La Iglesia le “pone el dedo” al gran cómplice de los abusos sexuales en México: el clericalismo

  • El secretario general de la CEM aseguró que esta forma clericalista de actuar ha llevado a la Iglesia a poner el malentendido bien de la institución por encima del dolor de las víctimas
  • “Tenemos que aceptar esta crisis con profundidad, y reconocer que el daño no lo han hecho los de fuera, sino los de adentro”, dijo Miranda Guardiola

La Iglesia católica en México reconoció que ha habido una forma inadecuada en el manejo de la autoridad eclesial, que ha generado deplorables conductas de abuso sexual, de poder y de conciencia, y la culpa de ello es el clericalismo.

En un mensaje con motivo de la “Jornada de oración por las víctimas de abuso sexual por parte de clérigos”, celebrada este martes 16 de julio en la Universidad Pontificia de México, el Secretario General de la Conferencia del Episcopado Mexicano aseguró que esta forma clericalista de actuar es en gran parte responsable de la crisis que vive la Iglesia.

Nos ha llevado a poner el malentendido bien de la institución eclesial, por encima del dolor de las víctimas y de las exigencias de justicia, y a poner por encima del testimonio de los afectados, las justificaciones de los victimarios”.

El clericalismo –agregó– también ha llevado a la Iglesia “a guardar un silencio que acalla el grito de dolor de los victimizados con tal de no enfrentar el ruido público que puede suscitar una denuncia ante la autoridad civil, así como a llegar incluso a la mentira o a tergiversar los hechos para no confesar la horrible realidad”.

El daño viene de dentro

Miranda Guardiola aseguró que la Iglesia tiene que aceptar esta crisis, y reconocer que el daño no lo han hecho los de fuera, sino que los primeros enemigos están dentro de la Iglesia, entre los obispos, sacerdotes y consagrados, que no han estado a la altura de su vocación.

Advirtió que en algunos años esta generación será evaluada si supo o no enfrentar y solucionar el tema de los abusos sexuales. “Si fuimos indiferentes, omisos, cobardes o negligentes; o si fuimos sensibles, responsables, humildes y valientes para aplicar las enmiendas y correcciones que teníamos que hacer”.

“No cabe duda –continuó el también Coordinador del Consejo Nacional de Protección de menores– que el problema del abuso sexual en la Iglesia católica constituye un “cáncer, al que, principalmente los pastores, deben enfrentar hasta extirparlo, a costa de ser tachados como infieles y traidores al mensaje de Jesús”.

Por ello, Miranda Guardiola llamó a  la Iglesia a enfrentar no sólo el dolor por el daño ya causado por muchos de sus miembros, sino, especialmente, “el dolor que implica extirpar este mal, en los mismos miembros de la Iglesia”.

Nada por encima de las víctimas

El también obispo auxiliar dejó en claro que los derechos de los victimarios: su buena fama, el ejercicio de su ministerio, o seguir llevando una vida normal al interior de la sociedad, no pueden nunca primar sobre los derechos de las víctimas, de los más débiles y de los más vulnerables.

Reconoció que es tan hondo el daño causado y tan inmensas las consecuencias de los abusos, que la Iglesia nunca podrá decir que ha hecho lo suficiente, por lo que es necesario trabajar todos los días para que nunca más se presenten abusos; insistió en que no hay ninguna justificación para no denunciar, para no desenmascarar, para no enfrentar cualquier caso que se presente.

Finalmente, afirmó que aún cuando hubiera algún impedimento jurídico por prescripción civil o canónica del delito, habría que buscar superarlo legalmente por todos los medios, “y nada impide la obligación moral de acoger, acompañar, reparar, sanar y consolar a las víctimas, porque las heridas nunca prescriben”.

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