Francisco “primerea” la denuncia del genocidio en Armenia

Cuatro momentos que resumen la ecuménica visita del Papa al país caucásico

Viaje de Francisco a Armenia junio 2016

Francisco y Karekin II lanzan dos palomas al vuelo, símbolo de la paz necesaria para Armenia, ayer domingo en el Monasterio de Khor Virap

MARÍA PÉREZ | Solo tres días han bastado para que las palabras de denuncia y consolación de Francisco resuenen en cada rincón de Armenia, un país marcado por la matanza sufrida por sus gentes hace más de un siglo. Y es que el Papa argentino ha abrazado la realidad de esta pequeña nación del Cáucaso a la vez que ha puesto los puntos sobre las íes a la comunidad internacional, pronunciando la palabra que parecía impronunciable: “genocidio”. Un genocidio que ha denunciado, cuyas heridas ha querido sanar, y con cuyas palabras ha clamado para que nunca jamás vuelva a producirse. El Francisco más valiente, una vez más, ha “primereado” la lucha contra la injusticia.

Viernes: una denuncia y un abrazo

La primera jornada de Francisco en Armenia, ese pequeño país del Cáucaso marcado por un genocidio perpetrado hace más de cien años, estuvo marcada por la denuncia explícita del terror sufrido por su pueblo. Durante su encuentro con las autoridades civiles y el cuerpo diplomático, y a pesar de que en el texto su discurso no figuraba la palabra “genocidio” –una palabra evitada por el Vaticano para evitar tensiones con Turquía, que sigue negando la matanza–, Jorge Mario Bergoglio la pronunció:

“Aquella tragedia, aquel genocidio, por desgracia, inauguró la triste lista de las terribles catástrofes del siglo pasado, causadas por aberrantes motivos raciales, ideológicos o religiosos, que cegaron la mente de los verdugos hasta el punto de proponerse como objetivo la aniquilación de poblaciones enteras. Es muy triste que las grandes potencias miraban hacia otro lado”.

El Papa estuvo en todo momento acompañado por el Patriarca Supremo de la Iglesia Armenia, Karekin II, a quien agradeció su hospitalidad nada más llegar al país: “Gracias, Santidad, por haberme acogido en su casa; este elocuente signo de amor dice, mucho más que las palabras, lo que significa la amistad y la caridad fraterna”, dijo Francisco durante su visita de oración a la catedral Apostólica de Etchmiadzin.

Una visita marcada por la visible unión entre el Papa católico y el Patriarca armenio, en la que Francisco recordó que “la Iglesia católica desea cooperar activamente con todos los que se preocupan por el destino de la humanidad y el respeto de los derechos humanos, para que en el mundo prevalezcan los valores espirituales, desenmascarando a todos los que desfiguran su sentido y su belleza. A este respecto, es vital que todos los que confiesan su fe en Dios unan sus fuerzas para aislar a quien se sirva de la religión para llevar a cabo proyectos de guerra, de opresión y de persecución violenta, instrumentalizando y manipulando el santo nombre Dios”.

Sábado por la mañana: paz y futuro para las víctimas

“Aquí rezo con el dolor en el corazón para que nunca más haya tragedias como esta, para que la humanidad no olvide y sepa ganar con el bien el mal; Dios conceda al amado pueblo armenio y al mundo entero paz y consolación”.

Siguiendo los pasos de su predecesor Juan Pablo II, quien visitó el país en 2001, Francisco comenzó su segunda jornada en Armenia visitando el emblemático memorial del genocidio armenio Tzitzernakaberd, en Ereván. De pie y junto a Karekin II, el Papa pronunció una sencilla oración frente a la llama eterna del monumento en homenaje al millón y medio de víctimas del genocidio que sufrió el país hace más de 100 años. Un masacre que tantas llagas ha abierto entre la comunidad internacional pues, a diferencia del holocausto judío –que fue reconocido y condenado por Alemania– el genocidio armenio nunca ha sido reconocido ni condenado por el gobierno turco.

“Que Dios custodie la memoria del pueblo armenio. La memoria no debe ser diluida ni olvidada; la memoria es fuente de paz y de futuro”, escribió Francisco de su puño y letra en el libro de oro en el Museo del Memorial al culminar su visita al momumento.

Tras la visita al emblemático memorial, Francisco voló hasta Gyumri, una ciudad al norte del país golpeada en 1988 por un devastador terremoto, para celebrar una misa en la Plaza Vartanants. En su homilía –pronunciada en italiano y traducida por un sacerdote al armenio–, el Papa sentó las “tres bases estables sobre las que edificar y reconstruir incansablemente la vida cristiana”:

  • “La primera base es la memoria. Una gracia que tenemos que pedir es la de saber recuperar la memoria, la memoria de lo que el Señor ha hecho en nosotros y por nosotros: recordar que, como dice el Evangelio de hoy, él no nos ha olvidado, sino que se ‘acuerda’ (…). ¡Qué bueno es recordar con gratitud que la fe cristiana se ha convertido en el aliento de vuestro pueblo y el corazón de su memoria!”.
  • “La fe es también la esperanza para vuestro futuro, la luz en el camino de la vida, y es la segunda base de la que quisiera hablaros. (…). La fe nace y renace en el encuentro vivificante con Jesús, en la experiencia de su misericordia que ilumina todas las situaciones de la vida. Es bueno que revivamos todos los días este encuentro vivo con el Señor”.
  • “La tercera base, después de la memoria y de la fe, es el amor misericordioso: la vida del discípulo de Jesús se basa en esta roca, la roca del amor recibido de Dios y ofrecido al prójimo. El rostro de la Iglesia se rejuvenece y se vuelve atractivo viviendo la caridad. El amor concreto es la tarjeta de visita del cristiano”.

Sábado por la tarde: el ecumenismo del “amor humilde”

Por la tarde, Francisco se dirigió a la Plaza de la República de la capital armenia, Ereván, para celebrar un encuentro ecuménico por la paz junto a Karekin II, Patriarca Supremo de la Iglesia Armenia.

“Para lograr la unidad necesaria no basta la buena voluntad de alguien en la Iglesia: es indispensable la oración de todos. Es hermoso estar aquí reunidos para rezar unos por otros, unos con otros. Y es sobre todo el don de la oración que he venido a pediros esta tarde. Por mi parte, os aseguro que, al ofrecer el Pan y el Cáliz en el altar, no dejo de presentar al Señor a la Iglesia de Armenia y a vuestro querido pueblo”, fueron las palabras de Francisco.

“Estamos llamados a tener la valentía de dejar las convicciones rígidas y los intereses propios, en nombre del amor que se abaja y se da, en nombre del amor humilde: este es el aceite bendecido de la vida cristiana, el ungüento espiritual precioso que cura, fortifica y santifica”.

Domingo: dos palomas por la paz

La tercera y última jornada de Francisco en Armenia comenzó con la celebración de la Divina Liturgia (la “misa” de los ortodoxos) en el Palacio Apostólico de Echmiadzín, al oeste de la capital del país, sede del llamado “Vaticano de los armenios” y el corazón histórico de la Iglesia Apostólica Armenia.

Durante sus palabras y citando a san Gregorio de Narek –poeta, filósofo y teólogo armenio, proclamado el pasado año doctor de la Iglesia–, Jorge Mario Bergoglio llamó a acabar con el “escándalo” de “la falta de unidad entre los discípulos de Cristo”:

“Que la Iglesia Armenia camine en paz, y la comunión entre nosotros sea plena. Que brote en todos un fuerte anhelo de unidad, una unidad que no debe ser ‘ni sumisión del uno al otro, ni absorción, sino más bien la aceptación de todos los dones que Dios ha dado a cada uno, para manifestar a todo el mundo el gran misterio de la salvación llevada a cabo por Cristo, el Señor, por medio del Espíritu Santo'”.

Como última etapa de este viaje de tres días al país otomano, Francisco visitó junto a Karekin II el antiguo monasterio de Khor Virap, donde permaneció encerrado Gregorio I el Iluminador, patrón Armenia, quien llevó hasta el país el cristianismo en el año 301.

Tras rezar en su capilla, ambos líderes liberaron dos palomas, símbolo de la paz necesaria para Armenia, un país enfrentado con su vecina Turquía durante mas de un siglo por la matanza de los pueblos armenios en 1915.


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