La denuncia del Papa al “genocidio” armenio solivianta a Turquía

líderes religiosos de Armenia en la misa celebrada en el Vaticano en el centenario del genocidio armenio

Ankara retira al embajador tras la misa de Francisco en el centenario del martirio de millón y medio de personas

líderes religiosos de Armenia en la misa celebrada en el Vaticano en el centenario del genocidio armenio

Líderes religiosos armenios participaron en la misa conmemorativa en San Pedro

ANTONIO PELAYO, corresponsal de Vida Nueva en ROMA | La palabra “genocidio” resonó como un trueno bajo la cúpula de Miguel Ángel en la luminosa mañana del domingo 12 de abril. No es la primera vez que un papa la utilizaba para referirse al asesinato colectivo de armenios, por parte de Turquía, a comienzos del siglo XX (lo hizo san Juan Pablo II en 2001 en un documento escrito), pero esta vez fue en una solemne ceremonia pública y en presencia de las máximas autoridades religiosas y políticas de Armenia.

Ese día, en efecto, asistían a la Eucaristía celebrada por Francisco en San Pedro el presidente armenio, Sergio Sargsyan; Su Santidad Karekin II, Supremo Patriarca y Catholicós de todos los Armenios; Su Santidad Aram I, Catholicós de la Gran Casa de Cilicia; Su Beatitud Nerses Bedros, XIX Patriarca de Cilicia de los Armenios católicos, así como varios miles de armenios llegados a Roma desde muchos países.

Antes de iniciar la misa que celebraba el centenario del martirio de más de millón y medio de armenios entre 1915 y 1920 (Metz Yeghern, el “gran mal” en lengua armenia), Bergoglio dirigió unas palabras de saludo a todos los presentes. Fue entonces cuando dijo: “Nuestra humanidad ha vivido en el pasado siglo tres grandes e inauditas tragedias; la primera, la que generalmente es considerada como ‘el primer genocidio del siglo XX’ (Declaración común de Juan Pablo II y de Karekin II en Etchmiadzin, en 2001); ella golpeó a vuestro pueblo –la primera nación cristiana–, junto a los siro-católicos y ortodoxos, a los asirios y caldeos, y a los griegos. Fueron asesinados obispos, sacerdotes, religiosos, mujeres, hombres, ancianos e incluso niños y enfermos indefensos. Las otras dos fueron cometidas por el nazismo y el estalinismo”.

El Pontífice añadió: “También hoy estamos viviendo una especie de genocidio, causado por la indiferencia general del silencio cómplice de Caín, que exclama: ‘¿A mí qué me importa? ¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?’”.

Para que quede constancia escrita de estas graves afirmaciones, el Papa las vuelve a formular en su mensaje dirigido a los armenios, que comienza así: “Ha trascurrido un siglo desde la horrible matanza que fue un verdadero martirio de vuestro pueblo, en el que murieron muchos inocentes como confesores y mártires por el nombre de Cristo. No hay familia armenia todavía hoy que no haya perdido en aquel acontecimiento a alguno de sus seres queridos; de verdad fue el ‘gran mal’”.

“Hacer memoria de todo lo que ha sucedido –continúa– es un deber no solo para el pueblo armenio y para la Iglesia universal, sino para toda la familia humana, para que la advertencia que proviene de esta tragedia nos libre de volver a caer en tales horrores que ofenden a Dios y a la dignidad humana. También hoy, efectivamente, estos conflictos a veces degeneran en violencias injustificables fomentadas, instrumentalizando las diversidades étnicas y religiosas. Todos los que están al frente de las naciones y de las organizaciones internacionales están llamados a oponerse a tales crímenes con una responsabilidad firme, sin ceder a ambigüedades”.

Anticipándose a la previsible reacción de Ankara, el Papa escribe: “Dios quiera que se reanude el camino de la reconciliación entre el pueblo armenio y el turco (…). Se trata de pueblos que en el pasado, no obstante los contrastes y las tensiones, han vivido largos períodos de pacífica convivencia e incluso, en la vorágine de las violencias, han visto casos de solidaridad y de recíproca ayuda. Solo con este espíritu las nuevas generaciones pueden abrirse a un futuro mejor, y el sacrificio de muchos puede convertirse en una semilla de justicia y de paz”.

Las reacciones de las autoridades turcas, tanto políticas como religiosas, han sido de una dureza extrema. El nuncio en la capital turca, Antonio Lucibello, fue convocado al Ministerio de Asuntos Exteriores para hacerle llegar el malestar del presidente, Recep Tayyip Erdogan. Así, el embajador turco ante la Santa Sede, Mehmet Paçaci, ha sido llamado a Ankara “a consultas”, como se dice en el argot diplomático.

El ministro turco de Exteriores, Mevlüt Çavusoglu, definió las palabras del Papa como “unilaterales e inapropiadas”, mientras otras fuentes oficiales las han calificado simplemente como una “calumnia”.

En el nº 2.937 de Vida Nueva

 

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