Benedicto XVI: “Todos debemos ser constructores de paz”

papa Ángelus 1 enero 2012

También en Navidad, el Papa tiene muy presentes los conflictos en el mundo

papa Benedicto XVI mensaje Urbi et Orbi 25 diciembre 2011

Proclamación del Mensaje 'Urbi et Orbi' el 25 de diciembre

ANTONIO PELAYO. ROMA | Hay una línea constante de continuidad en todos los discursos pronunciados por Benedicto XVI durante el período natalicio: el anuncio renovado del Evangelio a los hombres y mujeres del mundo de hoy, el relanzamiento de la fe y de la evangelización para hacer evidente a la humanidad que “Dios no es una hipótesis cualquiera, posible o imposible”, para ayudarle a descubrir que “existe en el hombre, proveniente del Creador, la disponibilidad de amar y la capacidad de responder a Dios en la fe”.

La misión fundamental de la Iglesia es, pues, proclamar que, “cuando llega a ser dominante la duda sobre Dios, surge inevitablemente la duda sobre el mismo ser hombres. Solo la fe me da la certeza: ‘Es bueno que yo exista’. Es bueno existir como persona humana incluso en tiempos difíciles. La fe alegra desde dentro”.

Las citas precedentes pertenecen al discurso que el Papa leyó el jueves 22 de diciembre ante los miembros del Colegio Cardenalicio, de la Curia romana y del Governatorato durante la tradicional audiencia navideña en la Sala Clementina, que L’Osservatore Romano sintetizaba bien con este título a toda página: “Un nuevo modo de ser cristianos”. Su director, Gian Maria Vian, sacaba como conclusión que “lo que ocupa el primer puesto en las preocupaciones del papa Benedicto es la crisis de la fe”.

Papa y colegio cardenalicio 2011

El Papa recibió al Colegio Cardenalicio el 22 de diciembre

Añadamos que Joseph Ratzinger, inspirándose en los textos litúrgicos del tiempo de Navidad, nos ha ofrecido sugestivas exégesis de los evangelios de la infancia, que, como sabemos, son objeto del tercer volumen de su libro sobre Jesús de Nazaret, en el que sigue trabajando sin desmayo.

Que nadie concluya, sin embargo, que el Pontífice es indiferente o poco sensible a los problemas que sacuden a la humanidad o a la Iglesia. Todo lo contrario, como se hizo patente en la llamada Misa del Gallo del 24 de diciembre y en el mensaje Urbi et Orbi del día de Navidad.

Poco antes de las diez de la noche, Benedicto XVI descendió a la Basílica de San Pedro, abarrotada de fieles (muchos no pudieron entrar), y concelebró la Santa Misa con 31 cardenales, entre ellos, Angelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio, y Tarcisio Bertone, secretario de Estado.

En su homilía dijo: “En este momento en que el mundo está constantemente amenazado por la violencia en muchos lugares y de diversas maneras; en el que siempre hay de nuevo varas del opresor y túnicas ensangrentadas, clamemos al Señor: Tú, el Dios poderoso, has nacido como niño y te has mostrado a nosotros como el que nos ama y mediante el cual el amor vencerá. Y nos has hecho comprender que, junto a ti, debemos ser constructores de paz. Amamos tu ser-niño, tu no-violencia, pero sufrimos porque la violencia continúa en el mundo, y por eso también te rogamos: Demuestra tu poder, ¡oh Dios! En este nuestro tiempo, en este mundo nuestro, haz que las varas del opresor, las túnicas llenas de sangre y las botas estrepitosas de los soldados sean arrojadas al fuego, de manera que tu paz venza en este mundo nuestro”.

Más adelante, ya al final de sus palabras, el Papa afirmaba: “Si queremos encontrar al Dios que ha aparecido como niño, hemos de apearnos del caballo de nuestra razón ‘ilustrada’. Debemos deponer nuestras falsas certezas, nuestra soberbia intelectual, que nos impide ver la proximidad de Dios. Hemos de seguir el camino interior de san Francisco: el camino hacia esa extrema sencillez exterior e interior que hace al corazón capaz de ver”.

Mensaje ‘Urbi et Orbi’

El día de Navidad, según confirmaron los colegas que transmitían desde Roma el mensaje Urbi et Orbi a través de Eurovisión, amaneció soleado, pero frío. La Plaza estaba, sin embargo, llena de una multitud festiva y multirracial, como manifestaban las imágenes de la televisión y las numerosas banderas que ondeaban al viento. Flanqueado por los cardenales Jean Louis Tauran y Mauro Piacenza, y después de recibir los honores de la Guardia Suiza y de un destacamento de los diversos cuerpos del Ejército italiano, Benedicto XVI dio lectura a su mensaje navideño.

Vaticano misa 24 diciembre 2011 niño Jesús

Un momento de la misa del 24 de diciembre

“Jesucristo –proclamó a la mitad de su alocución– es la prueba de que Dios ha escuchado nuestro clamor. Y no solo. Dios tiene un amor tan fuerte por nosotros que no puede permanecer en sí mismo, que sale de sí mismo y viene entre nosotros, compartiendo nuestra condición hasta el final. La respuesta que Dios ha dado en Jesús al clamor del hombre supera infinitamente nuestras expectativas, llegando a una solidaridad tal que no puede ser solo humana, sino divina. Solo el Dios que es amor y el amor que es Dios podía optar por salvarnos por esta vía, que es, sin duda, la más larga, pero es la que respeta su verdad y la nuestra: la vía de la reconciliación, del diálogo y la colaboración”.

En la habitual referencia a algunos “puntos calientes” del planeta, el Santo Padre citó en primer lugar el Cuerno de África, cuyos pueblos “sufren a causa del hambre y la carestía, a veces agravada por un persistente estado de inseguridad”; inmediatamente recordó a las poblaciones de Tailandia y Filipinas, “víctimas de las recientes inundaciones”.

Después hizo un llamamiento “a la reanudación del diálogo entre israelíes y palestinos” y pidió al Príncipe de la Paz “que haga cesar la violencia en Siria, donde ya se ha derramado tanta sangre. Que favorezca la plena reconciliación y la estabilidad en Irak y Afganistán. Que dé un renovado vigor a la construcción del bien común en todos los sectores de la sociedad en los países del Norte de África y de Oriente Medio”.

Hizo, igualmente, alusión a “las perspectivas de diálogo y colaboración en Myanmar en la búsqueda de soluciones compartidas”, y deseó “estabilidad política” en la región africana de los Grandes Lagos, sin olvidar a los habitantes de Sudán del Sur, para los que rogó la asistencia divina “para proteger los derechos de todos los ciudadanos”.

A continuación, se sometió al rito de recitar la letanía de felicitaciones navideñas, esta vez en 65 lenguas diferentes, suscitando el aplausos de los presentes; los de lengua española, de forma más clamorosa que los otros.

El 26 de diciembre, como es sabido, la Iglesia celebra a san Esteban, diácono y primer mártir cristiano. A la hora del Angelus, Benedicto XVI no pudo dejar de evocar los terribles actos de violencia sucedidos el día de Navidad en diversas ciudades de Nigeria.

Papa con niños solemnidad de María

El Papa, en la misa del 1 de enero, Solemnidad de María, Madre de Dios

“Deseo manifestar –señaló con tristeza– mi sincera y afectuosa cercanía a la comunidad cristiana y a todos aquellos que han sido golpeados por este absurdo gesto, e invito a rezar al Señor por las numerosas víctimas. Hago un llamamiento para que, con el apoyo de las diversas partes sociales, se reencuentren la seguridad y la serenidad. En este momento, quiero repetir una vez más con fuerza: la violencia es un camino que conduce solo al dolor, a la destrucción y a la muerte; el respeto, la reconciliación y el amor son la vía que nos lleva a la paz”.

Comentando estos atentados, el cardenal Jean Louis Tauran afirmaba en una entrevista concedida a Mario Ponzi, redactor del diario vaticano: “Es inútil continuar atribuyendo la responsabilidad de tales horrores a franjas extremistas de esta o de aquella religión, si, después, el Papa sigue siendo una de las poquísimas autoridades religiosas que no deja de infundir –y no solo entre los cristianos– sentimientos de paz, de reconciliación, de justicia, de solidaridad fraterna”.

“No hay lugar para la angustia”

El sábado 31 de diciembre tuvieron lugar en la Basílica vaticana las vísperas de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios y el Te deum de acción de gracias por el año que estaba a punto de concluir; ceremonia a la que asistió el alcalde de Roma, Gianni Alemanno –que renovó la secular tradición de ofrecer ese día un cáliz al Santo Padre–, así como otras personalidades civiles y, junto a otros cardenales, el vicario del Papa para la Diócesis de Roma, Agostino Vallini, que recibió un espaldarazo pontificio a su programa de “poner la evangelización en el primer lugar” y al oír decir al Papa que “la cuestión de la fe es también para la Diócesis de Roma el desafío pastoral prioritario”.

Joseph Ratzinger aseguró que “no hay lugar para la angustia frente al tiempo que pasa y no vuelve (…) Desde que el Salvador descendió del cielo, el hombre ya no es más esclavo de un tiempo que avanza sin un porqué o que está marcado por la tristeza, la fatiga y el dolor. El hombre es hijo de un Dios que ha entrado en el tiempo para rescatar el tiempo de la falta de sentido o de la negatividad y que ha rescatado a toda la humanidad, dándole como nueva perspectiva de vida el amor que es eterno”.

papa Ángelus 1 enero 2012

Rezo del 'Angelus' el 1 de enero de 2012

El 1 de enero de 2012 se cumplían 45 años desde que Pablo VI instituyera la Jornada Mundial de la Paz. La de este año tiene como lema Educar a los jóvenes en la justicia y la paz. La Eucaristía revistió ese día una especial solemnidad, con la presencia del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede. Junto al Papa, concelebraron, además de los cardenales Bertone y Peter K. A. Turkson, presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, el sustituto de la Secretaría de Estado, arzobispo Giovanni A. Becciu, y el secretario para las Relaciones con los Estados, arzobispo Dominique Mamberti.

Después de agradecer la presencia de los “embajadores de tantos países amigos que como nunca en esta ocasión comparten conmigo y con la Santa Sede la voluntad de renovar el compromiso por la promoción de la paz en el mundo”, Ratzinger aludió a la cuestión radical que la cultura relativista de hoy plantea sobre la educación: ¿tiene todavía sentido educar? Y después, ¿educar para qué?.

Su respuesta fue que “asumir la responsabilidad de educar a los jóvenes en el conocimiento de la verdad y en los valores fundamentales significa mirar al futuro con esperanza. En este compromiso por una educación integral, entra también la formación para la justicia y la paz (…) Para ellos es hoy más que nunca indispensable aprender el valor y el método de la convivencia pacífica, del respeto recíproco, del diálogo y de la comprensión. Por naturaleza, los jóvenes están abiertos a estas actitudes, pero precisamente la realidad social en que crecen los puede llevar a pensar y a actuar de manera contraria, incluso intolerante y violenta”.

Sin olvidar esa continuidad a la que aludíamos al principio de esta crónica, el Pontífice añadió esta conclusión: “Todo itinerario de formación religiosa auténtica acompaña a la persona desde su más tierna edad a conocer a Dios, a amarlo y a hacer su voluntad. Dios es amor, es pacífico y justo, y quien quiere honrarlo, debe sobre todo comportarse como un hijo que sigue el ejemplo de su padre”.

Finalizada la Misa, Benedicto XVI se asomó a la ventana de su despacho, desde la que pudo contemplar una plaza rebosante de gente como pocas veces; la comunidad de Sant’Egidio había hecho confluir en ella a los participantes en su anual Marcha por la Paz. A todos los presentes y a los que seguían sus palabras a través de la radio y de la televisión les hizo llegar su deseo de que “el año que inician sea un tiempo de esperanza y de convivencia pacífica para el mundo entero”.

En el nº 2.783 de Vida Nueva.

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