La unidad entre católicos y anglicanos, un poco más lejos

Libby Lane, primera mujer obispa de la Iglesia de Inglaterra

El 26 de enero será consagrada en York Libby Lane, la primera mujer obispo

Libby Lane, primera mujer obispa de la Iglesia de Inglaterra

La unidad entre católicos y anglicanos, un poco más lejos [extracto]

CELIA MAZA (LONDRES) | Tiene 48 años y está casada con el reverendo George Lane, capellán adjunto del aeropuerto de Manchester, con quien tiene dos hijos. En sus ratos libres le gusta tocar el saxofón. Se declara una apasionada de la lectura y los crucigramas y siempre que puede ve los partidos del Manchester United, equipo del que se declara fan. Así es Libby Lane, la mujer que pasará a los libros de historia como la primera obispa nombrada por la Iglesia de Inglaterra.

El próximo 26 de enero será consagrada en la catedral de York, cambiando para siempre el rumbo de una confesión nacida para satisfacer los deseos de un monarca. Fue en el siglo XVI, cuando Enrique VIII rompió con la Iglesia católica al no lograr del papa Clemente VII la anulación de su matrimonio con Catalina de Aragón.

La primera búsqueda de la unidad visible plena entre ambas comuniones se inició hace más de cuatro décadas, en el histórico encuentro en Roma entre el arzobispo Ramsey y el papa Pablo VI. Sin embargo, no pocos consideran que el nombramiento de Lane representa un nuevo obstáculo para que tenga lugar este acuerdo que se antoja cada día más complicado, al menos a corto plazo.

“Con este tipo de decisiones tomadas de manera unilateral, la Iglesia de Inglaterra lo único que hace es dar la espala a esa unión”, explica monseñor Keith Newton. El que fuera obispo anglicano está al frente del Ordinariato de Nuestra Señora de Walsingham.

Constituido en enero de 2011 y situado en pleno corazón de la capital británica, es el primero en todo el mundo creado desde que el papa Benedicto XVI publicara la constitución apostólica Anglicanorum coetibus (2009). El objetivo es permitir a los anglicanos el paso a la Iglesia católica manteniendo su identidad. A fecha de hoy, 87 sacerdotes –entre ellos, cinco obispos (dos ya jubilados)– se han unido al Ordinariato, junto con más de mil laicos. Al estar casado, Newton tuvo que renunciar a ser obispo. El título de monseñor le confiere prácticamente la misma autoridad, aunque no le está permitido ordenar. “Es uno de los pequeños sacrificios, pero mereció la pena porque como católico soy feliz”, señala.

El nombramiento de Lane ni le sorprendió ni fue algo que le pusiera “especialmente triste”. “Era algo esperado y sé que es una cuestión que muchos anglicanos no comparten. Pero algunos simplemente prefieren mirar para otro lado y actuar como si no hubiera pasado”, recalca.

Aun así, ya son muchas las voces que vaticinan una nueva remesa de lo que se denominan flying bishops (lo que podría traducirse como obispos itinerantes), una figura creada para dar servicio a quienes no aceptaban la ordenación de sacerdotes femeninos.

Hermanas cristianas

De hecho, cuando monseñor Newton era párroco anglicano, en su deanato la mitad de los deanes eran mujeres. “Era un deanato muy feliz, pero había cosas que ciertamente no hacía con ellas. No celebraba la Eucaristía ni asistía cuando ellas estaban celebrando. Algunas de ellas eran muy buenas personas, solo creo que estaban equivocadas. Creo que el tema es la vocación real de las mujeres. No reconocí sus órdenes, pero las reconocí como hermanas cristianas, porque para todos la base es el bautismo: eso es lo más importante”, explica.

Si Roma reconociera la ordenación femenina, todo sería distinto. “La postura de Juan Pablo II, reiterada por Francisco, deja claro que la Iglesia no tiene la autoridad para cambiar la práctica de la Iglesia universal. Sin embargo, si lo hiciera, no tendría problema en aceptarlo, porque habría sido una decisión de la Iglesia universal y no una pequeña parte que se separó de ella en el siglo XVI”, añade.

Por su parte, Austen Ivereigh, director de Catholic Voices –influyente grupo de comunicadores católicos que cuenta con la bendición papal–, asegura que el nombramiento de Lane “no va a afectar al diálogo entre las dos comunidades”. “La unión eclesiástica está estancada desde hace tiempo. Las relaciones son buenas y hay cooperación entre las parroquias, pero la unidad es algo que está paralizado”.

Según el escritor, más que el papel de las mujeres, el problema es una crisis de autoridad en la Iglesia anglicana. “Cuando se firmaron unos documentos acordados en las reuniones de ARCIC que luego no fueron aceptados por algunos grupos anglicanos, quedó en evidencia que algo fallaba”, añade. Con todo, Ivereigh explica que la constitución del primer Ordinariato es “muy importante”, ya que refleja “cómo será una eventual incorporación de los anglicanos a la Iglesia de Roma”.

En cualquier caso, el 26 de enero todas las miradas estarán puestas en Lane, cuya elección supuso una gran sorpresa. Su nombre no estaba en la lista barajada desde que el Sínodo cambió la normativa. Y su cara tampoco era de las habituales en los programas religiosos de televisión. Fue ordenada diácono en 1993 y sacerdote al año siguiente. Estudió en Oxford y fue capellán en un hospital y en un colegio al inicio de su carrera eclesial. Ahora tendrá que dejar la Diócesis de Chester, donde era vicaria desde 2007, para convertirse en el octavo obispo auxiliar de Stockport.

Vía rápida para el asiento “espiritual”

La ordenación femenina siempre ha sido tema de disputa dentro de la Iglesia de Inglaterra. El primer paso hacia el nombramiento de mujeres obispos tuvo lugar en 2008, cuando el Sínodo General Anglicano dio un giro histórico a favor de lo que llamaron “modernización e igualdad”. Alrededor de 1.300 curas y algún obispo amenazaron entonces con una posible deserción.

En 1994, Juan Pablo II ya tuvo que derogar la fórmula del celibato para los 500 religiosos que buscaron el amparo del Vaticano cuando se consagró a la primera promoción de mujeres sacerdotes, a la que, por cierto, perteneció la propia Libby Lane. En 2012 fue la primera vez que la cuestión se sometió a votación, pero, por solo seis votos, el cambio no fue posible y hubo que esperar hasta noviembre de 2014. Con todo, los sectores más conservadores han pedido una serie de salvaguardas, por lo que las parroquias que sigan oponiéndose a este nombramiento tendrán derecho a pedir una alternativa masculina.

Otro objeto de intenso debate es el acceso de mujeres obispos a Westminster. Como obispo auxiliar, Lane no podrá entrar en la Cámara de los Lores. Aunque, tras llegar a un acuerdo con el Sínodo General, el Gobierno de David Cameron ha presentado una propuesta para que las féminas tengan una vía más rápida de llegar a lo que se conocen como asientos “espirituales”.

Históricamente, hasta 26 obispos anglicanos tienen adjudicada una silla en la Cámara Alta. Mientras que las cinco figuras de más alto rango –los arzobispos de Canterbury y York y los obispos de Londres, Durham y Winchester– tienen asiento de manera automática, el resto se otorga a aquellos que llevan más tiempo ejerciendo. Actualmente, hay 40 en lista de espera. Pero el propósito del Ejecutivo es dar prioridad a las mujeres durante la próxima década si se produce alguna vacante.

Sea como fuere, pese a las expectativas creadas, la ordenación de mujeres no ha servido para atraer más fieles a las parroquias. La práctica religiosa es tan baja que, desde hace muchos años, los domingos hay más católicos que anglicanos en las iglesias, aunque estos son casi seis veces más: 25 millones frente a cuatro.

En el nº 2.924 de Vida Nueva

Compartir