Francisco: “Tenemos que crear la (nueva) normalidad de la dignidad humana”

En julio de 2013, Jorge Mario Bergoglio sorprendió al mundo al decidir que su primer viaje como Papa fuera a Lampedusa, una pequeña isla italiana situada en el centro del Mediterráneo y puerta de entrada de la inmigración irregular a Europa. Fue una declaración de intenciones de lo que iba a ser su pontificado. En una entrevista publicada este domingo por el diario serbio Politika, explicó cómo se gestó aquella visita.



“Un día, entre la correspondencia, llegó una carta del párroco de Lampedusa en la que me contaba la historia de los sobrevivientes del Mediterráneo que llegaban a la isla y las dramáticas situaciones que tenían que enfrentar en la mayor de las vulnerabilidades: despojados de todo su último recurso era un aliento vital que se volvía clamor por una vida digna de llamarse humana. Leyendo esa carta algo se movió internamente. Sentí la presencia del Señor que me indicaba el camino: allí tienes que ir, escuchar y unirte al clamor de estos hermanos”, comentó Francisco, asegurando que, en cierta forma, fue Lampedusa la que “me eligió a mí”.

El Papa profundizó en la entrevista en los motivos de su opción preferencial por los márgenes de la sociedad al comentar que “si no queremos ir por la vida deshilachándonos, fragmentándonos en la búsqueda vana de la felicidad… el camino a las periferias nos puede regalar un horizonte de plenitud”. También aclaró que prefiere viajar a países que antes no hayan recibido la visita de un Papa o donde los cristianos sean pocos y estén perseguidos. “Vivir la fe en contexto de persecución o de minorías se vuelve un testimonio digno de valorar”.

Peores o mejores, nunca iguales

En su conversación con el diario serbio, Bergoglio habló de la pandemia y volvió a insistir en que ante esta crisis “podemos salir mejores o peores, pero nunca iguales”. En este contexto que el mundo afronta por el coronavirus se pueden presentar dos actitudes, la de los “auténticos héroes urbanos” y la de los “especuladores que sin piedad sacaron rédito de la desgracia ajena”. La Iglesia debe moverse en esa encrucijada para “generar e impulsar procesos a largo plazo”.

En este sentido, Francisco lanza una convocatoria para “crear una (nueva) normalidad”.  “Me gusta pensar la normalidad como una misión a cumplir más que como un dato de hecho o una realidad fáctica e incuestionable”, expresa el Papa, que llama a asumir “ comunitariamente la fragilidad de nuestros pueblos”.

Para el sucesor de Pedro, desde ahí surgirá “una (nueva) normalidad donde la dignidad de las personas no sea una declaración de principios sino una convicción que se traduce en prácticas y estilos de vida bien concretos”. Más bien, el Papa aprecia que esta “normalidad no será la mera continuación del pasado como tampoco la cancelación de este duro momento sino una puesta en juego de todos nuestros recursos y creatividades para transformar el presente en el eslabón de una nueva oportunidad: las cosas pueden cambiar”.

En esta misma línea, divide la sociedad entre los “auténticos ‘héroes urganos’ armados con la solidaridad y la entrega silenciosa” para socorrer al prójimo, frente al “crecimiento de especuladores que sin piedad sacaron rédito de la desgracia ajena o de aquellos que pensaban sólo a sí mismos, protestaban y se lamentaban de determinadas medidas restrictivas incapaces de asumir que no todos tienen las mismas posibilidades y recursos para enfrentar la pandemia”.a de la Iglesia católica era casi nula”, añade.

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