Blázquez impulsa la autocrítica en la Conferencia Episcopal Española

107ª Asamblea Plenaria de la CEE

El presidente de los obispos pide perdón por los fallos cometidos por la institución en su medio siglo de historia

 107ª Asamblea Plenaria de la CEE

De izquierda a derecha: Lluis Martinez Sistach, Antonio María Rouco Varela, Ricardo Blázquez, Antonio Cañizares y Carlos Amigo

EDITORIAL: El equilibro preciso para llevar el timón en la CEE

JOSÉ LORENZO | Cuando de un discurso inaugural de una asamblea episcopal se apostilla que ha sido “largo”, no es tan mala cosa como se podía pensar y suele ir implícito en el juicio la aquiescencia con el fondo de ese parlamento o, al menos, con buena parte de él. Es lo que ha pasado con el texto que el presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Ricardo Blázquez, leyó para inaugurar la CVII Asamblea Plenaria de el Episcopado español, reunida en Madrid del 18 al 22 de abril.

Efectivamente fue “largo” –razón por lo cual el arzobispo de Valladolid se disculpó en varias ocasiones– y se notó esa duración en algunos obispos y compañeros de mesa; pero fue bien acogido en las primeras impresiones recabadas en los pasillos, donde la templanza de Blázquez es cada vez más valorada. “Ha dicho lo que todos quisiéramos decir en nuestras diócesis”, confesó un obispo a Vida Nueva. “Me ha parecido muy correcto su discurso, y muy bien elegidos los temas”, apuntó otro pastor.

Y lo que dijo, con esa templanza, pero determinación, fue para acoger “como una verdadera guía” la exhortación apostólica Amoris laetitia cuando algunos se han apresurado a subrayar que no se trata de “magisterio”; para reivindicar el lugar de la Iglesia en medio de la sociedad española, donde “no aspira a ser privilegiada ni quiere ser preterida”; y, finalmente, para entonar un poco habitual mea culpa cuando la Conferencia Episcopal se prepara para celebrar con varios actos el 50º aniversario de su creación.

“También habrá motivos para pedir perdón a Dios y disculpas a las personas”, leyó el purpurado abulense. Y añadió a renglón seguido: “Se puede comprender a priori que la Conferencia Episcopal Española, como otras instituciones eclesiales, no habrá acertado siempre; es de suponer que a veces no haya respondido a lo que de ella se esperaba. Las limitaciones humanas; la mirada, unas veces corta y, otras, superficial; la comunión y comunicación entre sus miembros puede haberse resentido por personalísimos excesivos debilitándose de esta forma el servicio que debía a la Iglesia. Reconocemos nuestros fallos y nos remitimos al Dios de la Misericordia, precisamente en este Año Jubilar, solicitando la comprensión de todos”.

Esta petición, sin embargo, ha pasado un tanto desapercibida cuando es muy importante para una parte de los obispos como gesto ante toda la sociedad y en el marco de este medio siglo de historia. De hecho, en el mensaje “al Pueblo de Dios” que han estado estudiando en esta asamblea (una de las iniciativas previstas, junto con un congreso en junio, entre otras), han sido varios los obispos que han pedido que se dedique a esta autocrítica más espacio del que el borrador inicial le había reservado, según ha sabido Vida Nueva. “Teníamos la sensación de que nos estábamos quedando cortos en esta petición”, subraya uno de ellos.

“Crítica solapada”

Pero además de un mea culpa, en ese párrafo hay quien vio “una crítica solapada, pero crítica” a etapas recientes de la Conferencia Episcopal, en concreto, al dilatado pontificado del cardenal Antonio Mª Rouco Varela. “Por ejemplo, cuando se guardó un silencio muy grande ante los efectos de la crisis económica, aunque luego se maquilló un poco con la declaración Iglesia, servidora de los pobres”, según una fuente consultada por esta revista. Eran tiempos donde la comunión sufrió con la génesis de otras instrucciones pastorales, como las Orientaciones morales ante la situación actual de España, aunque se negaba tal fractura.

Ahora era Blázquez, un pastor empeñado en esa colegialidad, quien subrayaba ante la Plenaria que “la comunión y la comunicación puede haberse resentido por personalísimos excesivos”. Como apunta el mismo monseñor antes citado, “fue, además, un tiempo donde se le quitó importancia a la Conferencia como órgano colegiado, pero se la instrumentalizó y se la puso al servicio de intereses diocesanos”. “Pasamos de una época de comunión afectiva y efectiva entre los obispos a otra de conquistas de los órganos de decisión colegial para dominarlos”, sentencia sobre aquella época otro prelado, que pide guardar el anonimato. “Es evidente a quién aludía Blázquez con ese párrafo… Ahora ya se empieza a poder decir las cosas claramente, como que no hay que tomar decisiones solo en función de los amigos, sino de la capacidad de las personas. Antes, para estar por ejemplo en la Comisión Permanente, había que ser eso: amigo de…”, confiesa otro obispo.

Claro que no todos comparten esta visión. Algunos confiesan que no han entendido ese párrafo desde una crítica personal a Rouco. Otros no ven aquellos años de manera tan negativa. Son los que hoy, en expresión de un eclesiástico, están “enfurruñados” porque creen que hay “una conjura para acabar con el legado del cardenal Rouco”. En este contexto se inscriben cuestionamientos al liderazgo del cardenal Blázquez. Sin embargo, ese párrafo del discurso inaugural opera a modo de reivindicación de su actual papel.

“Blázquez ha sido reelegido por nosotros, y eso significa que le hemos visto capacidad para hacer justo lo que está haciendo. Y en este segundo mandato –añade otro obispo– está más reafirmado en su rol de presidente”. “Blázquez se siente plenamente respaldado por el Vaticano y no tiene miedo”, añade una de las fuentes ya citadas. Y subraya también el estímulo en él del arzobispo emérito Fernando Sebastián, rescatado para el cardenalato por el propio Francisco tras una impecable hoja de servicios a una Conferencia que no se los quiso reconocer apoyando ese nombramiento, y quien en sus recientes memorias –presentadas por Blázquez– también muestra con su habitual claridad los claroscuros de la institución.

Esta fortaleza de Blázquez, que empieza a prodigarse en los medios de comunicación, la ve ratificada esta fuente con el reciente nombramiento de un obispo auxiliar para que le ayude en Valladolid. “A menos de un año de que Blázquez presente su renuncia al cumplir los 75 años, es un indicio de que puede renovar en abril de 2017, cuando acaba el trienio como presidente de la Conferencia. Está el precedente del cardenal Sistach en Barcelona, que superó los tres años de prórroga…”.

Cuidar la Constitución y acoger la ‘Amoris laetitia’

Del discurso de Blázquez, los medios de comunicación destacaron, sobre todo, el análisis que hizo de la actual “encrucijada política”. Así, reclamó “un ejercicio de diálogo y generosidad entre los partidos” y, aunque la Constitución pueda ser actualizada en algunos aspectos, pidió que no se cuestionen sus líneas fundamentales, pues “sin esta casa común quedaríamos a la intemperie”. Muy destacado también fue su reflexión sobre la Amoris laetitia, de la que afirmó que “no hay cambio de doctrina, como era de suponer, pero sí hay aliento nuevo, lenguaje nuevo y actitud nueva ante las variadas situaciones, que ya no son o todavía no son plenamente matrimonio cristiano”.

Lluvia de mitras

El marasmo parece superado. En menos de un mes ha habido cuatro nombramientos episcopales, el último, el 14 de abril, cuando Luis Javier Argüello (Meneses de Campos, Palencia, 1953) fue nombrado obispo auxiliar de Valladolid, de donde era vicario general. A este le seguirá de manera inminente el nuevo pastor de Palencia. “Y se espera una mayor celeridad en el nombramiento de los obispos de las sedes vacantes. Hay un mayor consenso en la elaboración de ternas episcopales”, señala una fuente eclesial a esta revista. Se quiere que la nueva hornada de obispos esté operativa para que en abril de 2017, con elecciones en la Conferencia, la “renovación episcopal” se note también en la Comisión Permanente…

En el nº 2.985 de Vida Nueva

 

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