ARGENTINA: “Argentina, canta y camina”

Por Pedro Brassesco, Secretario de la Comisión Episcopal de Misiones del Episclogo_cen_250pxopado Argentino

Ecos del XI Congreso Eucarístico Nacional Tucumán 2016

Durante el Congreso Eucarístico en Tucumán y en los días posteriores muchos cuestionaban la falta de difusión o transmisión en directo a través de los grandes medios de comunicación nacional. Y pienso que tal vez Dios quiso que fuera así. Porque el encuentro profundo con Jesús no es reductible a una televisación en vivo o a una noticia entre otras. Jesús no quiere fama. Busca corazones que lo amen de verdad. Y esa es una experiencia personal y comunitaria que requiere presencia, que pone en juego todos los sentidos físicos y potencias espirituales.
Al volver a sus parroquias muchos habrán querido contar lo que vivieron. Y habrán sentido que sus palabras no alcanzaban, que todo lo que digamos siempre queda corto. Uno busca contagiar con el testimonio un conjunto de sensaciones que fueron amalgamadas de manera imperceptible por la mano de Dios. Y descubre que lo único que puede hacer es dar pinceladas. Vamos recortando imágenes de ese paisaje de fe que impacta, y esa selección es a partir de lo más significativo para cada uno, lo cual es también una experiencia personal.

¿Qué imágenes me impresionaron más entre tantas? En primer lugar, el profundo sentido de lo sagrado de nuestro pueblo, que lo vivió en la emoción de saberse bendecido por la cercanía de Dios. Lo comprobé en el silencio estremecedor durante la consagración en las misas masivas. Un denso sentido del misterio sobrenatural hacía que en este momento decisivo de la entrega de Jesús uno se sintiera, en medio de la multitud, sólo con Él y, al mismo tiempo, con todos.
Otra postal de esa fe fue el ingreso y la salida de las imágenes de la Virgen en el predio del Hipódromo de Tucumán cada día. Arrancaba lágrimas de emoción ver a la amada Madre tan cerca de sus hijos que se sentían visitados por María. Miles de personas caminando junto con ella. Miles esperándola. Todos conscientes de la bendición de tenerla entre ellos.
También me impactó el respeto y cariño del pueblo para con sus pastores. Al ingresar y salir procesionalmente en cada misa, las palabras de agradecimiento y pedidos de bendición de la gente a los obispos, reflejados en sus rostros sinceros, eran expresión de una comunión de fe en la diversidad de ministerios.
La fe no se puede medir, pero durante el XI Congreso Eucarístico Nacional parecía percibirse en el aire, con una intensidad que, en vez de agobiar, generaba alegría, entusiasmo, emoción.
Un pueblo que se encontró con Aquel que le da sentido, unidad y finalidad a su peregrinar: el mismo Jesús. Que pudo meditar sobre Él y sus implicancias en la vida cotidiana, en el compromiso social y comunitario. Que pudo decirle claramente “te necesitamos”, y recordar que él es el motor y Señor de la historia. Eso es lo que le aportó el CEN a la comunidad creyente. El poder volver a lo esencial, a sus fuentes, a sentirse comunidad reunida por Jesús, a percibirse que, como Iglesia Argentina, sólo puede caminar con las fuerzas que da el Pan de Vida. Y que sin él corremos el riesgo de reducirnos a una prolija organización, eficaz, pero no fecunda.

CEN (2)El XI Congreso Eucarístico Nacional nos deja el desafío de replantearnos siempre sobre qué asentamos nuestras acciones para lograr aquello que queremos como pueblo o comunidad. La reconciliación, la justicia, la equidad, la unidad, necesitan mediaciones humanas pero sólo son posibles con la fuerza de Dios. Esa fuerza vital que está presente en la Eucaristía y que no es un plus de energía, sino el medio para poder dejarnos transformar por Él, para sentir, pensar y obrar como Él.
El papa Francisco nos viene hablando mucho de una Iglesia en salida, misionera, cercana. El Congreso nos ha mostrado que para que eso no se transforme en un eslogan que despierte aplausos, pero pocas acciones, es necesario vivirlo desde la Eucaristía. Me emociona pensar cuántas personas hoy, de los miles que participaron del CEN en San Miguel de Tucumán, están siendo fermento en la masa, están animando a otros, transmitiendo la alegría de lo vivido. Y eso sólo es posible con el testimonio personal, como lo hicieron los apóstoles después de la Pascua. Nos sentimos enviados a ser testigos de lo que nuestros ojos vieron, nuestros oídos escucharon y cómo nuestro corazón se inflamó con su presencia. No sentimos enviados a no bajar los brazos e invitar con fe y esperanza: “Argentina, canta y camina”.

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