“En todos los tiempos, la Iglesia sufre la persecución, pero resulta vencedora”

papa Benedicto XVI con el presidente de Armenia Serzh Sargsyan

Benedicto XVI deja un mensaje de esperanza en la celebración de la Inmaculada Concepción

papa Benedicto XVI celebracion Inmaculada Concepcion

ANTONIO PELAYO. ROMA | Con el buen tiempo que el cielo nos está regalando a los que vivimos en la Ciudad Eterna, era previsible que la siempre masiva afluencia de fieles a la Piazza di Spagna el 8 de diciembre sería este año aún más imponente que en anteriores ocasiones. Y así fue. Una marea humana –romanos con turistas de todo el mundo entremezclados– se desparramó durante toda la jornada por las calles adyacentes a la Plaza, donde ya a las dos de la tarde era muy difícil entrar… y aún faltaban dos horas para que el Papa llegase.

A las cuatro de la tarde ya hubo que poner el cartel de “lleno hasta los topes”, y las fuerzas de orden público intentaban la imposible operación de desaconsejar el acceso a una de las más famosas plazas de Roma. El Palacio de nuestra Embajada cerca de la Santa Sedemostraba sus mejores galas, y en sus balcones se abarrotaban los invitados, que se consideran ese día unos auténticos privilegiados por disponer de una vista inigualable de la ceremonia en honor de la Inmaculada que desde hace años presiden los papas.

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El papamóvil avanza hacia la Plaza de España

Benedicto XVI llegó en papamóvil acompañado del sustituto de la Secretaría de Estado, monseñor Giovanni A. Becciu, y fue saludado por su vicario para la ciudad de Roma, cardenal Agostino Vallini, y el alcalde de la ciudad, Gianni Alemanno, entre los aplausos de todos los asistentes y de las decenas de enfermos que ocupaban un lugar preferente.

Después de una lectura del Libro del Apocalipsis, el Santo Padre pronunció su homilía, algo más larga que las de años anteriores y toda ella centrada en la idea de la esperanza, tan necesaria, “sobre todo en este momento tan difícil para Italia, para Europa, para varias partes del mundo. María nos ayude a ver que hay una luz más allá de la capa de niebla que parece envolver la realidad”.

Después de glosar la visión del Apocalipsis de “la mujer vestida de sol, con la luna a sus pies y en su cabeza una corona de doce estrellas” como una imagen profética de la Virgen, también la aplicó a la Iglesia, a la comunidad cristiana de todos los tiempos que “en su seno lleva a Cristo y debe parirlo para el mundo”.

“Justamente por eso –añadió–, porque lleva a Jesús, la Iglesia encuentra la oposición de un feroz adversario representado en la visión apocalíptica como un ‘enorme dragón rojo’ (…). El dragón vencido de una vez para siempre en el cielo dirige sus ataques contra la mujer –la Iglesia– en el desierto del mundo. Pero en todas las épocas la Iglesia es sostenida por la luz y la fuerza de Dios que la alimenta en el desierto con el pan de su Palabra y de la Santa Eucaristía”.

“Y así, en todas las tribulaciones, a través de todas las pruebas que encuentra en el curso de los tiempos y en las diversas partes del mundo, la Iglesia sufre la persecución, pero resulta vencedora. Y por eso, de este modo, la comunidad cristiana es la presencia, la garantía del amor de Dios contra todas las ideologías del odio y del egoísmo”, finalizó.

estatua Inmaculada Concepcion Plaza de España - Roma“La única insidia de la que la Iglesia puede y debe tener miedo –recalcó al final de sus palabras– es el pecado de sus miembros. Mientras María es Inmaculada, libre de toda mancha de pecado, la Iglesia es santa, pero al mismo tiempo está marcada por nuestros pecados”.

Finalizada la paraliturgia, el Papa saludó primero a los cardenales españoles Antonio Cañizares y Julián Herranz; al prefecto de la Congregación para los Obispos, cardenal Marc Ouellet; al prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, monseñor Fernando Filoni; y, seguidamente, a la embajadora de España cerca de la Santa Sede, María Jesús Figa López-Palop, mientras la coral de la Iglesia Española de Roma interpretaba algunos de los mejores motetes marianos de nuestra polifonía.

Navidad en Roma

En cierto modo, la fiesta de la Inmaculada marca en la ciudad de Roma el período natalicio; ese día se enciende la iluminación que adorna las calles céntricas de la ciudad. El Papa, pues, se inserta en ese ambiente de fiesta. El domingo 11 de diciembre, la Plaza de San Pedro conoció otro de sus llenazos con la presencia de miles de niños que llevaban en sus manos una pequeña imagen del Niño Jesús (el bambinello, en italiano) para recibir la bendición papal. “Queridos niños –les dijo desde la ventana de su estudio privado con un ligerísimo velo de melancolía en su mirada–, cuando recéis delante de vuestro nacimiento, acordaos también de mí como yo os recuerdo a vosotros. Os doy las gracias”.

Un poco antes había advertido el Pontífice contra el peligro de desnaturalizar el tiempo del Adviento. “El ambiente externo –había dicho– propone los habituales mensajes de tipo comercial, aunque tal vez en tono algo menor, a causa de la crisis económica. El cristiano es invitado a vivir el Adviento sin dejarse distraer por las luces, sino sabiendo dar a las cosas su justo valor para fijar la mirada interior hacia Cristo”.

Esa misma mañana había celebrado la Eucaristía en la parroquia de Santa María de las Gracias de Casal Boccone, ya en la periferia norte de la metrópolis, donde tiene asiento una nutrida comunidad filipina que le acogió con extraordinario calor.

papa Benedicto XVI con el presidente de Armenia Serzh Sargsyan

El Papa, con el presidente de Armenia el 12 de diciembre

La exposición sobre Gaudí y la Sagrada Familia, abierta al público el 24 de noviembre en el llamado Brazo de Carlo Magno, está siendo visitada por un numeroso público y, simultáneamente, es ocasión para una serie de acontecimientos en torno a ella.

El 12 de diciembre en el Museo Nacional de Arte del siglo XXI (el modernísimo MAXXI), el cardenal Gianfranco Ravasi dialogó con el arquitecto Mario Botta sobre el tema “Arquitectura: símbolo y sagrado. Un siglo después de Gaudí”; y dos días más tarde, el director de L’Osservatore Romano, Gian María Vian, y el presidente de la Sociedad Verdaguer, Ricard Torrents, hablaron en la Embajada de España cerca de la Santa Sede sobre “La época de Gaudí en Cataluña y en Italia”.

Siempre dentro de esta temática, el presidente del Pontificio Consejo de la Cultura, el cardenal Ravasi, ha nombrado consultores de este organismo a tres españoles: el arquitecto Santiago Calatrava; el profesor Francesc Torralba, docente de Filosofía en la Universidad Ramon Lull de Barcelona; y el padre Fidel González, una autoridad en Misionología e Historia de la Iglesia. [Ver La crónica del director]

  • Opinión: Foley, por Antonio Pelayo

En el nº 2.781 de Vida Nueva.

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