Fernando Sebastián: “Los nacionalismos no se sienten queridos porque antes han sido egoístas”

  • El cardenal lamenta la crisis actual en Cataluña, “una verdadera insurrección institucional”
  • Sobre las soluciones, pide algo más que política: “Serán necesarios bastantes años de buenas relaciones y de buen gobierno”
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bandera estelada independentista en Cataluña

El cardenal Fernando Sebastián, arzobispo emérito de Pamplona y de Tudela, lamenta que la “crisis actual” en Cataluña es “una verdadera insurrección institucional, dirigida desde el poder político, acompañada y potenciada desde abajo por un fuerte sentimiento popular muy difundido, previamente cultivado”. El análisis continúa asegurando que esta crisis “es, en un primer plano, política, y debe ser tratada políticamente”.

En un artículo titulado ‘Cataluña querida’, publicado en el último número de Vida Nueva (nº 3.056), el arzobispo emérito de Pamplona y Tudela pone un símil muy gráfico sobre el independentismo: “Los nacionalismos, todos los nacionalismos, tienen un fondo de protesta, es como el hijo mayor que se va de casa dando un portazo. Se van porque se ven maltratados, no se sienten queridos. Pero a veces no se ven queridos porque antes han sido egoístas, porque han creído que tienen más derechos que los demás, porque no están conformes con lo que reciben en casa, aunque estén recibiendo lo mismo, y a veces más que los demás. El nacionalismo es siempre victimista, pero es victimista porque antes, y más profundamente, es egoísta, se cree más que los demás y quiere más que los demás. Es egoísta e insolidario. Pretende estar solo para vivir mejor”.

Y sigue: “El nacionalismo es ruptura. Se quiera o no, desgarra el tejido social, enfrenta a las personas, divide las familias. Por eso, solo es legítimo y moralmente aceptable cuando resulta ser el único remedio contra graves injusticias colectivas, de dominación o discriminación”.

Y aún añade: “El independentismo descristianiza y la descristianización favorece el independentismo. No valen las argumentaciones ideológicas. Hay que atenerse a la realidad”.

En cuanto a las soluciones, proponer ir más allá del diálogo a nivel político: “Hará falta una cura espiritual, cultural. Serán necesarios bastantes años de buenas relaciones y de buen gobierno, con claridad y paciencia, para convencer a los catalanes separatistas de que les queremos, de que pueden estar bien en España, de que no les robamos ni despreciamos su lengua, que es también nuestra, ni sus tradiciones, ni sus innegables valores”.

“En el resto de España también habrá que cambiar ciertas actitudes centralistas, demasiado elementales, que confunden lo español con lo castellano”, reflexiona.

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