José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

No huelen a príncipes ni de lejos


Compartir

JUEVES 6. Sufre anorexia nerviosa. Desde los 12 años. Un par de comentarios en el colegio sobre su físico la sumieron en una espiral de la que no ha salido. “Fue una niña feliz hasta entonces”, escucho a sus padres. A partir de ahí, cuesta abajo. Su mirada perdida me desafía sin quererlo. Cuando las heridas preadolescentes secuestran una vida.

VIERNES 7. Presentación del Misal Romano. Incluye un triple CD con las entonaciones del sacerdote y las respuestas del pueblo. Alguna vez he reparado hasta qué punto podemos desafinar unos y otros. Javier, que es de poco cantar y se va a limitar a utilizar el libro, me ha comentado alguna vez: “Cuando se nos va el tono, siempre confío en aquello de ‘con los ángeles y los santos proclamamos tu gloria diciendo’”. Me dejó más tranquilo sabiendo que arriba alguien dará con la nota que corresponde. Tengan o no CD de guía.

SÁBADO 8. Cena con un buen amigo sacerdote. “¿No has pensado nunca cómo ganaría la Iglesia española si nombrara obispo a uno de los miles de misioneros que tiene repartidos por los cinco continentes?”. Nunca me lo había planteado. Siempre había dado por hecho que si había sido enviado a la misión ad gentes, lo suyo es ser prelado allí. Recojo su propuesta. Que uno sepa, solo Omella atesora un año en Zaire. La mirada del sur, de los pobres, de la periferia que tienen quienes están allá vendría bien para refrescar acá. Candidatos, unos cuantos.

DOMINGO 9. Pasan pocos minutos de las doce. Y una vez más, en ese empeño por sacarnos de nuestra zona de confort, Francisco me apea literalmente del sofá cuando estaba enganchado a la reposición de un programa de música. Carlos Osoro, cardenal. Me lanzo de cabeza a la lista. Y la sorpresa es mayor cuando me topo con varios nombres que suenan a conocidos. A buena gente. Que no huelen a príncipes. Ni de lejos. De cerca, respiran humanidad. Y Amoris laetitia sin miramientos. [EDITORIAL: Cardenales de la misericordia]

LUNES 10. Oración nocturna. No pensaba hacerla en la calle. Tenía que ser caminando. Rezandovoy. “Cuando oro, cosas extraordinarias suceden en mí. No fantásticas o quiméricas. Sino trascendentes, simples, profundas. Cuando lo hago, todas las fuerzas parecen sintonizarse. Experimento la misteriosa sintonía del universo”. Dios creador. Bajo la luna. Un brisa. Ahí estás.

jose.beltran@ppc-editorial.com

Publicado en el número 3.007 de Vida Nueva. Ver sumario