El asalto de Donald Trump, el “mesías” republicano

Donald Trump en la Convención Republicana donde consiguión la nominación como candidato a la Casa Blanca 18 julio 2016

El millonario, que se presenta como defensor de la cristiandad, ¿qué posibilidades reales tiene de ganar?

Donald Trump en la Convención Republicana donde consiguión la nominación como candidato a la Casa Blanca 18 julio 2016

Trump, el pasado 18 de julio, en la Convención Republica que le ha nominado como candidato a la Casa Blanca

EDUARDO SUÁREZ | Es difícil encontrar un símbolo mejor de la América evangélica que la Liberty University: una institución cuyo campus se asienta unos 300 kilómetros al sur de Washington y cuyo fundador fue el reverendo Jerry Falwell, el hombre que colocó la religión en el centro del debate político a finales de los años 70 al crear un grupo de presión al que bautizó como The Moral Majority (“la mayoría moral”). Allí llegó Donald Trump en enero, invitado por el hijo de Falwell.

Pero la impronta estridente del candidato no encajó del todo bien en la atmósfera pía de esta universidad religiosa que alberga una biblioteca teológica y un museo dedicado a los capellanes de la Guerra de Secesión. El candidato pronunció su discurso en un pabellón ante más de 10.000 personas y maquilló su discurso habitual con un puñado de pinceladas religiosas. Dijo que la Biblia era “lo mejor” y prometió muy serio a los estudiantes que volverían a ver “los carteles de ‘Feliz Navidad’ en los grandes almacenes”. Luego citó un versículo de la segunda carta de san Pablo a los Corintios, pero se refirió a ella como “Corintios Dos”. Una parte del público se rió al percibir el error. Era la prueba de que Trump estaba aquel día fuera de su zona de confort.

La visita de Trump a la Liberty University no fue casual, sino un gesto del candidato hacia los votantes evangélicos, que cada cuatro años son un grupo demográfico decisivo para cualquier republicano que se lanza a la carrera presidencial. A Trump le quedaban dos semanas para su primera cita electoral en los caucus de Iowa y necesitaba un baño de multitudes en una institución religiosa para limar las asperezas de su carácter profano: sus infidelidades, sus tacos, su lenguaje agresivo hacia los mexicanos y sus seguidores en el Ku Klux Klan. (…)

A priori, Trump no tiene el perfil más adecuado para llevar a votar a los evangélicos. El candidato ha soltado tacos en los mítines, ha insultado a varias mujeres, se ha mofado de un reportero discapacitado y ha incitado a sus seguidores a golpear a quienes protestaban contra él. Nunca hubo un candidato tan profano en una carrera presidencial. Ni siquiera entre los demócratas, cuyos líderes son tan religiosos como los republicanos y mencionan a menudo y con naturalidad su relación con Dios.

Al contrario que en Europa, el carácter y la vida personal de los políticos son importantes en Estados Unidos. Sus votantes suelen castigar las infidelidades de un candidato y mirar con lupa su religión. (…)

Muchos han respaldado a Trump. Sus seguidores son los que están dispuestos a pasar por alto su apoyo al aborto, sus donaciones a candidatos demócratas y su conducta libidinosa con tal de elegir a un líder fuerte, capaz de defenderles en un entorno gobernado por la incertidumbre, el pesimismo y el pensamiento secular.

Trump es consciente de la popularidad de ese autoritarismo entre los votantes menos formados y lo utiliza a menudo en sus mítines, presentándose como una especie de defensor de la cristiandad frente a las fuerzas oscuras del terrorismo y frente al ascenso de los valores laicos.

(…)

Retórica racista

El tercer villano contra el que Trump clama en sus mitines son los inmigrantes mexicanos, a quienes el candidato republicano ha llamado asesinos, traficantes y violadores, y contra quienes ha prometido construir un muro en la frontera sur del país. El muro es muy útil para Trump: ofrece una solución simplona a un problema complejo y permite al candidato presentarse como un líder fuerte, capaz de defender los derechos de la población.

La inmigración no es el problema que más preocupa a los ciudadanos de Estados Unidos. Pero Trump se las ha arreglado para relacionarlo con asuntos como el terrorismo, el desempleo o la economía, que sí preocupan a la población. Su retórica se nutre del resentimiento de los perdedores de la globalización y de episodios violentos como Orlando, Niza o Turquía, pero también de la nostalgia de la clase obrera blanca, que se siente extranjera en un país cada vez más abierto y menos homogéneo. Es ese espíritu el que atrae a Trump a veteranos y líderes del Ku Klux Klan y el que está implícito en su eslogan de campaña: “Make America great again”.

 

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