Atizando el rescoldo de las comunidades eclesiales de base

EN PRIMERA PERSONA

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Extraordinaria la fuerza espiritual de delegados y delegadas al encuentro conmemorativo de los 25 años del martirio de Jacinto Quiroga, coordinador de la comunidad de base de la vereda Guamal, del municipio de Bolívar, Santander del sur, a donde llegamos integrantes de las comunidades eclesiales de base (CEB) que aún quedan en Ecuador, Valle, Cauca, la Costa Pacífica, Chocó, Antioquia, Santander, Bogotá; con todos los cuales compartimos las experiencias de fe vividas en nuestras respectivas CEB. Todas ellas, nacidas de la propuesta hecha por el episcopado latinoamericano en el documento de Medellín (1968) y asumida con valentía por la gente sencilla y humilde del continente, que por prima vez en mucho tiempo haría que un documento de la Iglesia se convirtiera en vida, en práctica, en realidad transformada, en compromiso y no corriera la suerte de tantos otros documentos que van a parar a los anaqueles de los despachos parroquiales y no dejan rastro en la historia.

El rescoldo que aún queda de las CEB comienza a avivarse y con el soplo del Espíritu Santo que a través del papa Francisco nos llega a la Iglesia latinoamericana vuelve a darnos la oportunidad de reconstruir las CEB, que tanta falta están haciendo, como bien lo dijo en Aparecida un arzobispo brasileño: “Las comunidades eclesiales de base, que ayudamos a nacer, que las vimos crecer, que  luego perseguimos para hacerlas morir, qué falta que ahora nos están haciendo”.

Pues bien, acá están resurgiendo de las cenizas y volverán a ser esa fuerza comprometida, que a partir de los años 70 tanto significó para nosotros y para los que desde entonces hemos encontrado en ellas la oportunidad de generar el cambio al que nos invita ahora sin miedo a promover el papa Francisco.

Pasar por la comunidad El Guamal, de Bolívar; por Venceremos, de Zapatoca; por las comunidades del Atrato en Chocó o las del Naya en Valle del Cauca; o las de Brasil, Chile, Ecuador o Centro América y encontrarlas vivas y actuantes, comprometidas, no con la guerra y las armas sino con el Evangelio de Jesús, defendiendo siempre a los más pobres y desvalidos y construyendo estructuras comunitarias, economía solidaria, cultura autóctona, política honesta, Iglesia verdaderamente cristiana, familias unidas, vida digna y, ahora, con el aliento de Francisco, solidarizándonos con la búsqueda de “Las tres T”: territorio, techo y trabajo.

No creemos que vuelva el episcopado a caer en la trampa que le tendió el capitalismo del Norte, haciéndole creer que todo lo que tenía que ver con las CEB era comunismo y que, por lo tanto, tenía que ser exterminado a fuego y sangre, como efectivamente ocurrió y esperamos que no se repita. Ellos sí habían entendido que si toda la Iglesia latinoamericana se organizaba en CEB, con el impulso de profetas como Arns, en Brasil; Angeleli, en Argentina; Óscar Arnulfo Romero, en El Salvador; Ernesto Cardenal, en Nicaragua; Sergio Restrepo, en Colombia; y tantos otros y otras en todo el continente, el capitalismo perdería a Latinoamérica y este llegaría a ser el continente libre y verdaderamente cristiano.

Desde las nuevas CEB y con el calor de las antiguas, promocionaremos desde el Evangelio muchas CEB donde todos y todas seamos incluidos e incluidas y donde especialmente los pobres encuentren que verdaderamente la Iglesia es su casa.

Hacemos memoria de integrantes de las CEB caídas y caídos en tan nefasta época, para que su sangre, desde la de Óscar Arnulfo Romero, de El Salvador hasta la de Eliseo Ortiz, de Venceremos, en Zapatoca, pasando por la de los obispos, sacerdotes, catequistas, animadores de CEB, religiosas y campesinos, no haya sido derramada en vano, sino que nos anime a ser constructores de ese cambio  necesario y urgente en nuestro querido continente latinoamericano.

Queremos un cambio

¿Reconocemos que las cosas no andan bien en un mundo donde hay tantos campesinos sin tierra, tantas familias sin techo, tantos trabajadores sin derechos, tantas personas heridas en su dignidad? ¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando estallan tantas guerras sin sentido y la violencia fratricida se adueña hasta de nuestros barrios? ¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando el sueño, el aire y todos los seres de la Creación están bajo permanente amenaza? Entonces, si reconocemos esto, digámoslo sin miedo: necesitamos y queremos un cambio.

Francisco

Benjamín Pelayo. Pbro.

Diócesis Socorro-San Gil

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