La caída de ícaro

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Dirigida y escrita por David Cronenberg, Cosmopolis es una adaptación de la novela homónima de Don DeLillo. La historia narra los acontecimientos que vive Eric Packer (Robert Pattinson) el día en que llega a su fin el imperio financiero que ha diseñado.

Con la caprichosa idea de hacerse un corte de cabello, el joven multimillonario inicia un viaje a través de Nueva York. El tráfico se halla convulsionado debido a fuertes protestas en contra del sistema económico imperante y a la presencia del presidente de Estados Unidos. Impávido, Packer cruza la ciudad dentro de su limosina. La noticia del crecimiento de la moneda china (Yuan) lo enfrenta a la ruina. Aún así, continúa con su trayecto, sin importarle las amenazas que recaen sobre su vida. Entonces, el interior de su carro se convierte en el escenario de una secuencia de acciones, que incluyen diálogos acerca de la tecnología, los negocios, el sexo y el tiempo en la era del cibercapital.

“El dinero ha cambiado su sentido”, reflexiona uno de los personajes que participan de la narración. “La riqueza se ha convertido en riqueza por el hecho de serlo. Ya no hay otro tipo de fortunas. El dinero ha perdido su cualidad narrativa, la que poseía la pintura en su momento. El dinero se habla a sí mismo. (…) El dinero creó el tiempo. Solía ser al revés. El registro del tiempo aceleró la marcha del capitalismo. La gente dejó de pensar en la eternidad y se concentró en las horas, horas medibles, horas humanas haciendo el trabajo más eficiente. El cibercapital crea el futuro (…) porque ahora el tiempo es propiedad corporativa, pertenece al sistema de libre mercado. El presente es más huidizo, ha sido retirado para dar paso al futuro de mercados no controlados y enormes potenciales de inversión. El futuro se hace insistente. (…) Cuanto más visionaria sea una idea más gente deja atrás. De eso se tratan las protestas. Visiones de tecnología y riqueza. La fuerza del cibercapital mandará al arroyo a la gente a morir. ¿Cuál es la falla de la razón humana? Fingir no ver el horror y la muerte al final de los planes que diseña. Esta protesta es contra el futuro. Quieren detener el futuro, normalizarlo, que no se trague el presente. (…) La tecnología es crucial para la civilización, porque nos ayuda a crear nuestra fe. No necesitamos a Dios ni milagros ni el vuelo del abejorro”.

Como en otras películas de Cronenberg, en Cosmopolis asistimos al deterioro físico y psicológico del personaje central. Eric Packer es hijo del ingenio, sin embargo, la ambición y la indiferencia provocan su decadencia. “Poseemos significado en este mundo. La gente come y duerme a la sombra de lo que hacemos. Pero al mismo tiempo… ¿Qué?”, dice agobiado por el sinsentido uno de los colaboradores del joven magnate. Con el transcurrir de las horas, el mundo adquiere poco a poco características apocalípticas y la lujosa limosina de Packer pierde su capacidad para resguardarlo del caos que se apodera de la ciudad.

Por una parte, la película nos lleva a pensar en la crisis económica del año 2008, cuyas consecuencias a nivel global aún nos afectan. Por otra parte, en el conjunto de protestas que actualmente se han levantado en nuestro país. También estas reclaman la necesidad de un presente digno, por encima de las apuestas a futuro de los incautos ícaros que siguen alzando el vuelo, sin reparar en que el sol puede destruir sus alas. Su ambición e indiferencia son las principales causas del sufrimiento de quienes hoy reclaman sus derechos.

Miguel Estupiñán

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