Entidades de inspiración católica forman a periodistas para dar voz a la exclusión, la desigualdad, la pobreza o el voluntariado
FRAN OTERO | Escuchamos estos días en radio y leemos en prensa las numerosas ofertas formativas que, para el verano y para el próximo curso, se ofrecen en el ámbito de la comunicación –másteres, cursos de especialización, posgrados…–; un espacio en el que la Iglesia, a través de distintas obras, tiene algo que decir y aportar. Sobre todo, desde la comunicación que le es más cercana, la social.
De hecho, el pasado 11 de julio se clausuró en Salamanca curso de Experto en Comunicación Social, que organizan conjuntamente la Fundación Amparo del Moral, la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social y la UPSA. Un mes antes se había completado también la primera edición del Máster en Periodismo Social de la Fundación Crónica Blanca y la Universidad CEU San Pablo de Madrid, que ya prepara un nuevo curso.
De hecho, la propuesta de Crónica Blanca se estructura en tres partes en las que aboga por un periodismo de responsabilidad social, por un periodismo de especialización que prime los contenidos sociales –tercer y cuarto mundo, exclusión y desigualdad social, explotación, pobreza, miseria, política y economía social, cooperación al desarrollo, voluntariado social…– y un periodismo desideologizado con criterio y sensibilidad social, con capacidad tanto de denuncia como de proposición.
Ciertamente, este planteamiento es oportuno, pues como afirma la coordinadora del máster, Cristina Sánchez, “hacen falta más temas sociales desde una perspectiva positiva en los medios de comunicación”. “Siempre que conocemos algo que se extrapole de la agenda política, del corazón, deportiva o de algún conflicto internacional, es porque hay algún desastre que marca la percha informativa.
Pero hay tanta gente buena que hace cosas buenas por los demás y que, además, daría una esperanza real a la población… No entiendo muy bien por qué esa belleza, verdad y bondad que existe se esconde tanto. A no ser, claro, que sean publicaciones especializadas –las menos–, que sí se esfuerzan en contar estos maravillosos descubrimientos. Es urgente tomarse en serio lo de ser voz de los sin voz. Ha tenido que llegar el papa Francisco para recordárnoslo”, añade.
Cuestión de responsabilidad
En este sentido, Cristina cree que la gran responsabilidad es de los periodistas, pues “hablar de temas sociales debe implicar a la persona que se enfrenta a ellos, porque, si no, la información queda fría”. Apunta que el periodista “es un gran instrumento para el mundo” y, por ello, ve necesaria una buena formación en este sentido.
Del mismo modo, defiende que este itinerario formativo, que lidera el sacerdote y periodista Manuel María Bru, se distingue, además, por una amplia variedad de profesorado formado por profesionales del campo de la información social, por más de 20 asignaturas y por sus prácticas, que comienzan el primer día.
Todo ello con una referencia clara, la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), que que se encuentra en el corazón de los contenidos que se imparten. “Ayuda a descubrir que Dios está siempre detrás de toda noticia, y ayuda a que los que nos formamos en este ámbito, apoyados en la DSI, sepamos encontrarle. La DSI es una formación básica para un periodista que se dedique al ámbito de lo social, porque le ayudará a comprender el mundo y la sociedad a través de la fe, poniendo a Dios y al hombre, como hijo de Dios, en el centro. Con las enseñanzas de la DSI, el profesional descubrirá una serie de criterios que le ayudarán a argumentar, desde la libertad que otorga el cristianismo, cuestiones como el valor de la vida y la familia, las relaciones entre los estados, la legítima defensa, los derechos humanos, etcétera”, concluye Cristina Sánchez.
En el nº 2.903 de Vida Nueva