Mauro Jöhri: “El cambio de estilo del Papa está haciendo un gran bien”

Mauro Jöhri, ministro general de los capuchinos

Ministro general de los capuchinos

Mauro Jöhri, ministro general de los capuchinos

Entrevista con Mauro Jöhri [extracto]

Texto y fotos: DARÍO MENOR | El suizo Mauro Jöhri es el ministro general de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos. Como tantos franciscanos, está encantado de que el nuevo Papa tenga como referencia a san Francisco de Asís, aunque plantea que la Santa Sede debe permitir a la orden vivir su carisma como en los primeros tiempos, de manera que no haga falta ser sacerdote para ejercer cargos de autoridad.

PREGUNTA.- ¿Está feliz con que Bergoglio haya elegido el nombre de Francisco como Papa?

RESPUESTA.- Cuando oí que se iba a llamar Francisco me conmoví hasta llegar a las lágrimas, porque no podía esperarse que un jesuita eligiese ese nombre. Me alegró mucho que eligieran a un religioso como papa, pues significa que los religiosos seguramente tienen aún algo que hacer y decir dentro de la Iglesia. Alguien ha dicho que la elección del nombre de Francisco era como una encíclica, pues muestra la decisión de querer volver a una vida sencilla y evangélica. Al mismo tiempo, para mí, que soy franciscano, es como que te digan que creas de verdad en la forma en que has elegido vivir. Es como una vuelta al compromiso que cada uno de nosotros tomamos al elegir esta vida, para que sea visible y brille.

P.- ¿Ve puntos comunes entre la época actual de la Iglesia y el momento en que nacieron las órdenes mendicantes?

R.- En los tiempos de Francisco de Asís la Iglesia era muy poderosa, estaba en competición con los gobernantes. Había entonces un gran deseo de cambio dentro de la Iglesia por parte de los movimientos mendicantes. Francisco supo mediar entre el Evangelio y la adhesión a la autoridad de la Iglesia. Francisco no hizo nunca las cosas contra los demás, sino siempre a favor de alguien. Este Papa es una invitación para decir que debemos renovarnos, pero hacerlo juntos, no en contraposición. En el tiempo que lleva como Papa, ha cambiado el estilo. Ese cambio se ve y está haciendo un gran bien a la mayoría de nosotros. Es lo que esperábamos y lo que queremos: una Iglesia sencilla, inmediata, que habla el idioma de la gente, una Iglesia capaz de hacer gestos inmediatos y comprensibles.

“Este Papa es una invitación
para decir que debemos renovarnos,
pero hacerlo juntos, no en contraposición.
En el tiempo que lleva como Papa,
ha cambiado el estilo”.

P.- En esa Iglesia, ¿cuál debe ser el papel de las órdenes mendicantes en general y de los capuchinos en particular?

R.- Para nosotros es importante la vida en fraternidad, que haya fraternidades normales, sencillas, que recen, estén cerca de los pobres y se conviertan en lugares de espiritualidad y de referencia, donde las personas puedan acudir sin dificultad para fortalecer su vida de oración, donde encuentren siempre a alguien que los acoja y escuche. Por otro lado, insisto mucho en que los frailes deben estar dispuestos a andar allí donde nadie quiere hacerlo. Hay que ir a las fronteras y a las periferias, tanto de las ciudades como de la historia. Esto no es hoy fácil, porque el joven que entra quiere, por ejemplo, tener Internet y wifi. Hay lugares en el mundo donde esto no existe, pero hay gente que espera nuestra presencia. El sacrificio, la separación y la disponibilidad para partir son elementos que deberían caracterizar nuestra vida.Mauro Jöhri, ministro general de los capuchinos

P.- Entre los capuchinos existe una doble realidad de frailes ordenados sacerdotes y otros que no lo han sido. ¿Existe un riesgo de clericalización?

R.- El riesgo de clericalización es grandísimo y podría comprometer a la Vida Religiosa. La Iglesia no permite que un hermano que no sea sacerdote pueda ser el ministro general. Nosotros, franciscanos, insistimos desde hace tiempo, rezamos y pedimos a la Santa Sede que nos permita vivir nuestro carisma inicial. Francisco de Asís no era sacerdote. Los ministros generales, en las primeras épocas, tampoco. Lo que nos une en la orden no es ser o no sacerdote, sino el hecho de ser consagrado, de haber dado la propia vida a Dios viviendo en fraternidad. Actualmente es difícil, porque la Santa Sede nos dice que solo los ordenados pueden ejercer la autoridad. ¿Cómo podía ser posible en tiempos de san Francisco? Mis colegas y yo estamos decididos a volver a pedir esta gracia. Entre las nuevas vocaciones hay diversidad. En Europa, hay jóvenes que han estudiado, con óptimas cualidades, que piden entrar en la orden y dicen no sentir la llamada al sacerdocio. En India y en los países africanos, todos quieren ser sacerdotes. Tal vez les faltan las figuras hermosas de hermanos con las que puedan identificarse. En nuestra historia tenemos a tantos santos y beatos y, de ellos, dos terceras partes eran hermanos. Sin embargo, hoy los hermanos son una parte pequeña de nuestra orden.

El capuchino papable

P.- El número de nuevas vocaciones entre los capuchinos ha bajado menos que en otras órdenes y congregaciones. ¿Por qué?

R.- Es un discurso muy diverso según las zonas. En India, por ejemplo, hay un crecimiento muy grande de vocaciones. En África también, aunque es necesario un fuerte discernimiento. Lo que más me sorprende es que haya una renovación vocacional en los Estados Unidos. En parte se debe a que estamos presentes en las parroquias de periferia, en medio de los inmigrantes y de aquellos que están en situación irregular. La presencia en el mundo de los pobres es muy interesante. La figura de san Pietro de Pietrelcina [el Padre Pío] también interesa a muchísimas personas que vienen a nosotros. Hay presencias significativas, como la fraternidad vivida entre los pobres, como un individuo santo que atrae a la gente. Pero en Europa estamos compartiendo el destino vocacional de todos los otros.

“El cristianismo tiene todavía algo que decir:
no quiere banalizar la felicidad,
sino que la quiere hacer ver en toda su plenitud,
que no es de este mundo. Nos ha sido regalada”.

P.- ¿Cómo vivió las noticias que señalaban que el cardenal capuchino Seán O’Malley tenía posibilidades de ser elegido Papa?

R.- Con mucha alegría. Seán O’Malley es capuchino profundamente no solo porque lleve a menudo el hábito capuchino y vaya con sandalias, sino también porque es un ejemplo de la disponibilidad para ser mandado a donde nadie quiere ir. Cuando le hicieron obispo, lo mandaron a las Islas Vírgenes; luego le han dado siempre diócesis con problemas enormes. La última es Boston. Él ha sabido encontrar un camino con firmeza y coherencia. El hecho de que se haya hablado bien me alegra por él, por nosotros y por su diócesis. Boston estaba en el disparadero por tener tantos casos de abusos y ahora se habla de ella de forma distinta. Vi a O’Malley después del cónclave y estaba contentísimo de volver a casa. Estaba contento, además, de que se hubiera hablado bien de su diócesis.

P.- En Europa nos encontramos en un período oscuro en el que falta la esperanza. ¿Cómo ve su situación moral e intelectual?

R.- Yo también vivo este momento y me parece que ya no hay grandes teólogos, ni grandes pensadores o sistemas. Falta una visión de renovación. No se ve bien hacia dónde vamos. Por otro lado, hay signos luminosos. Últimamente he leído el libro de Fabrice Hadjadj, un judío nacido en Túnez, ateo y profesor de filosofía, amante de Nietzsche, que se convirtió al catolicismo y valora el hecho de hablar del Paraíso. Si no tenemos esta perspectiva de las cosas que nos vienen de Dios, nos contentaremos con paraísos de poca monta y con cosas banales. Estamos banalizando la felicidad sin darnos cuenta. Por eso creo que el cristianismo tiene todavía algo que decir: no quiere banalizar la felicidad, sino que la quiere hacer ver en toda su plenitud, que no es de este mundo. Nos ha sido regalada.

En el nº 2.855 de Vida Nueva.

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