La incertidumbre se llama Trump

primer encuentro entre Donal Trump y Barack Obama en la Casa Blanca después de la victoria del republicano

Mientras el voto católico aúpa al magnate como presidente, el Papa advierte: “Solo me interesa si hace sufrir a los pobres”

Donal Trump en la noche que se anunció su victoria como presidente de Estados Unidos 8 noviembre 2016

MARÍA SERRANO (NUEVA YORK) | En el avión de regreso de su viaje a México en febrero, los periodistas le trasladaron al papa Francisco la preocupación de Donald Trump por si pudiera convertirse en un peón al servicio de la política migratoria mexicana y, por tanto, en un obstáculo a su promesa electoral de construir un muro de 2.500 kilómetros a lo largo de la frontera y de deportar a los 11 millones de inmigrantes ilegales que viven en Estados Unidos. El Papa fue tajante: “Una persona que piensa solo en hacer muros, sea donde sea, y no en tender puentes, no es cristiana”.

La campaña electoral ha dividido a los americanos y, también, a los católicos, abocados a elegir entre una candidata anticlerical y proabortista y uno misógino y racista, entre otras consideraciones. La principal preocupación de la Iglesia católica se centraba en que Trump se comprometiera con su agenda y, ante todo, que protegiera la libertad religiosa y la separación de poderes.

Por ello, a principios de octubre, el candidato republicano se desvió de su estrategia y escribió una carta al presidente de la Catholic Leadership Conference, donde alababa la labor social de la Iglesia y se comprometía a luchar por los católicos, haciendo referencia a la militancia abortista de la Administración Obama: “Nunca veréis esa hostilidad a la libertad religiosa en la Administración Trump”.

De igual forma, afirmó ser provida y se comprometió a “defender la libertad religiosa y el derecho a practicar la religión católica plena y libremente, como individuos y propietarios de instituciones académicas y negocios”. Y prometía acabar con el Common Core (la Educación para la Ciudadanía americana).

Aunque la fe se había mantenido al margen del debate político, en los últimos meses Donald Trump movilizó el voto religioso a través de un debate centrado en los derechos de los no nacidos y en la calificación de Hillary Clinton como una activista proaborto reacia a tolerar la independencia de la Iglesia, a la que descalifica asiduamente en los correos electrónicos filtrados por WikiLeaks.

Este viraje en su discurso –impulsado por 34 asesores católicos de los que se rodeó en las últimas semanas– se ha considerado una mera estrategia. De hecho, diversos líderes de opinión católicos publicaron una carta conjunta donde afirmaban que “no hay nada en su campaña que nos dé bases para confiar en que genuinamente comparte nuestros compromisos con el derecho a la vida, la libertad religiosa y los derechos de conciencia, a reconstruir la cultura del matrimonio o a la subsidiaridad y el principio del gobierno limitado constitucionalmente”. Y afirmaban, además, que “sus llamamientos a miedos y prejuicios raciales y étnicos son ofensivos para cualquier sensibilidad genuinamente católica”.

Con todo, el 8 de noviembre, para sorpresa de gran parte del mundo, Trump ganó las elecciones presidenciales. Y lo hizo con un 52% del voto católico, dato que aumenta hasta el 60% cuando se trata de católicos blancos.

primer encuentro entre Donal Trump y Barack Obama en la Casa Blanca después de la victoria del republicano

Trump y Obama en la Casa Blanca, días después de las elecciones

Según el teólogo e historiador Matthew Bonson, este voto fue determinante para la elección de Trump, a pesar de las contradicciones que muchos han experimentado. Por un lado, su plan de deportar a inmigrantes indocumentados contrasta con el repetido llamamiento de los obispos en favor de una reforma migratoria integral. Y mientras que el político republicano tiene reservas sobre el “matrimonio” homosexual, recibe críticas de grupos defensores del matrimonio por jactarse de tener aventuras amorosas con mujeres casadas y por sus declaraciones degradantes sobre las mujeres. Además, su propuesta de prohibir la entrada de musulmanes en Estados Unidos ha generado la seria preocupación de juristas, que lo califican de violación de la libertad religiosa.

Reacción católica

Las reacciones dentro del ámbito católico no se han hecho esperar. En la Santa Sede, el secretario de Estado, cardenal Pietro Parolin, pidió “respeto” por el resultado. Y aunque los obispos del país han pedido no emitir juicios personales mientras trabajan en una declaración conjunta, el todavía presidente de la Conferencia Episcopal, Joseph E. Kurtz, aseguró que trabajaría junto a Trump en cinco prioridades: escuchar a las familias, proteger la vida humana, acoger a inmigrantes y refugiados, proteger a los cristianos perseguidos y defender la familia y la libertad religiosa.

Pero algunos no han podido evitar pronunciarse. El cardenal norteamericano Raymond Leo Burke ha analizado el resultado electoral señalando que “el pueblo ha despertado a la situación realmente seria en la que se encuentra nuestro país con respecto a los bienes fundamentales que constituyen el bien común, ya sea la protección de la propia vida humana, la integridad del matrimonio y la familia o la libertad religiosa”.

Otros se han limitado a anunciar que incluirían al presidente en sus oraciones y a hacer un llamado a la unidad y a la paz. Thomas Petri, decano académico de la Casa de Estudios Dominicos en Washington D.C., precisó, por su parte, que “los católicos deben ser cuidadosos al entender las posturas gravísimas e inmorales que Trump abraza, tanto políticamente como en su vida personal. Si le apoyan, no puede ser debido a su partidismo o debido a sus posturas gravemente inmorales, sino porque en buena conciencia, después de revisar la situación, puedan creer que Trump es el mal menor de todos los posibles candidatos”.

Consecuencias

Las consecuencias principales para los católicos dependerán de si el nuevo presidente cumple sus promesas electorales. De momento, ha asegurado que defenderá “los principios y valores que compartimos como cristianos”, y ya suenan varios católicos para los principales puestos de Gobierno: el provida Mike Pence será vicepresidente, el católico converso Newt Gringrich será secretario de Estado y Kellyane Conway, su jefa de campaña, tendrá también un puesto en la Administración Trump.

Las medidas que mayor impacto tendrán para los católicos serán la eliminación del Common Core y la lucha contra la organización abortista Planned Parenthood, además de la derogación de algunos aspectos de la reforma sanitaria de Obama que obligan a las aseguradoras a ofrecer métodos anticonceptivos y abortivos a los empleados, algo que la Conferencia Episcopal calificó como grave atentado contra la libertad religiosa.

En cuanto a las deportaciones, será un tema que pondrá en jaque las relaciones con el Vaticano. Como ha dicho Francisco en una entrevista en La Repubblica: “No voy a juzgar al presidente Trump; solo vigilaré qué consecuencias va a traer para los pobres y excluidos”.

Cardenal Parolin: “Que Dios lo ilumine”

Interesaba mucho la opinión del Vaticano sobre la victoria de Trump y, al día siguiente, llegó oficialmente por boca del secretario de Estado. Pietro Parolin aseguró que la Iglesia reza “para que Dios lo ilumine”. “Pienso que, antes que nada, debemos tomar nota con respeto de la voluntad expresada por el pueblo americano en este ejercicio de democracia, que ha estado caracterizado por una gran afluencia a las urnas”, señaló el purpurado italiano.

Y también había curiosidad por conocer la reacción de la Iglesia mexicana. A través de un editorial del semanario oficial de la Arquidiócesis primada de México, que pastorea el cardenal Norberto Rivera, se afirma que “la realidad política hará ver que muchas de las iniciativas en contra del pueblo mexicano son simplemente irrealizables, ya sea la deportación de todos los inmigrantes indocumentados e, incluso, la construcción del muro”.

En todo caso, se señala que esta victoria es “una advertencia” para los políticos mexicanos, pues no cabe duda de que muchos católicos apoyaron a Trump para frenar las políticas criminales del aborto y la dictadura de la ideología de género promovidas por el Partido Demócrata”.

Daniel DiNardo arzobispo de Galveston-Houston y José H. Gómez, arzobispo de Los Ángeles, presidente y vicepresidente del Episcopado estadounidense

DiNardo y Gómez durante la Asamblea

DiNardo y Gómez, cúpula episcopal para “abatir muros y construir puentes”

Reunida en Asamblea Plenaria en Baltimore, Maryland, la Conferencia Episcopal de Estados Unidos (USCCB, en sus siglas en inglés) ha elegido como nuevo presidente para los próximos tres años al cardenal Daniel DiNardo, arzobispo de Galveston-Houston y hasta ahora vicepresidente, cargo que ocupará el arzobispo de Los Ángeles, José H. Gómez. DiNardo venció a la primera con 113 votos, mientras que la votación para vicepresidente tuvo que repetirse en varias ocasiones, hasta que finalmente Gómez ganó con 131 votos frente a los 84 de Gregory Aymond, arzobispo de Nueva Orleans.

La elección de DiNardo, aunque esperada –es habitual que el anterior vicepresidente acceda a la presidencia–, sigue un plan continuista y en línea con el Vaticano, si bien en la Iglesia estadounidense hay voces que piden más reformas. Tal es el caso del obispo de San Diego, California, Robert McElroy, muy comprometido con las causas sociales y que aboga por rebajar el mensaje en contra del aborto y la eutanasia y dar más importancia a la pobreza y el medio ambiente, lo que en la Asamblea del pasado año provocó un choque frontal con el ala más conservadora, con DiNardo a la cabeza.

Oriundo de Ohio, tras licenciarse en Filosofía por la Universidad Católica de América en Washington DC y en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana y el Instituto Patrístico Agustinianum de Roma, DiNardo fue ordenado sacerdote en Pittsburgh. Fue obispo de Iowa y obispo coadjutor de Sioux Falls, y tanto él como Gómez han defendido los pilares morales de la Iglesia, como la defensa de la vida y de la familia. Gómez, que nació en México, es, además, un ferviente portavoz de los derechos de los inmigrantes.

Las elecciones episcopales se esperaban en parte como respuesta a la agenda del presidente Donald Trump. Y así podría interpretarse la elección de Gómez, como el Papa, reconocido defensor de pobres, inmigrantes y refugiados frente a los planes de Trump de deportar a 11 millones de personas y construir un muro fronterizo con México.

Precisamente, en un videomensaje enviado a la Asamblea, el propio Francisco recordaba a los obispos que el “gran desafío es crear una cultura del encuentro, que aliente a cada persona y a cada grupo a compartir la riqueza de sus tradiciones y experiencias, a abatir muros y a construir puentes” en una sociedad sujeta a una “creciente polarización”.

Publicado en el número 3.012 de Vida Nueva. Ver sumario

 


LEA TAMBIÉN:

Compartir