Por infructuoso se replanteará proyecto de seguridad alimentaria

La Iglesia tampoco logra convencer a campesinos de que abandonen los cultivos ilícitos

Dos infructuosas fases de 18 meses cada una fueron suficientes para tomar la decisión de analizar y replantear el proyecto de seguridad alimentaria y construcción de paz por sus escasos resultados en el suroccidente colombiano. La reflexión coincidió con la decisión del Ministerio de Cooperación al Desarrollo Alemán de suspender la ayuda a proyectos alimentarios en el mundo afectando a las Cáritas de Colombia y Alemania que trabajan conjuntamente en el país.

El proyecto sobre el suroccidente empezó en 2009, pero después de un arduo trabajo, coordinado por las Cáritas de ambos países en la capacitación a comunidades para su auto-sostenimiento a partir de la tierra, pudo más en estas la influencia del dinero que trae el cultivo de la coca que la producción agrícola convencional.

Fueron muy distintos los escenarios, no sólo geográficos sino culturales los que encontraron los equipos profesionales al servicio de la Iglesia a través de la Secretaría Nacional de Pastoral Social. Mientras que en el nororiente colombiano tanto la etnografía, la receptividad, la actitud de cambio y su cultura facilitaron la respuesta positiva para establecer una cadena productiva diferente a la ilegalidad y caos social que genera la producción de cultivos ilícitos, en los departamentos del suroccidente (Nariño, Cauca y Putumayo) ocurrió todo lo contrario.

“Son comunidades totalmente diferentes; en Putumayo, por ejemplo, tenemos colonos muy vinculados a la producción de coca; en Nariño tenemos campesinos que también producen cultivos ilícitos; tenemos comunidades negras del pacífico a las que les interesa más la pesca, la artesanía y las maderas”, explicó Fredy Peña, uno de los especialistas del proyecto y coordinador del mismo. Él, como sus coequiperos, evidenciaron al cabo de un tiempo que más que la necesidad alimentaria, sobre la que cualquiera pensaría como un camino a la concordia, era la urgencia por construir la paz lo prioritario.

La realidad demostró igualmente que la rentabilidad del cultivo de coca para los campesinos solucionaba con el dinero la compra de alimentos, por lo que el suministro de abonos y herramientas para tecnificar procesos agrícolas fácilmente podían ser empleados para cultivos ilegales. En un caso promedio, se estima que un campesino llega a percibir cerca de tres millones de pesos al mes con el cultivo de coca, y si cultiva productos como plátano o yuca, tiene que trabajar más para ganar mucho menos. Esa simple ecuación es la que no ha podido romper el Gobierno como tampoco la Iglesia en las zonas de frontera hacia donde se ha replegado el fenómeno del narcotráfico y la violencia en Colombia producto del ejercicio legal y militar desplegado en los últimos años por el Estado.

“Junto con el Gobierno se ha hecho todo un proceso de restitución de cultivos ilícitos, pero no ha sido exitoso porque la gente recibió capacitación, abonos y semillas pero no abandonó el cultivo de coca; por eso el Gobierno volvió a fumigar y erradicar manualmente estos cultivos y endureció la ley para que también los campesinos sean judicializados. Antes no se hacía porque el cultivo no es malo en sí, es lo que se hace con el producto”, explicó el coordinador general del proyecto.

Pero si bien es cierto que muchos abandonaron el cultivo ilícito por la legalidad de otro cultivo, también lo es que el cultivador vecino no lo ha hecho, de modo que al momento de las fumigaciones paga también el justo por pecador, pues las avionetas durante la fumigación no pueden evitar que el químico caiga también sobre cultivos legales, igualmente el viento juega su papel. También sucede que el propio campesino enciende dos velas, tiene de uno y otro cultivo.

Con todo ello, se logró avanzar desde distintos frentes a través de convenios y alianzas en pro del desarrollo de las comunidades; sin embargo, se advierte un segundo “boom” del cultivo de coca y en especial sobre los departamentos Cauca, Nariño y Putumayo. Actualmente el equipo humano del proyecto está repensando el tema para cambiar la forma de intervención y romper la percepción que tienen las comunidades sobre el trabajar más, ganar menos y vivir en paz. VNC

TEXTO: J. de Francisco 

FOTO: VNC

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