la entrada en la catedral, el nuncio Bernardito Auza, leyó un mensaje del papa Francisco de cara al jubileo. Un mensaje en el que recordó al peregrino que “no hay recetas previas, sino caminar con el que es Camino, Verdad y Vida” e invitó a contemplar a Jesús en el Pórtica de la Gloria que ofrece el perdón, abrazar a toda la Iglesia en la imagen del santo peregrino y la participación en la eucaristía.

El papa Francisco ha animado a peregrinar para “salir del propio yo” y acercarse a la experiencia religiosa y al prójimo, así como a tomarse este proceso como una “llamada a la misión” para terminar el camino “con la mochila vacía y el corazón lleno de experiencias”. Para el pontífice en esta “experiencia existencial”, la meta “es tan importante como el camino mismo”, señaló citando a Antonio Machado diciendo que “se hace camino al andar”. “En ese itinerario, la misericordia de Dios nos acompaña y, aunque permanezca la condición de debilidad por el pecado, esta es superada por el amor que permite mirar el futuro con esperanza”, señala el mensaje.

Dos años de Jubileo

Al final de la celebración, el Nuncio Papal en España confirmó que el Año Jubilar se prolongará durante todo 2022, algo que ha concedido el papa Francisco a la catedral Compostelana. Para este anuncio, Bernardito Auza leyo el decreto de la Penitenciaría Apostólica en el que se prorroga el jubileo.

Respetando en todo momento los límites de aforo, con el arzobispo Julián Barrio han concelebrado 12 cardenales y obispos de toda España y unos 30 sacerdotes del cabildo catedralicio de las diócesis gallegas. En la celebración ha habido representación de la Archicofradía del apóstol, así como peregrinos, colaboradores de la Oficina del Peregrino y representación diocesana. Las autoridades civiles han estado encabezadas por el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijoo, que ha sido el representante de la Casa Real en la celebración.

Tiempo de encuentro 

Este Año Santo, destacó el arzobispo en su homilía, es “tiempo de gracia y bendición para los que sufren y han perdido la esperanza, y tiempo de sanación y de encuentro”. Una celebración que se desarrolla “en unas circunstancias especiales que hemos de afrontar con la esperanza cristianaque ‘es audaz y sabe mirar más allá de la comodidad personal de las pequeñas seguridades y compensaciones que acortan el horizonte para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más digna’”.

“Acogemos este don del Año Santo para despertar en nosotros la capacidad de ver lo esencial en medio de lo prescindible y descubrir la grandeza del amor y de la misericordia de Dios que nos busca y acoge a cada uno, nos llama a convertirnos y a superar el miedo que no es propio de quien se siente amado”, destacó.

“La Casa del Señor Santiago abre sus puertas a todas las gentes, siendo un hogar para testimoniar al mundo actual la fe, la esperanza y el amor al Señor y a aquellos que Él ama con predilección y para ser signo de la Iglesia, que afianza la cohesión de la sociedad y procura a la actividad cotidiana del hombre un sentido más profundo, al impregnarla de una significación más elevada”, subrayó Barrio citando la última encíclica del papa Francisco.

Hogar del peregrino

Así, prosiguió, “la Iglesia contribuye a humanizar la familia humana y su historia, y llama a responder a la vocación a la santidad para no frustrar la gracia de Dios en nosotros, evitando el debilitamiento de los valores espirituales, y el deterioro de la moral y del sentido de responsabilidad”. Por ello, el “Año Santo no es una huida espiritualista sino un compromiso para discernir cristianamente la realidad, en medio de la crisis antropológica, espiritual, cultural y sanitaria en la que se han visto radicalmente sacudidas las certezas fundamentales que conforman la vida de los seres humanos”.

“La ciudad de Santiago y Galicia han de ser un hogar para los peregrinos. Que Santiago de Compostela sea ‘una ciudad de innumerables referencias para innumerables pueblos’”, deseó el arzobispo.

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