‘Vida Nueva’ acompaña al arzobispo de Madrid en sus primeras 24 horas como purpurado electo
JOSÉ BELTRÁN. Foto: JESÚS G. FERIA | Se le cae el café encima. Le traiciona el pulso. No es lo habitual. Quizá uno de los pocos instantes en estos dos años en los que ha perdido el control. La voz de Gabino Díaz Merchán al otro lado del teléfono desestabiliza a Carlos Osoro. Pasan las doce de la mañana del domingo 9 de octubre en el aeropuerto de Santander. Su predecesor en Oviedo le acaba de comunicar que el Papa le creará cardenal. (…) Sin tiempo para citas con sombrereros ni sastre, Vida Nueva decide tomarle las medidas para el nuevo capelo durante sus primeras 24 horas en púrpura, en una conversación que se cuela entre reuniones, un par de ruedas de prensa, entrevistas televisivas y actos oficiales.
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“Príncipe me suena a poco. Servidor me suena mejor”, responde Osoro sobre su designación. Asegura que se toma el nombramiento como un “servicio a la Iglesia y al Santo Padre. Capacidad absoluta de entrega y dar la vida, pronunciar a Jesucristo… Eso sí me suena. Si eso es ser príncipe, un cardenal podría ser un príncipe. Si por príncipe se entiende otra cosa, yo tengo poco de eso”.
Hablamos con el arzobispo sobre los dos años que lleva en Madrid y al hacer balance, le preguntamos no solo por la comunidad de sacerdotes, religiosos y fieles que le respaldan, sino también por las resistencias y hasta zancadillas que se está encontrando.
“No me siento cansado y sí que percibo que, en la medida en que uno responde con amor y con la entrega de la vida, la gente cambia. Hay quien se resiste sin culpabilidad, creyendo que defienden a la Iglesia y tienen antenas para percibir que uno no responde con las armas que esperan cuando se ataca, esto es, con la crítica dura. A la larga, cambian”.
Apostar por una Iglesia de puertas abiertas de par en par se paga. En vivo y en directo. Lo experimentó en sus propias carnes en estas 24 horas púrpuras. Un activista decano en reventar actos públicos irrumpe en la rueda de prensa. Gritos, improperios. Una supuesta defensa de los “sintecho”. Un letrero que versa: “La Iglesia mata”. “Dejadle que se exprese”, sale airoso el obispo mientras se acumulan todos los tópicos anticlericales en poco más de minuto y medio. Hasta que es desalojado. “Le he saludado al entrar –explica– y sabía que esto podía pasar, pero he pedido que le dejaran tranquilo, que le dejaran hablar. No en vano, nunca nos viene mal escuchar a los otros”. Prueba superada, por esta vez.
Ataques como el de la rueda de prensa, le dejan “con más ganas de estar en la calle y con la gente. Este chico, como tantos otros, necesita saber que Jesús sale a su encuentro y le puede cambiar la vida”. A Osoro le transformó. Al profesor de Educación Física le encaminó hasta llevarle a ser el “obispo peregrino”, como le define el Papa…
Publicado en el número 3.007 de Vida Nueva. Ver sumario
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