Sigamos orando sin desanimarnos

“Señor, escucha, nuestra oración. Danos tu paz”

“Señor, escucha, nuestra oración. Danos tu paz”

Nuestros obispos pidieron a todo el Pueblo de Dios hacer oración por la paz, con ocasión de la firma del Acuerdo Final con las FARC. Así lo hicimos en pequeños grupos y también en las parroquias; y seguiremos haciéndolo como la viuda frente al juez que “ni temía a Dios ni respetaba a los hombres”, seguros de que “Dios hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche” (Lc 18).

Así oramos en la eucaristía en una parroquia:

“Ilumina, Señor, la mente y fortalece la voluntad de quienes lideran los destinos de nuestra nación, para que, más allá de cualquier interés o cálculo político, sepan promover el bien común y tomar decisiones que ayuden a construir una sociedad más justa y reconciliada.

Concede tu luz a todos los hijos de tu Iglesia, para que, como raza nueva de cristianos, participen activamente y con inteligencia en la política, en la economía, en la vida en sociedad.

Ilumina, Señor, la mente y sana el corazón de todos nuestros hermanos alzados en armas. Que tomen conciencia de sus acciones criminales, se arrepientan del daño que han causado y nazca en cada uno de ellos un sincero propósito de enmienda.

Que todos ellos, y sobretodo quienes actúan como sus comandantes, se integren pronto a la sociedad como hombres de bien y respetuosos de la ley establecida.

Que actúen en política libres de la influencia ideológica de los marxistas que los asesoran y de los colectivos de extrema izquierda, y que su accionar no se convierta con el paso de los días en generador de nuevas y más crueles violencias, y en una pesadilla para cristianos y no cristianos.

Que no se empeñen mañana en montar procesos de venganza contra nuestros militares echando mano de testigos falsos buscados en las cárceles con la complicidad de jueces y fiscales comprados.

Que su intención no sea la de estorbar y menos de vetar la acción pastoral de la Iglesia de Jesucristo, la libre profesión de la fe en Dios y las tradiciones religiosas del pueblo colombiano.

Que lo pactado en La Habana no resulte ser una hábil estrategia para llegar al poder, construir un Estado socialista y dar comienzo a una nueva lucha de clases en nuestro país.

Que el ‘enfoque de género’ presente en el Acuerdo Final no sea un atajo para imponer mañana la ideología de género con el fin de destruir el matrimonio y la familia que son proyecto de Dios.

Asiste, Señor, con tu gracia a todos los colombianos de buena voluntad para que, con guerrilla o sin ella, con la luz del Evangelio, trabajemos sin descanso en la construcción de una paz plena y estable, con justicia, sin impunidad y en verdadera democracia. Como sociedad sana estamos abiertos al perdón y a la reconciliación, pero no legitimamos el delito ni premiamos a los delincuentes.

Ten misericordia de todos nosotros porque todavía, Señor, en Colombia no hay respeto por la vida humana, hay violencia contra la mujer, dejamos morir niños por física hambre, la venta y consumo de drogas malditas crece cada día, la salud y la justicia están muy enfermas. Nuestro país está lleno de problemas que son al mismo tiempo vergüenza y desafío. Señor, escucha, nuestra oración. Danos tu paz”. 

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