Nelly León, en el día de la Mujer: “Que nos sientan hermanas y compañeras de misión y vida”

  • Nelly León, religiosa del Buen Pastor, capellana de la cárcel de mujeres en Santiago de Chile se hizo conocida cuando dijo que “en Chile se encarcela la pobreza”.
  • Hoy, al mirar a la mujer en la Iglesia, ve más avances en la experiencia de las mujeres como pueblo de Dios que en el reconocimiento de la jerarquía.
  • ESPECIAL: Vida Nueva celebra en marzo el mes de la mujer

Con ocasión del Día Internacional de la Mujer, y en la búsqueda de una mayor y mejor conciencia de su dignidad, Vida Nueva quiso conocer la visión de esta religiosa respecto al rol que van ocupando las mujeres en la iglesia.



Nelly León Correa nació en una familia campesina, la mejor de 8 hermanos. Siendo joven estudiante conoció la experiencia de la cárcel y quedó impactada por el sufrimiento que conoció allí. Impacto que la llevó a la Congregación del Buen Pastor cuando optó por la vida religiosa, donde tiene más de 30 años de consagrada, de los cuales 15 ha sido capellana de la cárcel de mujeres de Santiago.

Se encarcela la pobreza

Nelly ha dicho que las mujeres son las más vulneradas en la sociedad y, refiriéndose a las mujeres encarceladas, que “estas mujeres nunca dejan de ser mamás. Y en su privación, cargan no solo con el dolor de lo que les pasó, sino que también con la culpa de haber abandonado a sus hijos». También ha asegurado que “en Chile se encarcela la pobreza”, y entrevistada por Vida Nueva, en octubre del año 2018, lo reiteró: “lo sigo sosteniendo y así es, no es solo una frase. Definitivamente, en la cárcel están los más pobres. Entonces, creo que falta invertir en educación, en vivienda, en espacios públicos, para que los pobres se desarrollen en un ambiente distinto y no lleguen a la cárcel por robar y/o traficar para poder vivir”.

Su experiencia pastoral con encarceladas, con sus familias y con los gendarmes colma su vida, aunque deja tiempo para la vida de comunidad y para tareas adicionales que recibe. Esa experiencia la destaca en el país, como ocurrió el año 2017, cuando fue elegida una de las cien mujeres líderes de Chile por su incansable labor en la cárcel.

Sensibilizar a otros

Reconoce que un importante aporte suyo ha sido “dar visibilidad a las mujeres privadas de libertad, transmitir con pasión sus desafíos e inquietudes, sueños y esperanzas, y desde ese ámbito sensibilizar a otros y otras en la solidaridad, la justicia y la paz”.

Ante la pregunta si considera que ha habido cambios en el lugar que ocupa la mujer en la iglesia chilena en estos últimos años, responde que la jerarquía de la iglesia ha tenido algunos avances, nombrando en algunas responsabilidades a mujeres, pero hago la diferencia con la Iglesia pueblo de Dios que sí ha avanzado, tomando conciencia del gran aporte de la mujer en la Iglesia. El Papa Francisco ha llevado el liderazgo en la inclusión de todos y todas, sin discriminación.

Aprovechó para felicitar a las 3 consagradas nombradas últimamente: una, vicaria pastoral de Arica; y dos responsables de parroquias en Copiapó. Espero de corazón que estos nombramientos hayan sido por mérito y no sólo por necesidad, porque no tienen sacerdotes, expresó.

Se refiere a Julia Órdenes quien, el domingo 8 de marzo, asume la parroquia de El Salvador. Cuatro días después, la hna. Beatriz asume la parroquia de Tierra Amarilla, en la diócesis de Copiapó.

Respetar los roles

Con respecto a la necesidad de cambios en la estructura eclesial para lograr cambios, opina que “las mujeres consagradas tenemos nuestro propio rol en la Iglesia, desde la misión y espiritualidad propias de cada Instituto. Lo que tiene que cambiar es que la jerarquía respete esos roles y crea, realmente, que las mujeres podemos ser un gran aporte en la toma de decisiones“.

Confiar que podemos ser consultadas en distintos temas, de manera especial en el que tiene que ver con la vida de las mujeres. La jerarquía ha hablado de temas atingentes a las mujeres sin saber cómo vivimos las mujeres nuestras dinámicas propias. Que nos sientan hermanas y compañeras de misión y vida; no seres de segunda clase: “la monjita o la hermanita”.

Para Nelly, convivir diariamente con el dolor de las mujeres encarceladas es «una violencia interior permanente», a la que se agrega el que provoca el trato muchas veces discriminatorio que reciben las mujeres en la iglesia.

«Muchas veces, tratando de mejorar la calidad de vida de las mujeres, te encuentras con paredes y puertas que no puedes abrir. Basta que una persona te diga que no, y te echa para atrás todo un proyecto. Pero, claro, uno entra y están las mujeres que te esperan y que quieren contarte sus penas y dolores. Al final de cuentas, estamos aquí para contener, para apoyar y consolar».

La dignidad no se toca

La visita del Papa Francisco a la cárcel, en enero de 2018, fue «un reconocimiento a la dignidad de las mujeres privadas de libertad, asegura Nelly. Fue maravilloso porque permitió que todos vieran que al interior de la cárcel hay personas, que, si bien cometieron un delito, lo están pagando, y que es una responsabilidad de todos ayudarlas a ponerse de pie. Ese compromiso debe ser de todos los chilenos porque, de una u otra forma, nosotros también generamos delincuencia y pobreza con nuestra indiferencia».

La religiosa recuerda que el discurso del Papa caló hondo en las reclusas, porque hizo una profunda defensa de sus derechos: «Una de las frases más significativas que el Papa dijo a las mujeres fue que la dignidad no se toca; la dignidad se cuida, se custodia, se acaricia; que estar privado de libertad no es sinónimo de estar privado de dignidad y que todas tienen el derecho a la reinserción. Eso quedó resonando en el corazón de las internas», dice la capellana.

 

 

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